Odalys Buscarón 

Primera de dos partes

Casi tres días a solas en el firmamento con las estrellas bastaron para estar ligada hasta hoy a un mundo de insospechadas dimensiones, que un día dejó de ser un sueño para los humanos.

Única tripulante de la nave Vostok-6, la soviética Valentina Tereshkova se convirtió el 16 de junio de 1963 en la primera mujer cosmonauta, dos años después de su compatriota Yuri Gagarin.

Transcurrido medio siglo de su vuelo de casi tres días, aseguró que sigue soñando con su planeta querido, Marte. Consciente de las limitaciones tecnológicas de la cosmonáutica moderna, confesó que está lista para un viaje sin regreso. Sabemos los límites humanos. Para nosotros (Marte) permanece como un sueño.

Casi seguro el primer vuelo es hacia un solo lado, pero yo estoy lista, desafió Tereshkova a colegas de generaciones más recientes, a médicos y a periodistas, durante la rueda de prensa consagrada al acontecimiento histórico, desde la Ciudad Estelar.

Después de su misión espacial, Tereshkova trabajó en un grupo de investigadores que estudiaba la posibilidad de volar al planeta rojo. «Marte es mi planeta favorito,» recalcó.

Con 26 años y elegida entre cinco mujeres pilotos, permaneció 71 horas en la ingravidez y dio 48 giros alrededor de la Tierra. Tomó fotografías del espacio circundante y escribió en el cuaderno de bitácora. Fue una impresión que le quedó toda la vida, a pesar de los peligros, dependiendo de una tecnología a prueba.  Sin embargo, no repitió otra salida al espacio.

Se tituló en ingeniería espacial en 1969, y durante casi tres décadas colaboró como instructora en la preparación de astronautas.

Detalles de ese vuelo y de errores en la programación de la nave se develaron tres décadas después, contó a periodistas. Guardó los secretos de lo que pudo ser una tragedia, a pedido del constructor y científico soviético Serguei Koroliov.

Me percaté de la situación de emergencia en las primeras horas e informé a Tierra. Había un error en el programa de descenso de la nave. Los comandos, según Tereshkova, funcionaban no para el descenso, sino para el ascenso al espacio abierto.

La cosmonauta, que se entrenó más de un año, recibió los nuevos datos desde el Centro de Dirección de Vuelos y los introdujo en la computadora. Koroliov y Yuri Gagarin mantuvieron permanente comunicación con ella, apreció la veterana cosmonauta, quien permaneció largos años alejada del contacto con la prensa.

Recordó que a sabiendas de que podría no regresar nunca, no cayó en pánico. Pudo bromear, cantar y hasta tuvo la ocurrencia de pedir una prolongación del vuelo.

Muchos creen que Koroliov quiso salvar a Tereshkova de toda culpa ante la jefatura, y por otro lado, su sueño fue enviar al cosmos una brigada femenina. Hasta 1994, solo tres mujeres de este país lograron realizar sus sueños.

Tras la muerte del fundador de la cosmonáutica soviética, en 1966 clausuraron ese programa y el grupo de cinco féminas fue disuelto. Con 30 años dedicados al entrenamiento de cosmonautas, la también Héroe de la Unión Soviética opinó que su generación pasó pruebas más complejas, que las concebidas en la actualidad.

“De muchas de las cosas que pasamos, ahora se ha renunciado, como girar en la centrífuga con una carga de 12 unidades, ahora en estos momentos son sólo ocho”, subrayó Tereshkova.

Los entrenamientos incluían la cámara térmica, donde había que permanecer con un traje de vuelo a temperatura de 70 grados centígrados y una humedad del 30 por ciento.

«Ocho horas permanecíamos sentados en una cámara totalmente aislada (cámara de privación sensorial), sin ver ni escuchar absolutamente nada, solo el crujir de tus movimientos», evocó la astronauta al compartir experiencias vividas.