Le exigirán propios y adversarios
El futuro está oculto detrás de los
hombres que lo hacen.
Anatole France
José Fonseca
El presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, el panista queretano Ricardo Anaya calificó como histórica la labor legislativa de la Legislatura que terminó el 15 de diciembre.
Excepcional, sin duda, la suma de iniciativas de ley y reformas constitucionales que fueron aprobadas por el Congreso de la Unión.
Si hacemos memoria, tal afirmación confirma el gravísimo error cometido por los adversarios políticos e ideológicos del presidente Enrique Peña Nieto: lo subestimaron y no han dejado de subestimarlo.
Desde la precampaña presidencial, durante y después de la campaña presidencial, la figura del presidente fue denostada cotidiana y ferozmente.
Un viejo novelista, Rex Stout, pone en labios de uno de sus personajes unas palabras lapidarias: el político que se cree su propio discurso es un tonto.
Ése fue el problema de los adversarios del presidente. Las críticas y hasta los insultos fueron tan cotidianos que llegaron a creerlo. Y con ello cometieron el pecado mortal en política: la subestimación del adversario.
Se llevaron la primera sorpresa cuando aceptó la propuesta de Los Chuchos para un acuerdo político. Más cuando en su segundo día de gobierno lo anunció como un Pacto por México, con compromisos específicos que suscribieron el PRD y el PAN.
Así, les dio oxígeno político a los dos partidos derrotados en la elección presidencial. Y, de paso, trazó una hoja de ruta cuyo objetivo era completar una agenda legislativa que era impensable en las circunstancias de 2012.
En esa larga jornada de 2013 hubo de ceder mucho, quizá más de lo previsto, pero alcanzó el objetivo de conseguir que el Congreso aprobara leyes y reformas constitucionales que, para bien o para mal, cambiarán el rumbo de la república.
Sorprendidos, sus adversarios más radicales calculan exacerbar la violencia, lo cual es otro error, pues la mayoría de la población no avala la violencia de ninguna especie.
Son muchos los retos del presidente Peña Nieto. Los principales serán traducir los proyectos en obras, los discursos en acciones eficaces de gobierno. Necesitará paciencia, sólo paciencia, porque no tiene mucho tiempo. Pronto le exigirán los propios y los adversarios.
Es muy pronto para saber si el proyecto sexenal peñista tendrá éxito. Lo cierto es que por primera vez en casi 20 años un presidente de la república tiene la oportunidad de cambiar la narrativa y el ánimo nacionales.
Cambiarlos, aunque sea un poco, le dará a México la oportunidad por primera vez en 20 años de poner en marcha un ciclo virtuoso que permita resolver los males endémicos de la nación: la pobreza y la desigualdad.
jfonseca@cafepolítico.com
