Marina Fe

“Sí Queta, está todo muy caro, hasta la felicidad”
de la película mexicana Si fuera una cualquiera.”

En realidad esto no es una ponencia, ni nada que se le parezca. Es solamente algo que escribí para Luis, mi amigo desde hace muchos años, desde que fuimos compañeros de la carrera en los setentas… y después. Siempre lo quise mucho, desde que lo conocí aquí, en la facultad, y siempre me pareció inteligente, guapísimo y muy divertido. (Todos los que conocen a Luis o lo han leído saben que su sentido del humor y su ironía son fantásticos, una delicia…). Sin embargo, nunca fue mi novio sino hasta ahora que ha sido declarado, entre sus cuates y sus fans de Face Book, “el novio de México”, copiándole el título a su adorada Angélica María… y siendo así, siendo el novio de México, pues también ya lo es mío.

Pues bien, éste no es un acto propiamente académico y yo no voy a leer una ponencia, como les dije. Quiero solamente decir algunas cosas de mi amigo Luis y otras de lo que escribe. Aun así, le puse un título que suena algo pretencioso: “de cuerpo entero”, como si yo lo conociera tan bien que pudiera hablar de todo su cuerpo y de pasada de su alma, o su espíritu, o como quieran llamar a eso que se supone que es la otra cara del cuerpo, o lo que el cuerpo cubre, protege, esconde… ¿acaso más real? que el cuerpo mismo. Lo que pasa es que encontré entre mis libros uno de Luis, aparentemente autobiográfico, que la UNAM publicó en 1990 y que se llama así: Luis Zapata, de cuerpo entero.

Pero bueno, también había pensado en otro título que va muy bien con Luis y con lo que yo voy a intentar decir: “mi vida y el cine”, aunque claro, se trata de la vida de Luis y no de la mía, y además no sabía si usar una de tantas preposiciones: ante, bajo, con, desde, en, entre, para, por, según, sobre, tras… (quedaba bien, de alguna manera, con casi todas) y por eso me decidí por la Y, que abarca más aunque sea tan corta… así que decidí que el doble título de esta no ponencia fuera: “Luis Zapata: de cuerpo entero, o mi vida y el cine”.

¿Pero qué tiene que ver el cuerpo de Luis con el cine? Pues verán: como dice Luis en dicho libro (el de cuerpo entero, que pretende ser autobiográfico) su vida siempre estuvo marcada por el cine, en cuerpo y alma. Voila! O sea, que si no fuera por el cine, Luis no sería como es ni escribiría lo que escribe. (Es más, también ha hecho cosas para el cine y ahora hasta se acaba de comprar una cámara nueva…)

Así empieza el libro:

Son pocos mis recuerdos lejanos. Antes de entrar al kínder, se reducen a tres imágenes y dos de ellas se relacionan con el cine… A partir de esos primeros recuerdos se puede deducir, pues, que mi primera identidad es la de cinéfilo (y, si se quiere, la de hijo)… Antes que nada, me defino como un espectador, y durante muchos años conservaré esa tendencia a participar en la vida de manera un tanto pasiva. (pp.5-6)

Obviamente, el cine mexicano fue el que quizá en un principio más le afectó, o le enseñó, o le tradujo a Luis (que también es un excelente traductor) una parte importante de su vida, de su vida y el cine, claro… (por cierto, y entre paréntesis, pensándolo bien para mí también fue una gran enseñanza: mis padres venían del exilio español y mi hermano y yo, de chicos, veíamos las películas mexicanas en la tele, sobre todo las de la llamada “época de oro”, con verdadero asombro y placer pues descubríamos a través de ellas una realidad, un mundo, que en esa época no se parecía mucho al de nuestra familia y nuestra vida cotidiana). Aunque seguramente no éramos los únicos sino que fue una cosa generacional, y no se trataba nada más del descubrimiento de una realidad sino del desarrollo de cierta apreciación estética, de una peculiar sensibilidad:

El cine no sólo constituía una manera agradable de pasar el tiempo en esas a veces tediosas tardes provincianas; también era: a) un medio de información gracias al cual me enteraba, por ejemplo, de la manera en que vivía la gente en la Gran Ciudad, los sitios que frecuentaba, la forma en que se vestía, etc. b) un medio de formación que me permitía hace rmíos puntos de vista inéditos, sensaciones que no tenía la posibilidad de vivir en mi chipancingueña realidad, algunas de las cuales quizá nunca conocería en carne propia, y c) un medio de deformación que condicionaría durante muchos años mis actitudes ante la vida: gracias al cine aprendería algunas verdades que posteriormente me costaría mucho trabajo, si no desechar, por lo menos matizar: que el amor es el único sentimiento que cuenta, que no hay otra forma de plenitud, que, junto a la capacidad de amar, el trabajo y la disciplina son virtudes menores, que sólo se puede creer en lo que se exterioriza por medio de la conducta y la palabra, que felicidad es sinónimo de exaltación, etc. (p. 17)

