Odalys Buscarón
La iniciativa de Rusia para un control internacional de las armas químicas en Siria contuvo de momento los preparativos del presidente estadounidense, Barack Obama, para una intervención militar directa contra el país árabe.
El bramido de los tambores de guerra desde Washington, con ecos en Londres y París, hizo que el tema sirio dominara el acontecer mundial, al punto de imponerse en la agenda de la cumbre de líderes del G-20, celebrada recientemente en San Petersburgo.
Nada sería más apremiante que evitar otra guerra, e impedir el menosprecio al derecho internacional y a la Carta de la ONU, luego de la tragedia en Irak, originada por la intervención de fuerzas extranjeras, capitaneadas por Estados Unidos, en 2003. Sobre las autoridades de Damasco pende la misma espada por el supuesto uso de armas químicas. Francia y Reino Unido insisten en responsabilizar únicamente al gobierno sirio, sin mostrar evidencias convincentes.
Ante el anuncio de un supuesto golpe militar limitado contra Damasco, en voz de Obama, el representante permanente de Rusia ante Naciones Unidas, Vitali Churkin, dio la alerta roja a la comunidad internacional, de que un paso así quebrantaría el derecho internacional.
“Son los propios sirios, quienes deben resolver la crisis mediante el diálogo y la conciliación nacional, sin injerencias externas”, ha reiterado el canciller ruso Serguei Lavrov.
Moscú ha desplegado su ofensiva diplomática alrededor de la convocatoria de una segunda conferencia internacional en Ginebra, saboteada por Estados Unidos y Occidente, con su espaldarazo deliberado a la subversión armada. En San Petersburgo, en opinión de numerosos observadores, Obama intentó secuestrar el tema sirio, y convencer a los socios del club de las economías más grandes en la necesidad de una respuesta fuerte a Damasco.
Entre los líderes presentes, 10 se unieron a la firma de la declaración, encabezada por Washington, dividiendo a las claras al G-20, en dos bandos. Al coronar la cumbre con una rueda de prensa, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, aseveró que son muchos los que en el mundo rechazan una intervención en Siria.
Mencionó a los socios del Grupo Brics (Brasil, India, China y Suráfrica) al lado de la posición rusa, además de Argentina e Indonesia, entre otros. Declaró que el ataque con armas químicas (alusivo a los hechos del 21 de agosto, en las cercanías de Damasco) era utilizado por los aliados occidentales como excusa para atacar el gobierno del presidente Bashar al Assad.
Putin afirmó sin ambages que Rusia “ayudará a Siria si se produce una agresión” contra ese país, bajo el pretexto del supuesto empleo de armas químicas por su gobierno. El mandatario se limitó a explicar que Moscú lo haría en el mismo formato de cooperación, como hasta ahora.
La iniciativa rusa abre una esperanza
Para el titular del comité de Relaciones Internacionales de la Duma estatal, Alexéi Pushkov, la propuesta rusa formulada por el canciller Lavrov crea un buen fundamento para rebasar la fragmentación en la comunidad internacional, respecto a Siria.
Lavrov presentó en días pasados la iniciativa de someter a control internacional los arsenales químicos de ese país, en momentos de alta tensión por las desafiantes amenazas de la Casa Blanca y aliados. “Si un control internacional sobre las armas químicas en Siria puede evitar un golpe militar contra ese país, Rusia está dispuesta de inmediato a incorporarse a ese trabajo, en esa dirección, aseguró el ministro de Exteriores”.
La intervención urgente del jefe de la diplomacia rusa ocurrió luego de las negociaciones oficiales con su par sirio, Walid Muallen, en Moscú. El plan implica un compromiso de Damasco, con la destrucción de las armas químicas y la adhesión al Tratado de eliminación de ese tipo de armamento prohibido por la convención internacional. Muallen aseguró que su gobierno acogió con beneplácito la propuesta rusa.
Dos días después, la Cancillería entregó a Estados Unidos detalles de la hoja de ruta -diseñada de conjunto con la parte siria- sobre el proceso de traspaso a supervisión internacional de los arsenales existentes.
Pushkov, quien denominó a Obama el “presidente de la guerra” y el “segundo Bush”, sostuvo el criterio de que la iniciativa de Moscú pone a prueba a Estados Unidos.
Vale preguntarse, sugirió el también analista, si la administración norteamericana deseará realmente eliminar el uso de armas químicas en Siria, o seguirá interesada en un cambio de régimen en Damasco.
Durante los dos años del conflicto sirio, Estados Unidos se ha ocupado del derrocamiento del gobierno del presidente Bashar Al Assad, recordó el diputado.
La reunión de Lavrov y el secretario norteamericano de Estado, John Kerry, en Ginebra, es otra luz de esperanza en el compás de espera por una salida negociada al conflicto sirio.
Según Pushkov, a partir de la respuesta norteamericana, el mundo podrá juzgar sobre las verdaderas intenciones y propósitos de la política exterior de Estados Unidos en la cuestión siria.