Carlos Olivares Baró

Pablo Milanés (Bayamo, 1943) es uno de los grandes músicos latinoamericanos de los últimos cincuenta años. De formación autodidacta —su madre lo obligaba a cantar cuando era niño—, introdujo “un nuevo modo dentro de la canción cubana, desde inicios de la década de los sesenta, ensamblando elementos procedentes de la música universal con formas eminentemente criollas” (Helio Orovio). Posee capacidad natural para pasearse airoso, por diferentes géneros de la música popular caribeña: el bolero/filin, el son, la canción trovadoresca, la guaracha, el guaguancó, la “nueva canción”, el danzón, la guajira, el bolero mexicano, el joropo, la bomba, la plena… Bolerista de fraseo privilegiado: las interpretaciones que ha hecho de algunas piezas del filin (“Novia mía”, “Si me comprendieras”, “Palabras”, “Deja que siga solo”, “Tú no sospechas”…), son excepcionales.
Milanés ha sabido conjugar con inteligencia, algunas inflexiones de José Antonio Méndez, Benny Moré, Pacho Alonso, Vicentico Valdés, Ignacio Villa y Antonio Machín, hasta convertirse en un vocalista de imaginativa alocución. Sonero más que todo, el autor de “Mírame bien”, con setenta años en sus espaldas, demuestra que sigue siendo una de las voces más privilegiadas del cancionero latinoamericano, y uno de los compositores, que mejor ha resumido la tradición trovadoresca, sonera, bolerística/filin y rumbera dentro de la nueva canción cubana.
Renacimiento (Universal Music, 2013): formato orquestal de voz líder (Pablo Milanés), piano/programación de teclados, sax (tenor y soprano), flauta, bajo, batería, percusiones, güiro, tambores batá, bongó, triángulo, cajón, shekere, tumbadora, quinto, güira, violines y coro. Instrumentistas que conocen muy bien los fueros melódicos/rítmicos del compositor de “Canción”, y saben trazar con tino las conformidades armónicas de cada tema, sobre todo el pianista Núñez, el violín Dagoberto González Jr. y el sax, ex Irakere, Germán Velazco.
Inicia la placa con “En Paz” —musicalización de un poema de Amado Nervo—: vigencias melódicas/rítmicas del Milanés de los años 70/80: balance de prosodia filinesca, preludios soneros y acústica trovadoresca. Prosigue “Apocalipsis”: prólogo de conformidad barroca (contrapunteos que hacen referencia a “Ya ves”) sustentada por bocetos de flauta, violín y piano que encallan en concordias de habanera/danzón. “Dulces Recuerdos” irrumpe en tonalidad de marcha/vals: progresión melódica en figuraciones de rondó protagonizadas por el piano hasta bifurcarse en un son/guaguancó de suculenta invitación bailable. Interludio: “Los males del silencio”: ostinato de la batería en redoble de cepa extremeña y empalmes bachianos del violín que ilustran unas sublimes cuartetas de resoles martianos.
“Cual si fuera a morir esta mañana”: evansiano preámbulo del piano que da entrada al fraseo de Pablo en demarques de modulaciones que recuerdan a José Antonio Méndez desde apunte filinesco/jazzístico del sax soprano. “Homenaje al changüí”: guajeo de sabrosos compases en el que el bongó repica a contratiempo cruzado, los violines charanguean con excitante fragor, el piano en proceloso tumbao y el sax soprano en solo espléndido. Momento culminante del álbum, que pone a mover el esqueleto al más tieso de los mortales, bajo acompasada tromba.
“Lamento” inunda los resquicios en apuntes neoclásicos de Núñez y modulaciones de mansas inflexiones: concordias muy apegadas a los timbres de la Nueva Trova. “Canto a La Habana”: preludio en clave de guaguancó protagonizado por despegados clústeres en staccato del piano y quinto solariego con asomos de conga santiaguera. Cierre con “Amor de otoño” y “El otoño del amor”: dos composiciones que se despliegan en el azogue de un espejo de ánimo bachiano/mozartiano de incitante timbre trovadoresco. Pablo Milanés, otra vez, renaciendo en un CD de madurez concluyente. Renacimiento: una de las mejores y más convincentes producciones de la vasta discografía del autor de “Para vivir”.