PAN-PRD: cinismo y falta de escrúpulos
René Avilés Fabila
Conforme se acercan las elecciones para nuevo gobernador del Estado de México, el PRD se deslava: del rojo que pretendió ser, hoy lo vemos apenas de tímido rosa mexicano. Nadie que vaya aliado una y otra vez con el PAN, ése sí la derecha, puede verse a sí mismo como progresista, menos en la izquierda. Por aplastada que esté a escala internacional, no es posible encontrar puntos de contacto con un conservadurismo rancio, histórico, de infames recuerdos y posturas lamentables como es el PAN y sus antepasados. Cuando Jesús Ortega declaró que el PAN era de centro y en consecuencia lo que el partido hacía era una alianza centro-izquierda, fue un certero golpe a la inteligencia y al sentido común.
Si se trataba de sobrevivir, como los teóricos del PRD han declarado, pudieron buscar otras posibilidades y no convertir al PAN en un partido progresista. El problema es que ahora el odio hacia el PRI, los deseos de venganza de algunos grupos perredistas como el encabezado por Manuel Camacho y Marcelo Ebrard, los han llevado a una desesperada búsqueda de acuerdos para derrotar al PRI, como ya lo han hecho en sucesivas ocasiones, siempre con candidatos renegados del priísmo. En términos reales, el PRD de Jesús Ortega ha echado por la borda su capital político. Tarde o temprano lo podrá comprobar. La vergüenza de haberse aliado con la derecha y la extrema derecha que coexisten en el PAN, acabará por consumirlo. Lo único que tienen en común el PAN de Felipe Calderón y el PRD de Manuel Camacho y Marcelo Ebrard es el odio hacia el PRI. No hay ningún proyecto político de envergadura que presentarle, sólo deseos de venganza. A la entrada de ambos partidos deberían poner un letrero visible: Se recibe cascajo del PRI para derrotar al PRI, como sugiere el columnista Ricardo Alemán.
Mientras que internamente discuten la necesidad de una alianza con Acción Nacional, los perredistas no se percatan que sus más honestos militantes y activistas, sus mejores simpatizantes, poco a poco se alejan, ponen distancia. ¿Cómo seguir a un partido que olvidó los agravios panistas, que se ha acercado peligrosamente al conservadurismo, a la reacción nacional y que fraternizan con ella cuando por años les dijeron que eran parte de una mafia que les arrebató de mala manera la presidencia de México? En este contexto, pareciera, pero sólo pareciera, que López Obrador tiene razón al retirarse y mostrar total desapego a las alianzas PAN-PRD, pues ya antes validó la que llevó a Gabino Cué al poder.
No cabe duda, el camino hacia la perversión política estaba garantizado desde el año 2000, cuando no supimos qué hacer con la alternancia, pero con las alianzas PAN-PRD el proceso ha sido veloz e inimaginable en sus costos a mediano y largo plazos. Nada queda de positivo en el PRD, el PAN se muestra por completo cínico y falto de escrúpulos. ¿Tendrá éxito su coalición para enfrentar a los caciques? Lo dudo. Lo que sí requerimos es que quienes se quedaron colgados de la brocha por causa de esta extraña coalición, ya no hablen más del complot para dominar a la patria encabezada por el PRIAN. ¿No acaban de percatarse de que lo único real, palpable, es el amor PAN-PRD? La otra pregunta es: ¿qué harán aquellos que pensaron que el PRD era la izquierda, a dónde irán?
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