EN LA LÍNEA
Son importantes las reformas, pero…
Félix Fuentes Medina
Los asuntos que discuten los políticos son el Pacto por México, la reforma energética, las disputas entre panistas y el desdén de la izquierda al PRD. Y los agobios del pueblo son: Inseguridad, carestía de la vida (inflación galopante), pobreza y desempleo.
Son las diferencias entre gobernantes y quienes padecen todo. Unos en el poder con sus privilegios y proyectos frente a la masa angustiada que vive en la desesperación. En siete meses de retorno del PRI, todos los índices han ido a la baja.
La actividad económica desciende, las reservas en dólares registraron su peor baja en cuatro años, la Bolsa Mexicana de Valores ha perdido más de 11 puntos porcentuales en el nuevo desastre bursátil, el desempleo se agiganta, la inflación retomó su ritmo galopante, la pobreza va en aumento y la Cruzada por el Hambre se perfila como un nuevo fiasco.
El sentir general es que los priistas no tienen derecho a mantener y menos agravar la situación de desorden heredada a la nación por el PAN, el cual colocó a México al borde del precipicio tras sus 12 años de gobierno.
Al presidente Enrique Peña Nieto se le reconoce su decisión de reformas a leyes fundamentales, entre otras la laboral, la educativa y de telecomunicaciones, pero su equipo no denota avances en programas agropecuarios, de pequeñas y medianas industrias, de turismo y generación de empleos.
En cuanto a inversión extranjera, los consorcios internacionales están indecisos debido al clima de inseguridad de México. Habrá disminuido el porcentaje de homicidios dolosos, pero la población padece la peor calamidad en secuestros y extorsiones por derechos de piso.
Millones de familias emigran de sus lugares de origen debido a las insoportables exigencias de mafias y delincuentes comunes que fijan cuotas semanarias o mensuales a comerciantes, empresarios e incluso a profesionistas con desempeños personales.
Pueblos enteros se quedan vacíos debido al terror implantado. Debido a ello surgieron las policías comunitarias en entidades como Guerrero y Michoacán, decididas a enfrentar a extorsionadores que atracan a agricultores de limones, aguacates y productos agrícolas en general.
Hoy, cualquier desempleado organiza a un grupo de su calaña, adquiere armas en lugares como Tepito y, además de extorsionar, asaltan empresas, casas habitación y a bordo de autobuses y peseras, sin faltar los transportadores de mercancías. Estas prácticas causan terror.
Mucha gente llega al Distrito Federal y sus alrededores en busca de seguridad porque la vida se tornó insoportable en sus lugares de origen. No se advierte que esa clase de delincuencia sea combatida a fondo.
Ante esa situación de pánico, el presidente Peña Nieto calcula que, con la reforma energética, México extraerá y venderá más hidrocarburos, habrá más dinero y nuevas fuentes de trabajo. Esa carta constituye su mayor apuesta. ¿Pero eso frenará a quienes se enrolan en las mafias del narcotráfico?
El primer mandatario adelantó, en su pasado viaje a Europa, dicha reforma y la apertura a empresas nacionales y extranjeras para la obtención del petróleo. Por ese anuncio adelantado se le fueron encima los entes de izquierda y ya proponen su propia reforma energética.
El petróleo ha sido la eterna panacea de México y gran parte de sus recursos son transferidos a la hacienda pública federal para cubrir los déficit presupuestales. Esto nos tiene atorados y, sin embargo, no son impulsadas las fuentes productivas, en primer término las agrícolas, industriales y turísticas.
Es preciso abandonar la palabrería y dedicar más tiempo al trabajo productivo, así como a combatir la delincuencia.