RETRATO HABLADO
Seis mil negativos de legado gráfico
Roberto García Bonilla
Juan Rulfo (1917-1986) alcanzó el reconocimiento y la celebridad internacional con el libro de cuentos El Llano en llamas (1953) y la novela Pedro Páramo (1955), con una traducción a medio centenar de lenguas; además publicó El gallo de oro y otros guiones para cine (1980) —El despojo y La fórmula secreta.
El gallo de oro originalmente la concibió como novela; se habría llamado El gallero, al inicio de la década de los años sesenta; no la concluyó porque según el mismo escritor la entregó (a Miguel Barbachano) para un guión: “Cuando la presenté me dijeron que tenía mucho material que no podía usarse. El material artístico de la obra lo destruí. Ahora —dijo en 1962— me es imposible rehacerla”.
Rulfo también escribió la novela El hijo del desaliento y La Cordillera —novela de la cual existe una reseña—, el libro de cuentos Días sin floresta —nunca publicado— y unos sesenta textos entre presentaciones, ponencias, monografías, prólogos y textos de crítica literaria, además de los cientos de páginas que en el Instituto Nacional Indigenista sirvieron como cuartas de forros para libros, donde laboró desde 1963 hasta el verano de 1985; en septiembre de ese año se le diagnosticó enfisema pulmonar. Al sobrevenir un infarto, Rulfo murió el 7 de enero de 1986.
Su legado artístico, como ya se sabe, se concentra en dos célebres libros, además de unos seis mil negativos de fotografías que el escritor empezó a tomar entre los 16 y 17 años, en sus días libres, lejos del Seminario Conciliar de San José, en Guadalajara, ciudad donde se realizaría, en marzo de 1960, la primera exposición del escritor que constó de veintitrés imágenes.
Las primeras once fotografías de Rulfo —de quien Susan Sontag escribiera: “es el mejor fotógrafo que ha conocido Latinoamérica”— se publicaron en la revista América en febrero de 1949; siguieron las publicaciones en Mapa (1952); México en la Cultura (1954, 1955, 1958).
En la Comisión del Papaloapan, una de las labores de Rulfo fue tomar fotografías que se integrarían al proyecto de una revista que al final no fructificó. También publicó en la revista de Anita Bremer This Month en 1958; ese mismo año aparecieron cuatro fotografías de arquitectura en la cuarta edición de la guía de turistas Caminos de México de la Goodrich-Euzkadi. Siguieron publicaciones en Sucesos para todos (1963, 1964) —hasta sumar cuarenta entregas—, donde también se escribió sobre Rulfo fotógrafo. Pero fue hasta 1980 cuando se conoció su obra.
Como parte del homenaje nacional que le organizó el gobierno mexicano, se presentó una magna muestra de sus fotografías en el Palacio de Bellas Artes; en conjunto apareció Juan Rulfo (INBA/SEP) con un centenar de imágenes del escritor jalisciense y textos de Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y Fernando Benítez. Desde entonces la obra de Rulfo se ha presentado de manera permanente dentro y fuera de México y una de las vetas más consistente de investigadores rulfianos ha sido la fotografía de Juan Rulfo.
En el imaginario en torno a Rulfo, siempre se impondrá el escritor, lo cierto es que el fotógrafo posee la estatura de nuestros artistas de la lente más notables. La bibliografía con las imágenes del jalisciense ha sido constante, sobre todo a partir de la exposición Juan Rulfo: voces y silencios (2001), para ese efecto, se reunieron ciento catorce fotografías en un catálogo con textos de especialistas y colegas del escritor.
En 100 fotografías de Juan Rulfo se reúne una decena de textos que nos revelan los tópicos que la historiografía en torno a Rulfo fotógrafo se ha desarrollado. Aún hoy para muchos lectores y espectadores es extraña la estatura compartida entre Rulfo y el fotógrafo que son la misma persona. En ambas disciplinas se desplegaron las mismas inquietudes e ideales; la lucha contra el olvido también está presente, por supuesto, lejos de la reproducción mecánica. La atmósfera es tan importante como el objeto retenido y conservado como testimonio de una cultura.
Tres son los temas motivo de la fotografía como punto de partida: la arquitectura colonial sobre todo, aunque también encontramos una escultura totonaca; tres de los ferrocarriles en Nonoalco y alguna de la naciente arquitectura moderna en la ciudad de México. Seguirán las fotografías cuya esencia es el mundo rural, rostros y gestos anónimos que Rulfo les confiere una individualidad que en los textos poseen nombre e historia; es educación sentimental, acontecer social, adversidad y destino de un pueblo. Fotografía y escritura tuvieron una práctica y madurez paralelas; ambas están consumadas.
Con técnicas distintas, Rulfo recupera hablas cotidianas, territorios y emblemas reconocibles; deshecha su circunstancialidad doméstica e inasible ante la mirada del espectador que está frente a sucesos inéditos e inexplicables (recordar a los músicos de Tlahuitoltepec y la imagen de los atriles e instrumentos solos; yacentes en la intemperie, esperando ser recogidos y cargados, como frágiles seres cuyos potenciales rebosan).
Y las superficies ígneas del paisaje natural y su deterioro son decantadas piezas escultóricas abstractas que sugieren lo impronunciable y provocan a un mutismo candente. El Rulfo retratista es la última vertiente del artista capaz de despojar el ánimo y los misterios del rostro; los descubre sin desnudarlos.
El México de los años 30 visto por Henri Cartier-Bresson, escrito por Rulfo en 1984, es una revelación: es una carta de naturalización estética que Rulfo comparte a Bresson y es una identificación de los territorios proletarios que en los mismos días el jalisciense descubrió en la gran urbe, ya entonces con grandes zonas depauperadas donde residían campesinos cansados de las tierras de temporal y arruinados por una pobreza acumulada generacionalmente. El encontronazo campo-ciudad creó un mundo rarificado que Rulfo deseó que convivieran en instantes de siglos, a lo largo de La Cordillera, una de las grandes incógnitas de un creador signado por el enigma.
La fotografía de Juan Rulfo llevará un largo lapso a la integración del imaginario de los espectadores; pasarán ciclos colectivos e individuales para que alcance el arraigo que tiene la galería, sus personajes, encabezados por Pedro Páramo y Susana San Juan.
rgabo@yahoo.com
100 fotografías de Juan Rulfo, México, Editorial RM, 2013.