Conclusión del viaje del papa Francisco a Brasil
Bernardo González Solano
Jorge Mario Bergoglio Sivori, el cardenal que hace menos de un año todavía era el arzobispo de la diócesis de Buenos Aires, Argentina, hijo de inmigrantes pobres italianos nacido en la capital del país de las pampas, ahora el primer papa iberoamericano rebautizado por él mismo como Francisco, el lunes 22 de julio inició su primera visita a un país latinoamericano, Brasil, donde participaría en las Jornadas Mundiales de la Juventud durante toda la semana.
El sacerdote jesuita de 76 años de edad, sucesor del renunciante papa Benedicto XVI, sabe que la Iglesia Católica Apostólica Romana, ahora bajo su mando, sufre una grave crisis en todos los sentidos especialmente porque la jerarquía de la Ciudad del Vaticano se ha corrompido como en los peores momentos de su historia, que la feligresía ha disminuido verticalmente —en Brasil el fenómeno es gravísimo—, y que una de las vías para salvar los problemas de la Iglesia católica está en la atención a los jóvenes creyentes.
El mayor país católico del planeta
Brasil cuenta todavía con 123 millones de fieles, lo que hace que sea la primera nación católica del planeta, pero que en las últimas tres décadas ha cambiado radicalmente. Hace 30 años apenas, el 89% de los brasileños se declaraban católicos, y en 2010 este porcentaje cayó al 65%. Paralelamente, el número de evangélicos creció de 6% a 22% desde 1970. Ya son 43 millones, en su mayoría fieles a las iglesias de Pentecostés y neo Pentecostés. La última novedad del censo religioso, levantado cada diez años en Brasil, es el crecimiento de los que no profesan ninguna religión, pasó del 1.6% a 8%, en treinta años.
Durante mucho tiempo tierra de la Teología de la Liberación —doctrina que puso la lucha contra la pobreza, la ignorancia y la opresión en el centro de la actividad de la Iglesia—, Brasil tuvo las comunidades eclesiásticas de base, fundadas por los religiosos y laicos católicos para ayudar a los más desfavorecidos, pero perdieron el apoyo de la jerarquía, en un país en plena metamorfosis económica y social. El esquema urbano tradicional que ponía a la Iglesia en el centro de cada ciudad o aldea fue trastornado por el surgimiento de las caóticas favelas [ciudades perdidas] donde los evangelistas no dudan en instalar templos, junto a bares donde conviven todo tipo de seres humanos en condiciones inenarrables.
Mientras que los sacerdotes católicos —que viven cómodamente— privilegian los sermones desde el púlpito, los pastores evangélicos han levantado imperios mediáticos. Así, la Iglesia Universal del Reino de Dios distribuye gratuitamente en la calle un millón 800 mil ejemplares del semanario Folha Universal y controla la Rede Record, segunda cadena de televisión del país. En Río de Janeiro, más de un cuarto de las radiodifusoras FM difunden permanentemente mensajes evangélicos.
La cidade maravilhosa —Río de Janeiro, que canta el famoso Caetano Veloso: “coraçao do meu Brasil”— que recibió al papa Francisco a partir del lunes 22 de julio, es una lente de aumento de la realidad brasileña. Con solo el 55% de católicos, es la antigua capital del país la que ha sufrido el declive más acelerado de la religión. Por lo mismo, es la que continúa en ser más afectada por las manifestaciones de jóvenes, que exigen mejores servicios públicos, el fin de la corrupción, de los partidos políticos representativos y menos violencia policiaca.
Un reciente estudio titulado “Religión y sociedad” revela que para el 66% de los jóvenes católicos brasileños la principal preocupación es terminar con la miseria y la violencia en su país. Por eso no sorprende que durante su estadía en Río de Janeiro, Francisco visitara una favela, aunque elegida de antemano y vigilada por todos lados.
Al llegar, el vehículo papal cruzó rápidamente por el llamado complejo de favelas de la Maré, por la vía rápida llamada Linea Vermelha, frente al Parque Uniao, Nova Holanda, Baixa do Sapateiro, barriadas controladas por bandas de pistoleros. El fugaz paso del papa Francisco por esos lugares no remediará la triste situación de los habitantes de las favelas.
