Camilo José Cela Conde

Madrid.-El director de cine Steven Spielberg es el responsable de no pocos de los iconos que manejamos en el reino del terror. Comenzó estigmatizando a los tiburones —bueno; a todos no, a los blancos, Carcharodon carcharias— hasta convencernos de que son capaces no sólo de cazar a las personas sino de planear el acoso en términos de sutil y compleja venganza. Luego tiró de la fascinación que casi cualquier niño de nuestras sociedades urbanas siente por los dinosaurios para convertirlos en fieras calculadoras que matan repartiéndose los papeles.

Pero en medio de esos recursos que le han hecho multimillonario aparece la clave de la ciencia como columna vertebral de los guiones de sus películas. Tal vez no sea posible nunca revivir a los dinosaurios a partir del ADN fósil pero la duda existe porque ese plan descansa en técnicas nada esotéricas. Y, desde luego, Spielberg es responsable de algunas de las más extendidas sabidurías populares respecto de los grandes saurios. Pregunte a quien haya visto Jurassic Park en qué se convirtieron con la evolución los dinosaurios. La respuesta estará cantada: en aves.

La idea de ese proceso evolutivo surgió con el Archaeopteryx, los seres del Jurásico (esta vez de verdad, y no como sucede con el Tyrannosaurus rex de la película) que vienen a ser las primeras aves con plumas pero se parecen mucho a unos dinosaurios pequeños.

Conocidos desde mediados del siglo XIX, sembraron la semilla cuyos frutos recogería Spielberg. Pero el año pasado el paleontólogo chino Xing Xu prestó credibilidad científica al lazo entre grandes saurios y aves al documentar numerosos fósiles de dinosaurios con plumas procedentes de la formación Yixian, provincia de Liaoning, al noroeste de Pekín, propios de hasta cuatro distintos géneros y con gran diversidad de tamaño. Uno de ellos, el Yutyrannus, es tan grande como el propio Tyrannosaurus.

Pascal Godefroit, paleontólogo del Royal Belgian Institute of Natural Sciences ha completado el panorama con el hallazgo reciente de otro género más, Aurornis, también en Liaoning. La descripción de ese fósil por parte de un equipo de cinco especialistas confirma lo que propuso ya Godefroit en 1986: que el Archaeopteryx pertenece a un clado —Avialae— en el que se encuentran todos los dinosaurios con plumas y las aves actuales. Algo que confirma el camino evolutivo que Alan Grant, el personaje de la película de Spielberg, daba por cierto.

El sentido de lo que supone el clado Avialae implica que no deberíamos tener a los dinosaurios por desaparecidos sin más. A algunos de ellos, al menos. En términos estrictos las aves serían miembros actuales de ese mismo grupo. Pero me temo que se trata de una mera cuestión técnica de las que no dan para hacer grandes películas. Por más que se intente hacer honor a la cladística y a sus exigencias taxonómicas lo cierto es que, con plumas o sin ellas, grandes o pequeños, los dinosaurios seguirán fascinando a nuestros niños. E incluso a aquellos de ellos que nos hacemos ancianos.