Las olas economicas de tsunami
Magdalena Galindo

Además de la tragedia por la pérdida de vidas que se calcula ya en más de 10 mil, de los otros miles de heridos y de la destrucción material a la que se suman los daños en reactores nucleares, Japón habrá de enfrentar el agravamiento de la crisis económica. Hay que recordar que ese país ha vivido un largo período de estancamiento que se ha extendido durante más de una década y que ha determinado que su antigua enemiga, China, la desbanque del segundo lugar para colocarla como la tercera economía del mundo. Al estancamiento de la producción, se suman otros problemas como el altísimo monto de la deuda pública que duplica el valor de su producto interno bruto anual, así como un muy alto también déficit fiscal.
Los desesperados esfuerzos gubernamentales por estimular la economía ya habían establecido una tasa de interés prácticamente nula, del 0.1 por ciento y habían incluido lo mismo recortes a los presupuestos de servicios sociales, que aumentos a los impuestos de la población trabajadora. Los indicadores de la economía, pues, muestran una severa crisis estructural, a la que se ha procurado enfrentar como en casi todo el mundo, traspasando los costos a las clases populares y protegiendo a los grandes capitalistas y en particular al sector financiero.
A esta realidad ya presente desde hace años, se suman hoy las pérdidas por el terremoto y el tsunami, que por lo pronto se estiman en alrededor de 100 mil millones de dólares. Cuantiosa cifra, difícil de financiar, cuando la deuda pública ya estaba, antes de la tragedia, en niveles insostenibles.
Antes de los terremotos, como parte de las medidas para impulsar la economía, el Banco Central había decretado la compra de activos, esto es la inyección de liquidez al sistema bancario por cinco billones de yenes. Después de la devastación, esa suma se ha elevado a 10 billones de yenes, equivalentes a unos 122 mil millones de dólares. Y hay que tomar en cuenta que estos fondos no suponen ningún gasto en la reconstrucción, sino sólo buscan evitar el pánico al aumentar la confianza  de los inversionistas y los consumidores.
Por supuesto, aunque muchos sean los problemas en los que se encuentra la economía japonesa, no deja de ser la tercera del mundo, con un sector bancario entre los más poderosos del mercado internacional, y este hecho significa que lo que sucede en el país asiático afecta a todos los demás. Así, no obstante el notable monto de los apoyos gubernamentales, la Bolsa de Valores nipona tuvo una abrupta caída del 6.1 por ciento al abrirse el lunes siguiente a los terremotos del viernes, y esa caída tuvo un reflejo en las bolsas europeas, sin olvidar que la situación japonesa se presenta cuando las economías de la Unión Europea enfrentan graves problemas de deuda, de recesión y desempleo. Y por su parte, la economía estadounidense, la primera del mundo, tampoco ha logrado superar plenamente la crisis iniciada en 2008. Del mismo modo que las olas provocadas por el tsunami se desplazaron a través de los océanos, los desequilibrios de la economía japonesa terminarán por arribar a nuestras costas. Sólo esperamos que el tsunami económico pierda fuerza, como el natural, y que finalmente los daños no sean devastadores.