Ojo sobre el Continente Americano
Así, pocas Jornadas Mundiales de la Juventud acreditan su nombre como esta de Río de Janeiro. Brasil y el resto de Iberoamérica albergan la mitad de los católicos del mundo: las primeras Jornadas Mundiales de la Juventud tuvieron lugar en Buenos Aires en 1987, la ciudad de origen del ahora papa Francisco. En Brasil, el 40% de la población cuenta menos de 18 años de edad. En el cono sur del Nuevo Continente, como en Centroamérica y en México, lo que está en juego son los actos de evangelización, pero también la educación y la formación, y así la Iglesia católica podría enfrentar la creciente influencia de las sectas protestantes. Tarea nada fácil. El exarzobispo bonaerense lo sabe muy bien.
Por esto, desde hace tiempo, el Vaticano tiene puesto el ojo sobre el Continente Americano, tierra generosa y llena de promesas como pocas. Juan Pablo II hizo cuatro viajes a varios países en las tierras descubiertas por Cristóbal Colón; Benedicto XVI también viajó a esta parte del mundo durante su corto pontificado. De hecho, se dice que decidió renunciar al trono de San Pedro después de retornar de una gira por México y Cuba. El papa alemán vino por estos lares para clausurar una reunión del episcopado sudamericano cuya clave maestra fue, por casualidad, un cierto cardenal Jorge Mario Bergoglio, que más tarde sería su sucesor.
En tales condiciones, aunque arribo de Francisco a Brasil estuvo marcado por la confusión y los problemas de seguridad —aparte de que la policía arremetió contra las manifestaciones de protesta por los gastos del gobierno para recibir al Papa (63 millones de dólares, según se informó), desde antes de aterrizar en el aeropuerto Galeano/Antonio Carlos Jobim de Río de Janeiro, Francisco dirigió sus palabras a la población joven brasileña y a los muchachos católicos que llegaron de todo el mundo (hasta sumar más de millón y medio de personas), pues, antes que cualquier consideración, el sacerdote jesuita sucesor de San Pedro, sabe que la juventud de su iglesia es el único futuro del catolicismo.
Esperanza en la juventud
“La juventud es la ventana por la que entra el futuro en el mundo y que nos impone grandes retos… No traigo ni oro ni plata, sino algo más valioso, traigo a Jesucristo”, dijo el papa Francisco casi al inicio de su gira brasileña.
En el Palacio de Guanabara, ante la presidenta Dilma Rousseff, Jorge Mario Bergoglio —el primer jesuita en ocupar la sede petrina— pidió más atención hacia los graves problemas que sufre la juventud: “Ustedes suelen decir: los hijos son la pupila de nuestros ojos. ¡Qué hermosa es esta expresión de la sabiduría brasileña, que compara a los jóvenes con la abertura por la que entra la luz en nosotros, regalándonos el milagro de la vista! Por eso, mi esperanza es que, en esta semana, cada uno de nosotros se deje interpelar por una pregunta provocadora: ¿qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar?”.
Repitió el Papa: “La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos. Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio; tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser”.
Los expertos aseguran que estas Jornadas Mundiales de la Juventud marcarán la historia de la Iglesia católica y que el regreso del papa Francisco a su continente de origen señala que América Latina es el futuro del catolicismo. La elección del jesuita Bergoglio al papado corona cuatro siglos y medio de evangelización en Hispanoamérica. Cuando San Ignacio de Loyola (1491-1556), fundador de la Compañía de Jesús en 1540, aún vivía, los primeros misioneros jesuitas salían rumbo a América del Sur. El primero de ellos, el apóstol de Brasil, José de Anchieta, beatificado en 1980, fue enviado en 1540; redactó la primera gramática y el primer catecismo en lengua india, contribuyendo a fijar el tupi-guaraní como la lengua general de la colonia portuguesa. Estas son otras historias.