El rector de la UNAM, José Narro Robles, explicó el origen de la crisis del país como producto de la “incapacidad de los mexicanos para articularnos alrededor de un proyecto nacional, que hace falta”.
Narro Robles abre con esta frase una nueva página en los miles de análisis que hoy se hacen para tratar de explicar lo que está sucediendo. Efectivamente, los mexicanos —por primitivismo o inmadurez— somos una especie de pueblo discapacitado por carecer de una clara conciencia nacional que nos permita unificar voluntades para resolver problemas.
Ineptitud que nos ha llevado en estos días hasta la orilla de un vacío por el que podemos rodar, como país, en cualquier momento; sin que nos demos cuenta del riesgo, ni de las consecuencias que puede tener esa caída.
La reflexión de Narro Robles se produce en un contexto cada vez más peligroso para la UNAM por la pretensión de la CNTE de extender hasta el campus universitario el conflicto magisterial, y cuando Andrés Manuel López Obrador construye un movimiento en contra de la reforma energética con un propósito evidentemente desestabilizador.
El discurso del rector —pronunciado en el marco del centenario de la Hemeroteca Nacional de México— es un grito de emergencia. “Nuestro país —dijo— tiene muchos problemas. De pronto parece que las lecciones del pasado no las terminamos de aprender, no hacemos lo necesario para modificar esas actitudes ni resolvemos los pendientes históricos ni nos ponemos de acuerdo en cuál es el camino que debiéramos transitar”.
La Universidad, agregó, es “delicada” y “sensible”, por lo que se le debe cuidar. Lo que debería ser interpretado como un llamado a los principales líderes para evitar lo que Narro Robles, desde el espacio sensible de la UNAM, ve venir: un río revuelto que avanza y crece, que arrastra todo lo que encuentra a su paso y que puede provocar un desbordamiento —a propósito de inundaciones— de incalculables consecuencias.
La polarización que existe en torno a la reforma energética exhibe, precisamente, la incapacidad de los mexicanos para ponernos de acuerdo en un tema de interés nacional, y la vocación suicida —por no decir criminal— de quienes la utilizan para acrecentar su poder político y social.
Cuando Cuauhtémoc Cárdenas participó en el foro —fallido— sobre reforma energética en el Senado de la República, muchos quisimos ver en el ingeniero la esperanza de una izquierda capaz de saltar a un nivel más avanzado del pensamiento progresista. De tener el valor de desbaratar los monstruos ideológicos construidos y utilizados por AMLO y el fanatismo intolerante como instrumentos para manipular a las masas.
Una izquierda de avanzada, supondría poder saltar a una escala de mayor evolución política donde la reforma constitucional a los artículos 27 y 28 encuentre puntos coincidentes que satisfagan a las partes, deje de ser utilizada como amenaza contra la paz y se convierta —como lo asienta Narro Robles— en una clara muestra de articulación nacional.