ISAGOGE
Se niegan Alemania, Argentina e Italia darle sepultura
Bernardo González Solano
Aunque la Segunda Guerra Mundial terminó hace 68 años, en Alemania y en otros países del Viejo Continente ese sangriento conflicto dejó muchísimas heridas abiertas que no logran sanar y todavía supuran casi con el simple roce de la mano. Trátese del fallido entierro del cadáver de un criminal de guerra que celebró el centenario de su nacimiento —excapitán de las tenebrosas SS hitlerianas, Erich Priebke, uno de los responsables del asesinato en 1944 de 335 personas (75 judías) en las Fosas Ardeatinas, en Roma— o de la aparición de una novela (que en pocos meses ha vendido más de 750 mil ejemplares sólo en las librerías alemanas) que versa sobre el regreso de Adolfo Hitler a su patria en pleno 2011 en la época de la avasalladora Ángela Merkel, que arroja sombras sobre el presente de Alemania y otras partes.
El autor del libro, un periodista germano de 46 años, Timur Vermes, originario casualmente de la ciudad de Nuremberg —donde tuvieron lugar los históricos juicios que pusieron en el banquillo de los acusados a varios de los principales jerarcas nazis, con excepción del Führer, que se suicidó al saberse derrotado, en compañía de Eva Braun— tituló su novela con una frase redonda: Er ist wieder da (Ha vuelto, en castellano, y en italiano, Lui e tornato, idiomas a los que ya se tradujo el libro).
A primera vista, la suspendida inhumación del cuerpo de Priebke (impedida por el gobierno de Roma, donde murió el viernes 11 del presente mes; no aceptada por Argentina, donde pasó media vida escondido, ni en Berlín, capital de su patria de origen) parece que no tiene nada que ver con la aparición de la novela de Timur Vermes, la sensación literaria del momento en tierras germanas. Pero no es así.
Este éxito es explicable y predecible en un país profundamente interesado en su vergüenza nacionalsocialista y, sobre todo, en el personaje identificado como el Führer, del que los alemanes no parecen tener suficiente.
Encarando el pasado
En tierra de filósofos esto es inobjetable. Para eso, los germanos se pintan solos. El concepto de Vergangenheitsbewältigung (que algunos traducen al español como encarando el pasado y otros como la superación del pasado mediante su revisión permanente) es explicado en esencia por el periodista y escritor argentino Patricio Pron (Rosario, 1975), doctorado en filología románica por la Universidad Georgia Augusta de Gotinga, Alemania: “Hitler sigue estando presente en la sociedad alemana y su figura es el espacio en el que se disputa la batalla por el sentido histórico… [lo que] articula la visión alemana de su historia nacional, requiere que las nuevas interpretaciones se produzcan de manera continua en forma de documentales y libros, así como de la discusión en todos los ámbitos de la sociedad”.
Y una de esas discusiones es precisamente la del entierro del cadáver de Priebke. Alemania se negó a aceptar los restos mortales del criminal nazi. Y en Italia, por razones directas, tampoco quieren que el excapitán de las odiadas SS descanse en paz en una tumba común y corriente.
Todo indica que, por lo menos, en el cementerio de Henningsdorf, a pocos kilómetros de Berlín, localidad natal del fallecido, no lo hará. En Argentina, ni hablar. Priebke murió a los cien años de edad bajo arresto domiciliario en Roma, tras ser condenado a cadena perpetua en 1998, como uno de los responsables por la matanza de las Fosas Ardeatinas —minas abandonadas en el extrarradio de Roma— donde fueron llevados 335 italianos (75 judíos) como represalia por la muerte de 31 policías germano parlantes de la 11 compañía del tercer batallón del Polizeiregiment Bozen, más dos civiles italianos, ejecutados por partisanos del Grupo d´Azione Patriottica en la Via Rasella de Roma, el 23 de marzo de 1944, donde en grupos de cinco ejecutaron a los detenidos con tiros en la nuca. Dinamiteros alemanes sellaron posteriormente las minas. Después de la guerra, se convirtieron en un santuario para recordar los hechos.