Pues bien, decía Luis en este libro, que las películas que más le gustaban eran los melodramas… (por eso también pensé ponerle de título a esto, que no es una ponencia: “la vida es un melodrama”) y eso me llevó, naturalmente, a una de las novelas de Luis más apreciadas por sus lectores y que se llama, justamente, Melodrama (1983). No pienso contarles la trama de la novela pero sí, tomándome una cierta licencia académica, aclarar un poco en qué consiste el melodrama como género.

Sólo me detendré, para que no se confundan o se aburran, en algunas de las características formales siguiendo, más o menos, a Eric Bentley: el melodrama pone en escena el conflicto entre el bien y el mal, o entre buenos y malos (para que no suene tan abstracto). Obviamente al final ganan los buenos, no sin mucho drama de por medio. Es importante también el artificio, las coincidencias exageradas, la frivolidad y la banalidad, y un cierto toque de absurdo muy cercano a la farsa. También es necesaria, dice Bentley, una retórica elevada… pero dice también: “La visión melodramática es simplemente normal. Corresponde a un aspecto importante de la realidad. Es la manera espontánea y desinhibida de ver las cosas” y “el sentido dramático es el sentido melodramático…” (216) Hasta aquí Bentley y la breve intervención académica.

Como la mayoría de sus novelas, Melodrama es un melodrama, género predilecto de Luis y parte, en parte, de su visión del mundo. Y no lo digo porque él sea melodramático sino porque tiene la capacidad, aprendida desde su más tierna infancia (como ya veíamos), de tomar distancia frente a esa “sensibilidad nacional” (diría yo) y de ofrecérnosla generosa y dramática o melodramáticamente, filtrada por el humor, la frivolidad, la ironía, la banalidad y sobre todo por una particular retórica que, en el caso de Luis, sí que se acerca peligrosamente a la farsa:

–No lo puedo creer, compadre.
–Más le vale, comadrita… Yo sé que es duro, inaceptable e ignominioso; pero la realidad no siempre es como quisiéramos. La vida es un drama, comadre, por no decir otra cosa que ofendería a sus oídos. Es un drama, cuando no una farsa, y así hay que entenderla: somos sus títeres, sus juguetes; la vida dispone de nosotros como si fuéramos marionetas sin voluntad. (P. 59)

También desde el principio el texto se parece al de un guión: “La pantalla se ilumina poco a poco y nos descubrimos en el interior de una gran residencia” (es la primera frase de la novela). Eso le encanta a Luis, escribir y “ver” sus novelas como guiones de cine, como lo hace también en una de sus últimas novelas (¿la última publicada?): La historia de siempre, que, como su nombre lo indica… pues bueno, tiene que ver con la misma historia, y con el melodrama, y con el cine también… aunque en esta novela que les recomiendo mucho, la presencia del narrador en primera persona, que nos recuerda muchísimo a Luis y que no deja de intervenir en abierto diálogo conmigo, la lectora, es lo más interesante y divertido de esta la misma historia. (Por no hablar de las constantes intervenciones del corrector de estilo en las notas a pié de página y que en la novela funciona como un lector privilegiado, ya que se permite opinar y a veces corregir y hasta aumentar lo que dice Luis, o más bien el narrador que tanto nos recuerda a Luis).

Pero bueno, para terminar, y volviendo a Melodrama y a la influencia del cine en la narrativa (y en la vida) de Luis Zapata, voy a leerles un fragmento de la novela que sirve como un perfecto ejemplo de lo que he querido decir hasta ahora:

Hasta ahora no hemos recalcado la importancia que en el melodrama adquiere el blanco y negro: estando el color más cercano a la realidad (por lo menos a la pedestre realidad de todos los días), siendo capaz de mostrar con mayor exactitud ciertos matices de la visión, el blanco y negro resulta imprescindible cuando se trata de emociones encontradas, pasiones desgarradoras, nostalgias recalcitrantes, erupción de sentimientos o culpabilidades maternas. Siendo esta historia lugar de encuentro de todos estos elementos, huelga decir que debe ser visualizada en blancos y negros chillantes, contrastantes; los grises, los tonos suaves, únicamente serán utilizados en algunos pickups como los siguientes, que nos sitúan en el puerto y, brevemente, nos dan una idea de la vida jarocha. (p.p.30-31)