Informó la Administración Nacional Oceánica y de la Atmósfera (NOAA, por sus siglas en inglés) que este año, el área del agujero de ozono sobre la Antártida se redujo, y es una evidencia alentadora de que funcionan las medidas para frenar su extensión.
Johnson trabaja con un equipo de la NOAA y del Instituto Cooperativo para la Investigación en Ciencias Ambientales (CIRES) de la Universidad de Colorado en el seguimiento y comprensión del comportamiento de la capa de ozono en la región del Polo Sur.
El agujero de ozono sobre la Antártida comenzó a hacer una aparición anual en la década de 1980, provocado por el cloro liberado de sustancias químicas sintéticas llamados clorofluorocarbonos (CFC).
De acuerdo con las observaciones de la NOAA, los niveles de cloro en los polos alcanzaron su máximo a principios de la década pasada y ahora están en declive.
Cuando las condiciones son adecuadas, como las que se presentan en la primavera antártica, el cloro de los gases que agotan el ozono pueden romper rápidamente las moléculas de ozono, provocando la reducción de su capa sobre la Antártida a la mitad, en tan sólo un par de semanas.
Los informes meteorológicos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) reportaron que el agujero de ozono sobre la Antártida se extendía a 19 millones de kilómetros cuadrados a finales de septiembre pasado, aproximadamente del tamaño de Estados Unidos y Canadá juntos.
Los niveles de ozono en el Polo Sur siguen registrando una reducción en cada primavera antártica, cuando se da en la atmósfera una coincidencia de factores ambientales y de sustancias químicas hechas por el hombre, que provocan reacciones que se come la capa protectora de ozono.
De acuerdo con la NOAA, este año los niveles de ozono no cayeron tan bajo como lo han hecho en los últimos años, al reducirse solo a cerca de 25 unidades Dobson (DU) a finales de septiembre entre los siete y los 20 kilómetros de altitud. En años anteriores, se registraron desplomes a menos de 10 DU.
En el comunicado, la NOAA expresó su optimismo de que esta sea una señal de la eficacia del Protocolo de Montreal, que probablemente muestre signos de recuperación del agujero de ozono sobre la Antártida durante la próxima década.


