Charla con David Miklos/Autor de No tendrás rostro

 

Eve Gil

El Apocalipsis podría estar a la puerta de la esquina. Y no necesariamente representaría un fin del mundo, sino el fin de un mundo específico que, aunque David Miklos no lo menciona explícitamente en su más reciente novela, No tendrás rostro (Tusquets, México, 2013), podría ser México.

“Uno de los episodios del libro —dice— habla de la conformación de una comunidad de indigentes debajo de un puente, en una ciudad grande que bien podría ser esta o cualquier otra, donde una mujer decide desprenderse del devenir cotidiano, comienza a vivir allí, más gente se le suma, y de manera natural surgen reglas de convivencia o mandamiento, y una de ellas es «no tendrás reglas», que es un poco como renunciar a la identidad, ser parte de un magma humano y que tiene que ver mucho con lo que ocurre actualmente en México: esta violencia doblemente violenta. Por un lado, secuestros y asesinatos, por otro, el tratamiento mediático y gubernamental de la violencia. porque lo único que hacen es contabilizar y pasar por alto el factor humano. Cada persona es un muerto, se suma un total de muertos y desaparecen las caras, los apellidos, las historias. De ahí que otro de los mandamientos sea el que da título a la novela: No tendrás rostro”.

El porqué de la novela

El también autor de otras novelas intimistas y cargadas de un sentido muy personal como La gente extraña y Brama, publicadas en Tusquets (misma editorial donde ha publicado prácticamente toda su obra literaria, exceptuando el libro de cuentos El abrazo de Cthulhu, publicado en Textofilia), a las que Miklos califica de “realismo del interior”, continúa: “La Sueca y los indigentes adoptan estos mandamientos porque sienten que la violencia ya está cercándolos, y la mejor manera de evitarla es no teniendo un rostro. Sin embargo, los once mandamientos creados abajo del puente, se van rompiendo cuando tienen que dejar ese lugar y sumergirse en la «profundidad mayúscula» donde estos mandamientos son replanteados mientras arriba el mundo está destruyéndose. Cuando regresan a la superficie se topan con un mundo nuevo, barrido por la violencia, en el cual tienen que inventar una vez más sus reglas de convivencia”.

Miklos, nacido en San Antonio, Texas, en 1970, señala que la idea de No tendrás rostro surge de su experiencia como lector crítico de los periódicos, de los medios y del ejercicio periodístico en general.

“Buena parte de la novela —dice el autor— la empecé a escribir durante el auge de la crisis de los mineros chilenos, y alguno de estos personajes está basado en uno de ellos. El manejo que se le dio a esta noticia fue patética, tanto el oportunismo de los medios como del gobierno: uno de los mejores ejemplos de mal periodismo y mal gobierno en el mundo, aunque de hecho ya había iniciado mi crítica en otra de mis novelas, La hermana falsa. La información periodística termina siendo tan vacía, que al día siguiente ya no significa nada”.

“A la par de lo de los mineros —prosigue Miklos— se recrudeció la guerra estúpida de Calderón, y posteriormente, tras las elecciones, esta guerra se estupidizó en su grado máximo. No sé si fue premonitorio, pero el tratamiento último de la última catástrofe, que es el descubrimiento de la fosa con los doce cuerpos de las personas levantadas en el bar Heaven, fue horrible: avisaron a los medios antes que a los familiares. Una vez más, los muertos como contabilidad. Nunca podría escribir una crónica y un ensayo sobre esto, mi único recurso es la literatura”.

Mujeres fuertes y decididas

Generalmente la distopia o “la ficción especulativa”, como también se le conoce, está asociada al género de la ciencia ficción. Otro de los elementos dignos de mencionarse de No tendrás rostro, es que se trata de una distopia que podría estar sucediendo justo en este instante, narrada desde un presente hipotético o, en su defecto, un futuro no muy lejano.

“Como los personajes —dice— están despojados de la parafernalia de la civilización y el progreso, y las cosas están ocurriendo en un mundo primigenio, recurren a elementos muy básicos de convivencia y conducta, y creo que eso puede ocurrir en cualquier momento, por lo que la novela es atemporal. Corresponde a ciertas reglas de la distopia, pero la violencia está tan encima de nosotros que la posibilidad de una gran catástrofe es un tema absolutamente contemporáneo. Quizá por eso el efecto de leer el libro es de algo cercano: sucede en cualquier momento”.

Sin embargo, asegura Miklos, no se trató de algo deliberado:

“Fino, el narrador, realiza un viaje físico, pero sobre todo un viaje en la memoria. Confronta su pasado y es un pasado no tan distante. La violencia arrasó con todo y consigo misma veintidós años atrás, justos los que él lleva en El Palomar, y quizá sea una metáfora del vacío que sentimos cuando recibimos toda esa información mediática y el tratamiento de la misma”.

Pregunto a Miklos por qué las mujeres de sus novelas son tan fuertes, decididas y autosuficientes, a lo que responde sin pestañear:

“En mi familia hay una figura femenina muy potente que es mi abuela materna, llamada Anna, igual que mi hija. Por ella estoy aquí. Sobrevivió la Segunda Guerra Mundial, la persecución de los nazis, logró ocultar a mi madre estando prácticamente sola, en un pueblo de Francia y fue a dar a luz en bicicleta. Mi abuelo estaba exiliado en Suiza, ella era alemana y al acabarse la guerra, decidió nunca volver a Alemania. Murió muy joven de un cáncer fulminante, y eso fue terrible porque pese a su heroísmo terminó en una fosa común, por cuestiones burócratas. Terminó como millones de judíos que no escaparon. Además, yo soy adoptado, y esta idea de la madre originaria que hizo grandes esfuerzos y me dio en adopción es muy buena, ha generado, además, una figura mitológica, primordial y animal. Estuvo allí para darme a luz y entregarme a una familia, entonces, supongo que eso influye en mi concepción de lo femenino. Las mujeres siempre me han parecido seres superiores”.