No es para enorgullecerse
Humberto Musacchio
Cuando las cosas marchan bien tendemos a dejar de lado las antipatías, las diferencias de enfoque y otros factores que en la derrota se magnifican y hacen de cada compañero un potencial enemigo. Eso precisamente le ocurre a los panistas. No es que antes se hayan querido mucho, pues problemas graves no han faltado en la hueste albiazul. Pero la conquista de varias gubernaturas y los doce años de estancia en la Presidencia de la República pusieron en segundo término discrepancias y enconos que no faltan ni en las mejores familias.
Ya sin la Presidencia y muy disminuido electoralmente, el PAN es una olla de caníbales en la que cada corriente pretende cocinar a los grupos rivales y en el afán por aplastar al otro no se escatima el empleo de insultos, chantajes, acusaciones escandalosas y recursos de mala ley. Los ejemplos abundan.
Hace unos días, Reforma publicó que el grupo de Luis Alberto Villarreal, líder de la bancada panista en la Cámara de Diputados, pide moches a los alcaldes que le solicitan recursos etiquetados. Después, una grabación exhibió al alcalde azul de Celaya, Ismael Pérez Ordaz, a quien le pidieron una módica comisión de 35 por ciento a cambio de allegarle dinero para obras determinadas.
Lo anterior merecía una denuncia penal, pero el señor alcalde y otros políticos involucrados han guardado un prudente silencio. Es el mismo caso de quienes acusaron a Ernesto Cordero, entonces líder de los senadores panistas, de usar a su arbitrio y eventualmente para su beneficio recursos de la fracción que encabezaba. Sin embargo, lejos de presentar denuncia ante la autoridad correspondiente, todo se quedó en el terreno del chisme incomprobable.
El inefable Juan de Dios Castro, sí, el acusador habilitado para aquel momento de infamia en que se desaforó a Andrés Manuel López Obrador, ahora se lanza contra el presidente de Acción Nacional, Gustavo Madero, y con el gesto descompuesto, escurriendo saliva o bilis, lo acusa de ser “el peor presidente que ha tenido el PAN”, pues no investiga las graves acusaciones que se cruzan los panistas.
Cambian los tiempos. No hace muchos años los panistas se decían “el partido de la gente decente”. Hoy, pocos se atreverían a repetir aquello y toda la panadería está muy preocupada porque si descobijan a uno de los acusados acabarán por destaparse todos y quedarán cada vez más lejos de convertirse otra vez en una fuerza capaz de disputar el poder, sin más futuro que seguir a la cola del PRI, su partido aliado. No es para enorgullecerse.