De tal forma, los restos del oficial nazi —que fue destinado a Italia con el rango de capitán de las SS en 1943—, que nunca se arrepintió ni lamentó lo ocurrido, han suscitado controversia después de su muerte. La Iglesia católica le niega funerales religiosos públicos en Roma, donde se prohibieron sus exequias y los familiares de las víctimas reclaman su incineración.
“Si no hay otra solución, habría que proceder a incinerarlo y a dispersar sus cenizas como ellos hicieron con nuestros abuelos”, declaró Riccardo Pacifici, presidente de la comunidad judía de Roma. El director del Centro Simon Wiesenthal, Efraim Zuroff, que lucha para que los criminales nazis aún con vida respondan de sus crímenes, también ha propuesto cremarlo en Alemania, que tiene “las leyes idóneas para evitar que los funerales y la inhumación se transformen en un espectáculo de neonazis”.
Respecto al ligar de su inhumación, hasta el momento de redactar este reportaje aún persistía la duda. Paolo Giachini, el abogado y amigo de Priebke, quizás el último que le quedó, anunció que sería enterrado junto a su mujer, en San Carlos de Bariloche, Argentina, donde se escondió después de la guerra y donde vivió durante más de cuatro décadas, pero las autoridades locales se negaron a que el criminal nazi fuera inhumado en tierra argentina.
Decisión de la familia
El propio Giachini mencionó la posibilidad de enterrar a su defendido en el cementerio militar alemán de Pomezia, cerca de Roma. También el representante de la asociación de veteranos del ejército británico Italy Star Association 1943-1945, Harry Shindler, propuso, con muchas críticas, esta posibilidad, argumentando que dicho camposanto es “prácticamente territorio alemán y ningún italiano puede decidir sobre un territorio regulado directamente por Alemania”, pero un responsable ha señalado a la agencia de prensa AFP que era imposible porque Priebke no había muerto en combate.
Un portavoz del ministerio de Asuntos Extranjeros alemán comentó: “puede ser enterrado en Alemania… pero el gobierno no tiene motivos ni razones para pronunciarse sobre el lugar donde debería ser enterrado. No hay ninguna solicitud oficial por parte de las autoridades italianas. Es una decisión que los próximos a Priebke deben tomar”.
El domingo 13, militantes del movimiento fascista Militia intentaron depositar un ramo de flores bajo las ventanas del departamento donde vivía el condenado a cadena perpetua, pero la policía se los impidió.
A su vez, muchas voces, sobre todo entre la comunidad judía romana, se levantaron para pedir que el 16 de octubre se celebrara el 70 aniversario de la deportación de un millar de judíos del gueto de Roma.
Asimismo, el alcalde de la capital italiana, Ignazio Marino, rechazó la idea de un entierro del criminal de guerra por motivos de orden público. El prefecto de la policía romana, Fulvio della Rocca, prohibió por su parte, también por razones de orden y de seguridad, toda ceremonia pública de exequias para Priebke en toda la provincia de Roma.
Finalmente, la familia del criminal nazi pareció haber llegado a un acuerdo: el cadáver del excapitán de las SS sería enterrado en un lugar secreto. Decir que sólo parece se debe a que la comunicación del acuerdo fue realizada el sábado 19 por el abogado Giachini, protagonista de la ceremonia de la confusión organizada alrededor de la muerte del nazi.
De acuerdo con el defensor, “la historia está resuelta”. El excapitán sería enterrado en un sitio secreto, en Alemania o en Italia, pero no en la ciudad de Roma, por prohibición oficial expresa.
El abogado aprovechó el momento para denunciar que el cadáver había sido robado y exigió su inmediata devolución a la familia. Entonces, el prefecto de Roma, Giuseppe Pecoraro, respondió a la bufonada con un ultimátum: o encontraba rápida y discretamente una sepultura o las autoridades italianas resolverían de una vez por todas el escandaloso asunto.
Como colofón de esta truculenta historia, hay que decir que Priebke nunca pidió perdón por los asesinatos de las Fosas Ardeatinas porque, según dijo: “La ejecución fue una cosas terrible, pero era imposible negarse. Eran órdenes directas de Hitler…”

