A los Templarios ya se les arrugó

Apatzingán amarga

 

 

Moisés Castillo

Día 1

 

Hola, oficial. Para ir a Apatzingán, qué nos conviene más. ¿Pasar por Uruapan o Nueva Italia? Por donde quieran, a esos pinches Templarios ya se les arrugó. El Policía Federal retoma la charla con sus compas azules.

 

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Es domingo y la carretera parece no tener fin. Las piernas las tengo entumidas y hasta el momento no veo presencia militar o federal. Poco a poco el sol se va apagando y la incertidumbre crece conforme se acorta la distancia para llegar a Apatzingán, el bastión más importante de los temibles Caballeros Templarios. Vuelta a la derecha y el letrero verde avisa: Lázaro Cárdenas-Zihuatanejo. Las últimas semanas en Tierra Caliente fueron explosivas: quema de autos, comercios en llamas, enfrentamientos entre delincuentes y autodefensas. Envío de fuerzas federales para controlar la espiral de violencia. Ya se ven los verdes y los azules en sus patrullas, falta poco para llegar a Nueva Italia, que fue tomada por autodefensas ciudadanas el pasado 12 de enero. Sí, a ese pueblo que a nadie le interesaba y no aparecía en el mapa. Zona templaria, donde las balas y las extorsiones construyen casas ostentosas como la de Enrique Plancarte Solís, uno de los líderes más buscados de los Templarios. El lujo incomoda, es de mal gusto entre tanta pobreza.

En el cruce de Cuatro Caminos, ruta obligada para seguir rumbo a Apatzingán, aparecen encapuchados con armas y hacen la señal de que el auto se detenga. Bajo la ventana y veo a un joven de estatura media con un pasamontañas negro. Enseña un arma tipo escuadra e inspecciona por todos lados. Los ojos de aquel hombrecito revelan que no rebasa los 15 años de edad. Pasen, bienvenidos al verdadero infierno. Mi compañero productor, no duda y acelera. Atrás quedó la barricada y las piedras. La zozobra invadió nuestros cuerpos: es la nueva enfermedad de Tierra Caliente.

 

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El viento refresca un poco. Pasan las 10 de la noche y la estatua de Lázaro Cárdenas es testigo mudo de lo que pasa en esta ciudad que es resguardada por agentes federales y soldados. Los puestos ambulantes de discos pirata y de antojitos dominan la avenida Constitución de 1814, la principal de Apatzingán. Del otro lado de la plaza central se escucha una tambora, ahí está un grupo de  jóvenes que cantan y beben sin preocupaciones. Dos cuadras más adelante, las bocinas de una camioneta negra escupen música de banda y el dueño destapa cervezas con sus amigos, carcajean. Dicen que los fines de semana es común ver a la gente cantar y bailar por las calles. Hace un par de semanas estaban desiertas, ahora hay indicios de fiesta. Jovencitas pasean en autos buscando diversión. Termina Constitución y de regreso por la misma vía ya están los federales invitando a los chavos a quitar la música y retirarse a sus casas. Es por precaución. ¿O no?

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En las oficinas de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción se respira tranquilidad. Afuera, el calor insoportable y la gente inexpresiva hacen pesado el ambiente. Dolor de cabeza. Desde temprano cerraron las vialidades del primer cuadro del Centro. Aseguran que el gobernador Fausto Vallejo visitará el municipio. Un señor lee el periódico y quiere platicar. Pero no sabe cómo. La gente desconfía y más de los foráneos. Termina en silencio de leer una nota y en voz alta hace un comentario. Ese a qué viene si ya no manda, nadie le hace caso. O sí. Qué bárbaro. Vengo de Tancítaro a tramitar un papel de Confirmación porque todo se tiene que hacer acá. Todos los caminos cruzan Apatzingán. Gracias a las autodefensas, decenas de familias recuperaron huertos de aguacate y limón, y otras propiedades que los Templarios les habían arrebatado. Ojea el diario local. Aquí tenemos familia y amigos, unos apoyan a los mafiosos y otros ya están hartos. Las cosas sí están fuertes, pero tengo confianza en que pronto seremos libres.

 

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Algunos medios de comunicación reportan que Apatzingán restableció su normalidad. ¿A qué normalidad se refieren? El argumento es que ya la gente está en las calles, los jóvenes acuden a la escuela y los comercios abrieron. ¿Es normal caminar con miedo y cuidarse de todos? Manuel dice que es la primera vez sale de su casa desde hace 10 días. Tenía pánico de salir y encontrar algún muerto o respirar el humo de los negocios achicharrados. Todo escaseaba por esos días. Había desabasto de comida y los precios subían sin control. La gente está dividida y simpatiza con los Templarios por las buenas o las malas. Su propia familia vive esta situación espinosa. En rancherías a las afueras del municipio, en  Alcalde y en el cerro Parotas están escondidos gatilleros de los Templarios. Las autodefensas lo afirman una y otra vez, pero las autoridades muestran indiferencia. Nazario Moreno El Chayo en un tono amenazante soltó: “si quieren Apatzingán, se los dejaré hecho cenizas”.

Un rumor en esta región sólo puede ser visto como obra del diablo. La gente ve crecer el incendio y no hace nada por extinguirlo. La mafia dura hasta que el pueblo quiera. Pero el horror inmoviliza. ¿Quién no está indignado? El mensaje de la manta azul que cuelga en la Parroquia principal es elocuente. Martin Luther King toma la palabra: “no me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más de preocupa es el silencio de los buenos”.