Gonzalo Valdés Medellín

Como decididos a encarnar en toda su magnitud la vanguardia más genuina del teatro mexicano actual, Laura Almela y Daniel Giménez Cacho retoman la mancuerna creativa que los ha unido para proponer de manera audaz y transgresora el montaje de una lectura sui generis de Macbeth, la clásica tragedia de William Shakespeare, que mucha miga para la reflexión da en tiempos de políticas convulsas y desmedidas revueltas a nivel mundial en estos tristes y agobiantes tiempos neoliberales.
Para nadie es nuevo descubrir los mecanismos de clarividencia sociopolítica implícitos en la obra shakespereana; y, sin embargo, no es sino en la realidad escénica —y literaria— que dicha clarividencia cobra matices de vigencia y elocuente discurso en torno a las redes que tejen la ambición, el crimen, la mentira y toda la larga carrera de yerros humanos que conllevan a la lucha despiadada por el poder.
Daniel Giménez Cacho y Laura Almela han sabido destacar en su lectura la vena crítica de ese Shakespeare que siempre tuvo el ojo puesto en el poder, pero para evidenciarlo, destazándolo, denunciándolo, advirtiéndolo desde una gravedad que de pronto es demoledora y, también, intensamente reveladora de que, al paso de los siglos, los juegos por el poder no han perdido sus tintes macabros, ni sus razones maquiavélicas (por no decirles, malévolas). Ricardo III, Coriolano, Julio César, El rey Lear… la lista sería larga, la lección una sola: la visión preclara de la lucha entre el Bien y el Mal.
En el contexto del México actual, debatido entre la verdad y la mentira, la corrupción y el fraude, la desesperanza y la traición, el crimen y la retórica del vicio —diría sor Juana—, un texto como Macbeth está destinado a ser espejo mismo de nuestra circunstancia histórica, de nuestro aquí y nuestro ahora y, por ello mismo, Giménez Cacho y Almela no necesitaron transpolar épocas ni tiempos; y decidieron hacerle frente —desde su origen mismo— a un Macbeth que parecería ser un juguete performático de dos actores que utilizan la poesía dramática para hacer alarde, en buena lid, de su propia grandeza histriónica, de sus admirables cualidades como actores que registran no sólo tonos humanos, sino animales, golpes sonoros… e incluso, llegando a convertirse en luz y sombra de la propia escenificación (su representación).
Grandeza actoral que no va desligada de un discurso que se quiere deliberadamente una aguda crítica en contra de los sistemas políticos opresores y en contra de las oligofrenias incontenibles, pero además, yendo a la médula de cada personaje hasta hacerlo de carne y hueso, y de teatralidad deslumbrante.
Y es así que el proyecto se vuelve increíble en una primera mirada del espectador, porque parecerá increíble que sólo dos actores den cuerpo y pongan de pie una obra de tan compleja estructura, de tantísimos personajes y cambios de escenario; que va lo mismo a lo épico que a lo íntimo… Y sin embargo, Giménez Cacho y Almela se mueven con gran agilidad interpretativa, con energética fibra, ilustrando con persuasión dramática —únicamente— cada secuencia marcada por la multitudinaria narración, o todo acercamiento a los diversos personajes.
Y llega uno a la conclusión que sólo la locura, la pasión, el amor desbordado por el teatro, y la rebeldía ante un mundo obtuso, pueden impulsar a dos mortales actores a internarse en ese inmortal infierno de Macbeth, haciendo todo, creando todo, convirtiéndose en los ojos del espectador que lee a través de las pupilas de esos dos eminentes actores, de esos dos locos artistas que nos entregan la fuerza de su creatividad, de su ingenio, de su sagacidad y valentía, para lo mismo montarse en un caballo, como niños que juegan, y hacerlo verificable escénicamente, que volverse tormenta y alud de polvo en otras secuencias de tremenda conformación dramática… Y en palabras, palabras, palabras que nos hieren, zahieren y azotan en nuestras conciencias.
Daniel Giménez Cacho y Laura Almela son la confirmación clara de que la vanguardia teatral existe, cuando no se abandera el artista como vanguardista, sino cuando decide romperse el alma por su arte, cuando arriesga y deja sangre, sudor y lágrimas regadas por el escenario; y este es el caso de esta puesta en escena no sólo memorable ya, sino aleccionadora y magistral, porque en sus resultados sólo vemos la genuina garantía estética de dos artistas de pureza expresiva y madurez emocional extraordinarias: Laura Almela y Daniel Giménez Cacho, maestros.
Un escenario vacío nos enfrenta al milagro del teatro, del gran teatro del mundo que se escenifica en la mente y el corazón del hombre del siglo XXI, en una muestra del más relevante teatro mexicano de nuestro tiempo.
La tragedia de Macbeth, versión, actuación y dirección de Laura Almela y Daniel Giménez Cacho, se representará en el Teatro El Milagro (Milán 24, colonia Juárez). Breve temporada hasta el 25 de agosto. Jueves y viernes 20:30 horas. Sábados 19:00 horas. Domingos 18:00 horas.