Diversidad generacional y estilística

Roberto García Bonilla

La escritura es una actividad, en apariencia, cotidiana; es una forma de comunicación —en notas, bitácoras, apuntes, epístolas, informes—, además de ser un elemento fundamental en la formación mental y el desarrollo intelectual del sujeto; es una aliada en el orden del pensamiento.

El ejercicio, por ejemplo en los diarios personales, permite al escribiente retener, situar y recrear su habla y la que le circunda. Y la expresión oral se fija en la escritura, y así, sin advertirlo muchas veces, quien redacta está concentrando elementos de tradición oral. Lo cierto es que la oralidad se asume opuesta a la escritura; ésta, pues, es el lazo entre quien redacta y quien lee. Puede ser recreativa, lúdica; esta última acepción no deja de ser vaga, se utiliza en frases persuasivas en campañas que promueven la lectura, cuyo ejercicio es un complejo proceso en el cual el goce no aparece solo: requiere de muchos detalles contextuales y paratextuales. El proceso de lectura también requiere de ciertos elementos para quien escribe, así sea por entretenimiento.

Cuando  la  escritura  forma  parte  de una  actividad profesional  o  creativa —remunerativa o inmersa en el espacio de la creación literaria, que no necesariamente genera retribución económica— los horizontes, los medios y la difusión de los textos poseen rumbos muy distintos.

Con el auge de los blogs y las redes sociales, ahora, se ha estimulado la escritura; se supone, incluso, que se es escritor con sólo emprender la escritura de manera cotidiana y  darla a conocer. Se ha alimentado, incluso, la ilusión de que cualquiera puede crear una obra  literaria, sin advertir que la escritura es una profesión, además, inseparable a la lectura.

“Leer y escribir se corresponden —observa Alfonso Reyes— como el cóncavo y el convexo; el leer llama al escribir, y éste es el mayor y verdadero mal que causan los libros”.

Pasiones y obsesiones. Secretos del oficio de escribir, compilado por Sandra Lorenzano, contiene las reflexiones, propuestas y digresiones en el IV Encuentro Latinoamericano de Escritores dedicado a Octavio Paz.  El título no se ciñe a esas ideas que surgen viscerales y dirigen nuestras vidas desde el inconsciente. Pasión y obsesión se usan a menudo como sinónimas, aunque la primera surge del gusto, el entusiasmo, la propensión visceral no sin las intermitencias del pesar y la zozobra —de ahí las raíces de su encantamiento—; la segunda navega en la necesidad cuya satisfacción puede abismar a quien la padece.

La diversidad generacional y estilística signan esta reunión de textos que abarcan la nota, el boceto fragmentario, la lúcida improvisación oral, la confesión, el cuaderno de diario, el relato fugaz, el cuento, la novela en fragmento y el ensayo con diversos rostros y estilos elaborados por cerca de cuarenta voces en coloquio; múltiples orígenes y matices al asumir, entender y emprender la lectura y la escritura.

Si un escritor no escribe sobre sus obsesiones —se pregunta Bernardo Esquinca— entonces de qué va a escribir, y en contrapunto Álvaro Enrigue señala: “La obsesión que nos junta a todos hoy es la obsesión por la escritura, que es la más inútil de todas”.

Un encuentro llamado “Pasiones y obsesiones” —en opinión del peruano Iván Thays— sólo puede responder a la pregunta “¿qué es escribir?”. Roxana Elvridge-Thomas, por ejemplo, señala que sus obsesiones-pasiones la llevan “a comenzar mucho antes de iniciar el juego. El poema se va gestando poco a poco en mi idea, como proyecto, mucho antes de pasar a las palabras. Investigo, leo y releo, me zambullo en cada tema”.

Por su amplio horizonte, el ensayo reina en esta antología; el texto de más largo aliento, junto a “Físicos y novelistas” de Jorge Volpi, es “El poeta como revisor. Notas para relectura de Pasado en claro”, de Adolfo Castañón, itinerario a lo largo de uno de los poemas más extensos de Octavio Paz: Pasado en claro cuyo título original fue Tiempo adentro; la primera versión (1975) consta de 569 versos; la de 1985, 602 versos con rasgos biográficos junto a “Nocturno a San Ildefonso”, “Ciudad de México”, “A la mitad de esta frase” y “Petrificada  y petrificante”.

“La historia de Pasado en claro —dice Castañón— es ante todo una ego-historia; no sólo es un texto donde el autor practica un examen de conciencia […] La crudeza del poema se destila y se disuelve, se enlaza y matiza en acentos no exentos de ternura y afecto […];  es una obra que, desde su mismo título, apunta a la necesidad consciente de la revisión, al deber de la autocrítica como única forma de modificar el espejo del pasado. El poema se podría leer como una (auto) crítica de los primeros tiempos vividos”.

Como complemento, en “La pasión por la corrección” Ignacio Solares evoca sus días como colaborador en el primer Plural; destaca los empeños de Paz al corregir hasta la última nota de la revista sin importar quién fuera su autor. Era la pasión del poeta por cuanto concerniera a la palabra escrita y cuyo encuentro con el surrealismo, anota Solares, tuvo un estímulo proteico que marcó su existencia.

Pasiones y obsesiones… es —aludiendo el título arreoliano— varia invención con múltiples intenciones: memoria, imaginación y reflexión se conjuntan. En algunos casos la ficción es un hiperrealismo testimonial que sólo da cuenta de un habla coloquial (en “Esteban no tenía hermanos”); la defensa de la oralidad —escribir como se habla— exige de un oído decantado y una elaboración escritural que culmine en el artificio literario que es escribir como se habla: que el habla se integre al estilo y la forma con llaneza. La duda sobre el agotamiento de un género como la novela aparece Novela fragmentos de Rafael Lemus; mientras que Anamari Gomís establece un lazo, por supuesto inseparable, entre obsesiones y placer.

Desde textos académicos como el de Igor Barreto a muestras de reflexión y estilos decantados como “Elogio del neopreno” de Álvaro Enrigue; la fragmentariedad unitaria en Julieta García González o el ensamble genérico del fragmento ficcional de Sergio González Rodríguez —cuyo personaje concibe un guión para una película sobre multilocaciones mentales— que nos deja un horizonte sintético sobre la literatura ahora: confronta la tradición, el info-entretenimiento (la fusión de Internet y las nuevas  tecnologías) y el arte-entretenimiento con énfasis en la estetización de la vida cotidiana mediante el ensamble del arte, la publicidad, el espectáculo y el consumo.

En la diversidad de registros y estaturas de estilos y horizontes ante la literatura reside la aportación de Pasiones y obsesiones.

robertogarcíabonilla@gmail.com

 

Pasiones y obsesiones. Secretos del oficio de escribir, Sandra Lorenzano (comp.),

México, FCE-Universidad del Claustro de Sor Juana, 2012.