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Hasta nuevo aviso

Bernardo González Solano

Como si se tratara de un changarro de barriada, la mayoría de las oficinas del gobierno federal de la Unión Americana colgaron, a las 01 horas del martes 1 de octubre, en la ventanilla de atención al público el temido letrero: “Hasta nuevo aviso, cerrado por falta de presupuesto”.

El gobierno de Barack Obama quedó en punto muerto. La distancia entre la Cámara de Representantes y la Casa Blanca nunca había sido tan grande. En principio, el pulso entre parte del Poder Legislativo y el Ejecutivo en la patria del Tío Sam lo ganó el primero, aunque, para bien de todos los estadounidenses, lo urgente es que muy rápido ambas partes se sienten a negociar tanto el proyecto de presupuesto como la ampliación del techo de la deuda en menos de quince días, pues de no hacerlo entonces el último imperio de la Tierra sí estaría en graves problemas, ya que no podría pagar sus infinitos compromisos, tanto en lo interno como en el resto del mundo.

La última ocasión que sucedió algo parecido fue hace más de 17 años, durante la administración de Bill Clinton. La victoria pírrica de los republicanos les costó muchos dividendos. Desde 1976, el gobernó federal ha cerrado 17 ocasiones. La última durante 21 días, de diciembre de l995 a enero de 1996. En aquella ocasión los protagonistas fueron el congresista republicano Newt Gingrich y el presidente William Jefferson Clinton.

Mientras el enfrentamiento político entre la Cámara de Representantes y la Casa Blanca se dirime, el cierre de buena parte de la administración pública supondrá un duro golpe para la economía del vecino del norte, que creció a un ritmo anual de 2.5% en el segundo trimestre de 2013 y con titubeos avanza en el camino de la recuperación. El costo de la suspensión de las actividades del gobierno federal dependerá de su duración.

Así las cosas, inquieta a republicanos menos agresivos que los derechistas del Tea Party, pues advierten que la no aprobación del presupuesto de Obama podría poner en peligro el próximo año la mayoría conservadora en la Cámara de Representantes y alejar la reconquista de la Casa Blanca en 2016, apenas a tres años de distancia. Tal parece que esas posibilidades no arredraron a los diputados radicales, cuyos votantes se manifiestan a favor de derogar la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible (conocida popularmente como Obamacare), que en algunos sectores —no mayoritarios— es impopular.

Las últimas encuestas indican que menos de la mitad de los estadounidenses cree que la reforma sanitaria de Obama tendrá un impacto negativo sobre la sociedad. Y menos de una cuarta parte de los votantes está a favor de la estrategia del Partido Republicano.

Por otra parte, a partir del martes 1 de octubre y hasta fines de marzo de 2014, Obama abrió los llamados mercados de seguros médicos, una disposición de la reforma sanitaria del primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos que facilitará un seguro médico a millones de ciudadanos sin cobertura. En la Unión Americana casi 48 millones de personas no cuentan con seguro que cubra sus gastos médicos. Con estos mercados hay la posibilidad de inscribirse en más de 50 planes privados, antes de que entre en vigor, el mes de enero próximo, otra disposición oficial que ordena la obligatoriedad del seguro médico.

El crítico panorama del vecino del norte no termina con los diferendos sobre el Obamacare. La batalla por el cierre de la administración pública es sólo el principio de una pugna mucho más relevante: la que demócratas y republicanos librarán en los próximos días alrededor del techo de la deuda. El martes 17 de septiembre, el secretario del Tesoro, Jacob Lew, recordó que ese techo es de 16.7 billones de dólares, que se alcanzó en mayo último, y que las medidas extraordinarias para evitar un default (no pagar, ponerse en mora) se agotarán a mediados del presente mes de octubre. Asimismo, Lew advirtió que el país entraría en suspensión de pagos a partir del jueves 17 de octubre si demócratas y republicanos no llegan antes a un acuerdo.

El Tío Sam ya estuvo a punto de entrar en suspensión de pagos en el verano de 2011. El abismo se salvó entonces porque los republicanos aceptaron elevar el techo de deuda a cambio de aprobar unos recortes automáticos que no entraron en vigor sino hasta la primavera de 2013. Ahora, no es fácil que el Ejecutivo haga una concesión similar sobre la reforma sanitaria. Entre otras cosas porque se trata del gran logro legislativo de Obama y porque el Tribunal Supremo puso en claro ya que se trata de una reforma constitucional; hasta el momento, el principal triunfo legislativo de Obama.

Si los republicanos quieren reformar la Affordable Care Act, explicó Obama, que lo hagan pasando antes por las urnas y ganen la presidencia. Mitt Romney, el excandidato republicano a la presidencia, rival del afroamericano demócrata, usó como bandera de campaña la revocación de la ley sanitaria y no recibió el respaldo de la mayoría de los electores estadounidenses.

Asimismo, una vez que parte del gobierno bajó la cortina, el mandatario estadounidense —ante el fracaso del Congreso para evitarlo— envió, como única respuesta, un video de tres minutos a las tropas en lugar de a los legisladores, en el que no hace ninguna referencia a los republicanos. En el video, Obama dice: “Desafortunadamente el Congreso no ha cumplido con su responsabilidad… No pudo aprobar un presupuesto y, como consecuencia, gran parte de nuestro gobierno ahora debe cerrar hasta que el Congreso lo financie de nuevo”.

Afirmó que las tropas en Afganistán y en otros lugares se quedarán en sus puestos; señaló que el lunes 30 de septiembre firmó una ley para asegurarse de que la milicia reciba sus salarios a tiempo. Resulta, por mera curiosidad, que ese proyecto de ley del Partido Republicano se presentó en la Cámara de Representantes y fue aprobado por el Senado, lo que refleja una medida poco común de acuerdo entre demócratas y republicanos: nadie quiere ser culpado de que los soldados no reciban su paga. Un millón 400 mil estadounidenses son activos en las fuerzas armadas, así como el personal civil de apoyo de agencias como la Guardia Costera. Al fin y al cabo, la estadounidense es una sociedad cien por ciento militarista. Los republicanos son reaccionarios, no tontos. Bien se dice que no hay borracho que coma lumbre.

A partir del primer minuto de la medianoche del lunes 30 de septiembre, más de 800 mil trabajadores de la administración federal —cuyas labores se consideran no esenciales— fueron enviados a sus casas en descanso forzado y varios millones de personas continuarán trabajando sabiendo que no van a cobrar. Los republicanos optaron por seguir la línea dura de su partido que libra una batalla ideológica —con tufillo racista, pues si Obama fuera blanco no habría tanto encono— contra la reforma sanitaria del afroamericano que ya beneficia a más de 100 millones de estadounidenses. ¿Hasta cuándo? Eso no se sabe. ¡Ojalá y sea muy pronto! Lo cierto es que el gobierno de Obama está al borde del colapso.