Secuelas del espionaje mundial

Bernardo González Solano

Una vez más, el pequeño y débil David hizo trastabillar al aparentemente todopoderoso Goliat. Con todo y su apabullante capacidad tecnológica, el Big Brother estadounidense ha tenido que retroceder en sus intentos de espionaje masivo, aunque no ha desistido de sus propósitos dominadores sin respetar ningún derecho individual ni las soberanías de su socios más cercanos.

Las revelaciones del exanalista norteamericano Edward Snowden sobre las abusivas prácticas de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), han provocado un tsunami de trascendencia mundial y colocaron al Tío Sam en apuros frente a sus aliados tradicionales, amén de generar una enorme desconfianza ante el inquilino de la Casa Blanca, el primer afroamericano (mulato) en ascender a la Presidencia de la Unión Americana, Barack Obama. Este escándalo exige una pronta respuesta de Washington, que se espera en los primeros días del año que comienza.

La carta de los gigantes

Entre los muchos asuntos pendientes que Obama deberá tratar de resolver al iniciar el tercero de sus últimos años está, nada menos, que el funcionamiento de la NSA, en la picota desde hace meses, tanto en lo interno como en el exterior. Tal y como lo prometió antes de iniciar sus vacaciones anuales en Hawai —su patria chica: Honolulu, 4 de agosto de 1961—, el presidente anunciaría en enero su plan para regular los trabajos que llevan a cabo los servicios de inteligencia encabezados por la NSA. Este compromiso no lo puede posponer. La injerencia incontrolada del espionaje oficial, puesta en evidencia por Snowden tiene que aclararse, sin demoras.

Desde el momento en que las revelaciones de Snowden salieron a la luz pública en varios periódicos importante, en todo el mundo ha crecido el espíritu anti-estadounidense, a la par que dañaron seriamente la confianza de los usuarios de los gigantes tecnológicos que manejan la Internet y que, en forma secreta, tomaron parte en el programa global PRISM (el mecanismo secreto de vigilancia que abarca millones de comunicaciones electrónicas en el planeta). Razón por la cual los ocho gigantes de la Internet —Microsoft, Google, Apple, Facebook, LinkedIn, Yahoo!, AOL y Twitter— pidieron, el 8 de diciembre pasado a Obama que se limiten las prácticas de vigilancia oficiales.

En una carta abierta dirigida al titular del Poder Ejecutivo y a los miembros del Congreso, estos gigantes manifestaron: “Comprendemos que los gobiernos tienen el deber de proteger a sus ciudadanos. Pero las revelaciones de este verano han demostrado la necesidad urgente de reformar las prácticas de vigilancia de los gobiernos a escala mundial… Estamos enfocados en la seguridad de los datos de nuestros usuarios, desplegando las últimas tecnologías de encriptamiento para evitar toda vigilancia no autorizada de nuestras redes…y garantizar que sean legales y sensatas respecto a su alcance… El equilibrio en muchos países oscila de forma excesiva en favor del Estado en detrimento de los derechos individuales, derechos que están inscritos en nuestra Constitución. Ello merma las libertades que tanto queremos. Es hora de cambiar”.

Por si esto no fuera suficiente, un día después de la petición de los gigantes tecnológicos, más de 500 de los principales escritores del mundo enviaron una carta a la ONU en la que piden se haga una declaración internacional de derechos digitales para proteger a la sociedad internacional de los abusos en la vigilancia denunciada por Snowden, al tiempo que afirmaron que las agencias de espionaje socavan la democracia en todo el planeta.

Afirman que la capacidad de los organismos de inteligencia para espiar a millones de comunicaciones digitales de las personas convierte a “todos en sospechosos”.

Desde el mes de junio, Obama no dejó de disculparse con varios mandatarios afectados por el espionaje. Días pasados, recibió en su oficina del Salón Oval el informe de una comisión de expertos nombrados por él mismo, y que propone medidas para reducir el alcance del espionaje “oficial”. Entre otras, mayor control del propio presidente en ciertas medidas y que se establezca un equipo de abogados en el tribunal secreto que autorice las operaciones de la NSA.

El documento, compuesto de 46 recomendaciones —no obligatorias— se dio a conocer el miércoles 18 de diciembre no propone restricciones significativas pero sí plantea cambios importantes en la dirección y en la capacidad de decisión de la NSA. Se recomienda que sea un civil el que dirija la agencia, que hasta el momento siempre ha sido dirigida por un militar, desde que se fundó en 1952.

Asimismo, que sean altos funcionarios de la Casa Blanca —el mandatario en turno— quienes revisen personalmente la lista de los dirigentes extranjeros cuyas comunicaciones sean objeto de vigilancia por parte de la NSA.

Obama ordenó formar esta comisión en el verano pasado como respuesta a la creciente indignación que originaron las filtraciones de Snowden.

Pero, la presidencia advirtió que el equipo de seguridad revisará el documento de los expertos para determinar cuáles de sus recomendaciones se deberán adoptar. El portavoz de la oficina presidencial, Jay Carner, confirmó que Obama será el encargado de explicar las conclusiones de la revisión de las políticas y programas de vigilancia en este mes de enero.

Revisar la Ley Pariota

En fin, aunque el informe plantea reforzar los requisitos para autorizar los programas de espionaje (vigilancia le llaman eufemísticamene algunos analistas), el documento reconoce la legalidad de dichas prácticas, una opinión contraria a la que emitió un juez federal el lunes 16 de diciembre —la primera que emite un tribunal en contra de las prácticas de la NSA desde que se iniciaron las filtraciones a la prensa en junio pasado—; el magistrado cuestionó la constitucionalidad de las actividades de la agencia y sostenía que no quedaba claro que esas medidas hubieran contribuido a la lucha contra el terrorismo tal y como aseguran los dirigentes de la NSA.

Lo único cierto, hasta el momento, es que Obama deberá restaurar la confianza mundial en la Casa Blanca, sobre todo porque las redes terroristas plantean desafíos que exigen la colaboración internacional; sin ella, ni Estados Unidos ni nadie podría avanzar mucho.

Además, el momento podría aprovecharse para revisar la Ley Patriota del tiempo del presidente George W. Busch, ley que ha amparado estos y otros grave excesos de la NSA y de otras organizaciones antiterroristas estadounidense.

Buen trabajo le espera a Obama que no tuvo en 2013 el mejor de sus años.

Y todo por el pequeño Manning

Pensar que todo empezó con el minúsculo soldado Bradley Edward Manning (Cresent, Oklahoma, 17 de diciembre de 1987) —desde el 22 de agosto último pidió ser llamado Chelsea Bradley como mujer transexual—, que como exanalista de inteligencia del ejército estadounidense cobró fama internacional por filtrar a WikiLeaks más de 250 mil documentos clasificados (Diarios de las guerras de Afganistán) sobre las guerras en este país y en Irak, además de infinidad de cables diplomáticos de varias embajadas del Tío Sam y el video de las fuerzas armadas llamado Collateral Murder (asesinato colateral).

Manning ha sido condenado, en primera instancia, a una pena de 35 años de prisión y a ser expulsado de las filas armadas con deshonor y lo que se le acumule.