Las sensaciones de evasión de conciencia han sido parte de la mayoría de las culturas humanas. Incluso aquellas que las evitan, antes tienen que conocerlas para prohibirlas. Aunque la existencia de las drogas sea cada vez más controvertida, su uso ha sido un factor constante al grado que no dejan surgir nuevos métodos para lograr efectos sicotrópicos, aun cuando se tenga que recurrir a sustancias cada vez más peligrosas, tal es el caso de la droga llamada krokodil, que ha empezado a preocupar a varios países, entre estos a México.
Este nuevo estupefaciente está basado en la desomorfina, basada en la sustancia dihidrodesoximorfina. Su nombre comercial es Permonid. Es un derivado de la morfina cuyos efectos de evasión de conciencia hasta diez veces más intensos. Su efecto es más breve, ya que puede durar entre 90 minutos y dos horas, sin embargo es siete veces más adictivo.
Aunque este narcótico fue descubierto en 1932 en Estados Unidos, su “popularidad” comenzó en 2002. Los primeros casos se detectaron en Rusia y fue en 2010 cuando ésta elevó su nivel de preferencia, principalmente entre la población más pobre. Para 2012, el krokodil ya tenía tantos adictos en Gran Bretaña y Alemania, que elevaron el nivel de alerta, sobre todo por los efectos secundarios que ocasiona el deterioro de los tejidos, es decir, que devora los músculos. Esto es una consecuencia del ácido clorhídrico que contiene, el cual en su proceso natural facilita al estómago la degradación de los alimentos.
Su uso ocasiona la aparición de graves úlceras y erosiones en la piel que dejan al descubierto hasta los huesos. No se requiere mucho tiempo de adicción para empezar a ver los daños corporales, al mes de su uso, sus daños ya son irreversibles.
Su uso se ha propagado de manera alarmante y se ha registrado un adicto en Puerto Vallarta, Jalisco. Se trata de una mujer que radicó en Estados Unidos y que regresó a su lugar de origen, donde ha sido atendida por las lesiones ocasionadas por este sicotrópico, cuya facilidad de obtención o de preparación lo hace estar al alcance prácticamente de cualquier persona. Se dice que una dosis puede costar un dólar.
El krokodil tiene efectos evasivos tan fuertes que, por tal motivo, también se le conoce como la droga zombi. Según expertos en toxicología basta con una o dos inyecciones para que la persona se vuelva adicta. Aseguran que si la heroína termina con la vida de un adicto en 30 años, ésta lo acelera a tal grado que sólo se le da de vida menos de tres.
SI alguna vez, se pensó que la inventiva humana para lograr drogas como éstas, sería limitada, ahora se sabe que es algo que no podría detenerse. Los mensajes subliminales que han tenido películas como aquellas que refieren la cada vez más insistente presencia de zombies, pueden tomarse como una forma de advertencia de aspectos que están conduciendo a situaciones humanas semejantes.