Andhony Arias Pelayo

El hombre civilizado se caracteriza por volver la realidad un problema, y por una búsqueda incesante de respuestas. Uno de esos cuestionamientos es el sentido de la existencia humana, la necesidad que tiene la existencia de proyectarse hacia un punto imaginario donde residirán los más altos ideales concretizados en la vida. Este planteamiento se encuentra también en Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, novela que posee dos realidades contrarias y bien marcadas: el antes y el después del fin de la utopía de la revolución y los proyectos de transformación de los países latinoamericanos durante las décadas de los sesenta y setenta.
La primera parte de la novela (la que va de 1975 a principios de 1976) es la historia de una investigación exhaustiva que tiene como objetivo encontrar a Cesárea Tinajero, personaje que simboliza la utopía desaparecida.  En 1975, los poetas Arturo Belano y Ulises Lima (los detectives salvajes) se preguntan si existe la posibilidad de rescatar la utopía que parece perdida en algún lugar desconocido. Ante esa desaparición misteriosa, surge la búsqueda de respuestas que en la narración tiene la forma alegórica de un viaje a los desiertos de Sonora con el fin de encontrar a Cesárea. Precisamente, Georg Lukács, en Teoría de la novela, define la novela moderna como la epopeya de un tiempo en el cual la inmanencia del sentido de la vida se ha vuelto un problema. Ante esta ausencia de sentido, la psicología del héroe se transforma en la de un buscador de respuestas. Los dos detectives ilustrarían esa marcha del individuo problemático hacia la conquista de la inmanencia del sentido perdido —el sentido como un elemento de la totalidad perdida—, y encarnarían, simbólicamente, ese deseo de conectar el ser de la realidad de América Latina con el deber ser del ideal utópico. Este anhelo es el objetivo de su búsqueda.
Sin embargo, Lukács también señala el carácter irónico de la búsqueda en toda novela moderna; en Los detectives salvajes esa ironía se reproduce en el hecho de que justo cuando los detectives finalmente encuentran a Cesárea en un desierto de sonora también la pierden. Ven desaparecer la utopía ante sus propios ojos. El proceso épico a la manera lukacsiana acaba aquí y comienza otro proceso que ya no es épico. ¿Qué se hace cuando ya no hay utopía? ¿Cómo se puede vivir sin ella? Como su búsqueda ha fracasado, los detectives tienen que escapar, huir de México, huir de América Latina. Entonces, el proceso épico de la primera parte de la novela finaliza justo en el momento en que ya no hay nada que buscar, momento en que los grandes ideales hacia los cuáles se iba, bien o mal, se derrumban en la soledad del desierto de Sonora, olvidados. A partir de aquí comienza otra historia.
La búsqueda de los dos poetas se ha acabado, ya no hay qué buscar en un mundo en que la inmanencia del sentido de la vida parece un sueño imposible de realizar. De aquí que el fundamento de su escape sea el desencanto y que caigan en el absurdo de huir hacia ninguna parte sin ningún rumbo preciso. Su escape, al igual que la realidad de la que huyen, se vuelven absurdos. Nuestra condición humana se ve reflejada en ese viaje absurdo que Ulises Lima y Arturo Belano realizan durante veinte años alrededor del mundo y, como ellos, nosotros estamos condenados, por ahora, a vivir en el azar del presente, como un barco a la deriva que el mar puede hacer zozobrar en cualquier momento, como un tren sin freno que se precipita hacia un posible abismo. Por lo tanto, la respuesta de la novela a la pregunta ¿qué hay después de la utopía? parece ser la grave incertidumbre en que ha caído el hombre contemporáneo.
Los detectives salvajes es en realidad dos novelas distintas. La búsqueda de la inmanencia del sentido de la vida, a la manera de la novela moderna, que convierte a los héroes en buscadores de la utopía, hace de la primera parte una sola unidad. Con la pérdida de la utopía comienza otra novela en la cual los héroes ya no buscan, sino que escapan de un continente absurdo, en una huida despojada de sentido o dirección. Ulises y Arturo dejan de ser detectives, se vuelven seres absurdos. Por eso, existen dos novelas en una sola o, mejor dicho, Los detectives salvajes mostraría el fin de la novela moderna entendida como una búsqueda, a la manera de Lukács, y el advenimiento de un tipo de novela caracterizada por la ausencia de esa búsqueda. El paso de una forma de recrear la realidad a otra forma de hacerlo tiene su explicación en el paso de la modernidad a la posmodernidad y en la condición absurda del hombre actual.
Preguntar hacia qué lugar nos dirigimos y cuál es el sentido de toda nuestra civilización en un mundo que carece de ellos es demasiado. No obstante, la pregunta que retumba en nuestros oídos cuando terminamos de leer la novela tiene que ser la de ¿si acaso la única certeza que tenemos es aquella que señala el agotamiento de todas nuestras certezas?