Ante el despeñadero de Pemex

Félix Fuentes Medina

Debido a la pérdida en la extracción de 1 millón 600 mil barriles de petróleo por día, a la falta de recursos y tecnología de Pemex para extraer hidrocarburos de aguas profundas y una nómina de más de 150 mil empleados, el gobierno de Peña Nieto hubo de proponer la reforma energética. No tenía alternativa.

Si acaso se excedió en hacer el anuncio de ese proyecto desde su campaña presidencial. Sus oponentes percibieron que sería su prioridad y de allí se agarraron para bombardearlo.

Sin banderas políticas para dar cauce a Morena, López Obrador lanzó a sus huestes al inicio del sexenio contra dicha reforma. Ahora que está convaleciente de un infarto, lo secundan su hijo del mismo nombre y el tortuoso Martí Batres.

Cuauhtémoc Cárdenas fue más cauto. Anunció una encuesta nacional con la cual no tuvo éxito y desistió de hacer causa común al lado de López Obrador. El michoacano fue ayer al Senado a decir que se volverá a los tiempos de Porfirio Díaz, de ser aprobada dicha reforma.

Los Chuchos del PRD, Zambrano y Ortega, fueron pieza importante en el Pacto por México y el primero de ellos anunció su retiro, pero el segundo ya se hizo presente en ese artificio de los chantajes, sin saber hacia dónde caminar. Los tienen contra la pared los presuntos nacionalistas amarillos del petróleo.

En ese escenario, con el endeble cerco de Morena en torno al Senado, 40 legisladores iniciaron la discusión hace ocho días. Durante más de diez horas se dijeron hasta la despedida y en el cruce de insultos destacó la pelirroja Layda Sansores. Intentó imitar al escritor Saramago y dijo: “Privaticen los sueños, privaticen la ley, privaticen la justicia, pero si quieren realmente que haya una privatización a fondo, vayan a privatizar a la puta madre que los parió”.

En el encuentro senatorial se indicó que la iniciativa se centra en el otorgamiento de contratos de utilidad y producción compartidas, con duración de 30 a 40 años, a fin de elaborar proyectos atractivos a los inversionistas de dentro y fuera del país.

También habrá concesiones en refinación de petróleo y transportación de combustibles, así como en generación y comercialización de energía eléctrica. “Es traición a la patria”, según López Obrador.

Las ganancias de los contratistas dependerán de las condiciones de mercado (precio por barril) y costo de extracción. Los ingresos remanentes se dividirán entre el Estado y la empresa contratista. En los casos de producción compartida, el Estado compromete un porcentaje de la producción obtenida, en barriles.

Para calcular los pagos a cada parte será constituido un fideicomiso, cuyo fiduciario será el Banco de México.

La catarata de reformas ha salido cara al gobierno de Peña.

Incluso aceptó Peña Nieto que los cinco representantes del Sindicato de Pemex salieran del Consejo de Administración de Pemex, lo cual enojó sobremanera al líder Carlos Romero Deschamps, quien durante su liderazgo ha apoyado todas las decisiones del priismo.