Shots de tequila
Cuando se habla de Las Vegas, se entiende que es el reino de la superficialidad, las apuestas, los matrimonios al vapor, las apuestas, los juegos de azar, las prostitutas y el reino de las drogas. Nadie va a esa ciudad norteamericana a meditar o a formar parte de un seminario espiritual.
Quienes fundaron ese lugar no pertenecían a la orden de las carmelitas descalzas ni tampoco lo hicieron los dominicos o los jesuitas. Sus proyectistas, si así les podemos llamar, y los realizadores, apoyados por todo tipo de autoridades, eran miembros de la mafia norteamericana con fuertes y estrechas ramificaciones con la siciliana. Esos pañales en los que nació esa ciudad en el desierto han sido siempre bien cuidados y arropados por los hijos de los padres fundadores, los cuales siempre han sido vistos como héroes que consumaron una hazaña mil veces elogiada al través del tiempo en el cine, series televisivas y en cientos de revistas y decenas de libros.
Pues a ese acrisolado sitio, el señor Felipe Calderón, jefe de las instituciones nacionales y responsable de la cruzada que el país lleva en contra de los criminales que controlan el narcotráfico de drogas, reyezuelos de la pornografía y la prostitución mexicana, sí, hasta allá se dirigió don Felipe. El motivo estuvo en recibir un premio, algo así como lo más bonito y lindo del turismo al cual nuestro país se hizo merecedor. Bravo.
Entrevistado en un gran salón por alguien que se hizo pasar por periodista, el señor Calderón se envolvió en la defensa de los iconos patrios y soltó algunas frases que suponían su auditorio estaba conformado por retrasados faltos de la mínima información. Ante ellos defendió el honor nacional y soltó frases que seguramente serán llevadas al mármol en alguna de las cámaras legislativas:
“Salvó en ciertas partes de la frontera —dijo—, donde hay algunos problemitas, el resto del país vive sereno y en calma”.
El entrevistador cerró los ojos seguramente para meditar profundamente lo escuchado y ya no quiso intervenir más mientras su entrevistado se servía con la cuchara grande: “Seguimos teniendo muchos turistas, tantos que suman millones. Como ejemplo ahí están los springbreakers [esas hordas de jóvenes y adolescentes que organizan coloridas orgías y se intoxican hasta la privación de los sentidos, como allá en Estados Unidos no lo pueden hacer], y añadió con amplia sonrisa el jefe de la nación:
“No han recibido más shots —disparos— que los de tequila”. Magnífico.
Espléndido el idioma inglés y todavía más afortunada esa alegoría al recibir el trofeo merecidísimo. Ojalá y los encargados de su imagen (así se dice de sus publicistas) difundan ampliamente la aportación de don Felipe a la historia contemporánea de nuestro país, pero sobre todo, hay que hacerlo entre los jóvenes, esos que ahora llevan sobre sus espaldas, el sobrenombre de ni-ni. Esos desamparados y marginados por un sistema donde muchos ya casi llegan a los seis mil pesos mensuales con los que resolverán sus vidas (véase el oportuno rollo del secretario de Hacienda).
Seguramente para ellos será un estímulo saber que las playas nacionales son ahora un cálido refugio para que jóvenes extranjeros vengan a ahogarse en diversiones, donde el alcohol y las drogas los llevan a caprichos carnales, que ellos no pueden pagarse pero que mucho honran en la numeralia turística mexicana.
Balazos de tequila, esos son los que reciben los jóvenes gringos. Metralla mortal con armas made in USA es lo que reciben los jóvenes mexicanos.
cremouxra@hotmail.com