Sara Rosalía
Desde hace rato, ya en el INBA, ya en la UNAM y hasta en la UNESCO, todo mundo prepara homenajes por piocha a (por orden de aparición en escena) Octavio Paz (31 de marzo), Efraín Huerta (13 de junio) y José Revueltas (20 de noviembre). Por si fuera poco, también se festejará el centenario de Julio Cortázar, quien nació en Bruselas, de padres argentinos, el 26 de agosto.
En sus ya tradicionales calendarios, esta vez de mesa, Héctor Anaya nos recuerda que, además, hay otros siete centenarios que compiten en importancia con los anteriores. Del 5 de febrero era el norteamericano William Burroughs; del 4 de abril, la francesa Marguerite Duras; del 8 de mayo, Romain Gary; del 17 de mayo, Julián Marías; del 21 de octubre, el argentino Adolfo Bioy Casares; del 27 de octubre, Dylan Thomas y del 3 de diciembre, la mexicana (de Puebla) María del Carmen Millán.
A reserva de ocuparnos de todos ellos a lo largo del año, sólo unas cuentas palabras sobre cada uno. De Octavio Paz esta anécdota. Iban a la India, los filósofos Leopoldo Zea y Abelardo Villegas, éste último casado con Eugenia Revueltas. Temeroso Zea de que las críticas publicadas por el Dr. Villegas sobre El laberinto de la soledad despertaran la ira del poeta, le pidió que no revelara su nombre, por lo cual, cuenta Eugenia, “Abelardo pasó como mi anónimo marido durante nuestra visita a la India”.
Aunque es injusto que Efraín sea recordado con tanta frecuencia por sus poemínimos y no por sus obras mayores, aquí va éste y para colmo deformado por la memoria: “En primerísimo lugar me siento muy orgulloso de ser un poeta de segunda del tercer mundo”. Aquí en el suplemento, apareció hace unos meses un texto excelente del también poeta David Huerta sobre su padre.
De José Revueltas, este sucedido que me contó Sergio Fernández. Durante el 68, Revueltas se refugia (por la persecución gubernamental) en Los empeños, la casa de Sergio. A altas horas de la noche, luego de beber un rato, Sergio pregunta: “Dime, Pepe, ¿cuál es el México que tu sueñas?” Y cuando Sergio, y todos los ahí escondidos, esperan una cátedra comunista. Revueltas responde sorpresiva, pero como siempre bíblicamente: “Sergio, mi reino no es de este mundo”. Adelanto que de Revueltas prefiero Los muros de agua y Los errores, y no Los días terrenales, que prefería su autor, ni El apando que gusta a muchos.
De Cortázar, a quien no conocí, me gusta recordar que Tomás Borge, el sandinista de la guerra popular prolongada, el que no reveló un solo nombre durante la tortura, no alcanzó a terminar de leer su discurso fúnebre sobre Cortázar porque el llanto se lo impidió. El texto de Borge está recuperado en el pequeño volumen titulado Todos queremos tanto a Julio.
La obra central de William Burroughs es Almuerzo desnudo, título que lleva porque el poeta Allen Ginsberg al recibir el original confundió Naked Lust (lujuria desnuda) con Naked Lunch. Por cierto, cuando Burroughs visitó México mató a su mujer cuando jugaba al tiro al blanco tratando de atinarle a una copa de tequila puesta en equilibrio en la cabeza de su desafortunada compañera. Pagado por su millonaria familia (la de las máquinas sumadoras Burroughs), el abogado mexicano Bernabé Jurado logró su liberación. El film Crónicas malditas, que tengo gracias a Luis Terán, cuenta la historia.
De las novelas de Marguerite Duras hay varias películas. Las que recuerdo es Hiroshima, mi amor, de Alain Resnais y Moderato cantabile. En un texto, José de la Colina equiparaba la secuencia de la caminata de Jeanne Moreau con una sonata. Moderato cantabile era una de las obras preferidas de Odile, mi maestra de francés. Más recientemente leí El amante, donde se trasluce la vida de la autora.
De Romain Gary no he leído nada, pero como estuvo casado con la actriz Jean Seberg, la protagonista de la primera versión de Sin aliento, le podemos seguir la pista en una novela en clave de Calos Fuentes: Diana, la cazadora solitaria. Si ésta es una novela en clave, el escritor que sigue a la actriz a Durango sería Fuentes; Diana, la propia Jean Seberg; su marido, con el que habla por teléfono todas las noches a Francia el escritor Romain Gary; Julia Guzmán sería Rita Macedo, la primera esposa de Fuentes. El personaje lleva el nombre de la madre de la hermosa actriz mexicana, quien en realidad se llamaba María de la Concepción Macedo Guzmán.
Julián Marías es un filósofo español, del que no he leído nada, aunque creo que Hugo Hiriart hablaba de su obra. ¿de su historia de la filosofía? Escribió sobre Unamuno y fue discípulo de Ortega y Gasset. De Bioy Casares sólo conozco La invención de Morel, por eso prefiero referirme a Testimonios sobre Mariana, donde Elena Garro cuenta su relación con Bioy Casares y Octavio Paz aparece con el nombre de otro emperador romano: Augusto. Por su extensión, muy pocos, a los que definitivamente no pertenezco, se atreven a leer el inmenso volumen de sus conversaciones con Borges, por más que Pável Granados asegura que hay mucha tela de donde cortar.
De Dylan Thomas leí en mi juventud, en español, El retrato del artista cachorro. Recuerdo que siempre era citado como un caso de la relación alcoholismo e inspiración. De María del Carmen Millán habría mucho qué decir. Desde sus clases sobre López Velarde, Rulfo o Arreola, su texto sobre el paisaje en la poesía mexicana, hasta su colección SEP Setentas, su paso como directora del canal 13, entonces estatal, el inicio del Diccionario de Escritores que ahora coordina y culmina Aurora Ocampo. Su costumbre de interrogar a las alumnas con un simple: “a ver, usted qué opina, niña”, que a mí, me congelaba de miedo al principio y luego entendí era casi una forma de solidaridad de género.
