LA REPÚBLICA

Pacto y petróleo

Humberto Musacchio

El Pacto por México no ha resuelto ningún problema de fondo, pero ha sido un tanque de oxígeno para el presidente Enrique Peña Nieto y para los dirigentes del PAN y del PRD, pues al primero le ha permitido transitar ocho meses vitales para la consolidación de su gobierno, en tanto que a Gustavo Madero y a Jesús Zambrano les ha dado a ganar un tiempo vital para mantenerse al frente de sus desastrados partidos.

En el balance hay que incluir la gubernatura de Baja California, entregada al PAN para obtener su adhesión a la reforma petrolera y para mantener a Madero al frente de su partido, en momentos en que se fortalece la oposición a su mandato, sobre todo por la animadversión que suscita el dirigente de los azules entre los paniaguados de Felipe Calderón.

En lo que respecta al PRD, si bien presentó pocas candidaturas propias, lo cierto es que perdió en todas las posiciones importantes y “sus triunfos” ocurrieron donde marchó aliado con Acción Nacional, y si bien ha tenido que conformarse con viajar en el furgón de cola, lo cierto es que tendrá algunas chambas que repartir y dinero, algo que el clan de Los Chuchos sabe manejar muy bien cuando se trata de comprar lealtades.

No es poca cosa ceder una gubernatura como la de Baja California, pero aun así, el balance es positivo para el gobierno federal, que ha convertido los partidos opositores en aliados en un punto clave como es la reforma energética, en la cual el PAN ha sido el gato que le ha sacado las castañas del fuego con su proyecto de reforma.

Hay una diferencia básica entre ir a la reforma con un proyecto del Ejecutivo o del PRI y sentarse a discutir una iniciativa de los azules, la que podrá experimentar cuanta modificación se acuerde en el Congreso hasta dejarla al gusto del cliente tricolor sin que éste tenga que pagar los costos políticos. La jugada puede ser redonda.

El PRD mantiene un pataleo que pronto habrá de terminar. Insistentemente amenazan los amarillos con abandonar el Pacto, pero no lo harán porque eso significaría quedarse fuera del juego, sin voz ni voto en la reforma que PAN y PRI con sus comparsas pueden sacar sin recurrir a la aprobación de los perredistas y sin la posibilidad, para éstos, de influir de algún modo en las modificaciones legales y hasta constitucionales. Por si algo hiciera falta, el PRD dejó de ser la poderosa fuerza electoral de hace un año. Hoy es un partido más de la chiquillada y su poder de negociación y su capacidad de maniobrar están muy menguados. Ya no es protagonista, sino simple músico de acompañamiento.