Bernardo Gonzalez Solano
El novelista francés Alexandre Dumas padre, autor nada menos que de Los tres mosqueteros y de El conde de Montecristo, publicó de 1854 a 1855, en forma de serie, la novela Los mohicanos de París en la que aparece una frase que al paso del tiempo sería legendaria, con connotaciones sociológicas primero para los franceses y después para todo el mundo: “Cherchez la femme, pardieu! cherchez la femme! (¡Buscad la mujer, naturalmente, buscad la mujer!; y en su adaptación teatral, once años más tarde, reza: “Il y a une femme dans toutes les affaires; aussitôt qu´on me fait un rapport, je dis: “cherchez la femme!”, que en castellano más o menos diría:”hay una mujer en todos los casos, tan pronto como traen un informe, digo: ¡Buscad la mujer!”. Aunque, la frase se halla antes en el Diary of James Gallatin, con fecha del 12 de febrero de 1820, a propósito del asesinato del duque de Berry: “Cherchez la femme, others say” (“Buscad la mujer, dicen otros”).
La implicación es que si un hombre —cualquiera que sea, desde un presidente, que es el caso, hasta un ciudadano común— se comporta de forma inusual (o usual dados los antecedentes históricos) o de una manera inexplicable, es que está tratando de encubrir una relación con una mujer, o tratando de impresionar o ganar el favor de una mujer (o todo a la vez). El último ejemplo de una situación similar la acaba de dar el actual presidente de Francia, François Hollande, séptimo mandatario de la V República francesa. De todos, solo el primero, el general Charles de Gaulle, y el segundo, Georges Pompidou, no se vieron inmiscuidos en líos de faldas. El resto: Valéry Giscard d´Estaing, François Mitterrand, Jacques Chirac y Nicolás Sarkozy, protagonizaron vodeviles amorosos, que no solo causaron la hilaridad de sus gobernados, sino que fueron escándalos picantes, en los que tomaban parte una o varias mujeres a la vez, poco dignos del inquilino del Palacio del Elíseo. La historia de estos escarceos se remonta al Imperio y a las otras repúblicas. Y, Hollande, no conforme con “la femme”, ha buscado a “les femmes”. La pregunta es: “¿qué les das, Francisco?”
En materia tan delicada, los franceses han contemporizado con los devaneos amorosos de sus gobernantes, en la actualidad y en el pasado. No se puede afirmar que por un flechazo de Cupido, un presidente de Francia perdió su puesto. La vida puede ser, mas no el cargo. Se dice que la patria del marqués de Sade siempre ha hecho como que se encogía de hombros ante las infidelidades de sus mandatarios, pero, los tiempos han cambiado. El twitter y otras novedades tecnológicas caracterizan la época de las redes sociales, el espionaje global y las filtraciones masivas también causan furor en Francia.
Un profesor de sociología, Eric Fasin, rememora que “la gran ironía es que Hollande llegó al Eliseo prometiendo que sería ejemplar en su vida pública y que acabaría con la mezcla de géneros que tan bien manejaba Sarkozy, el presidente que movió las fronteras de lo íntimo y lo político. Antes de Sarkozy, los franceses casi no sabían nada de la vida de sus presidentes. Regía la concepción del siglo XVIII, que estableció que el hombre era público y la mujer privada. La foto de la hija de Mitterrand, un caso aparte, fue autorizada porque el presidente quería reconocer a su hija bastarda, pero de Chirac y de Giscard, el público no sabía nada”. Y claro que había mucho por saber. Vive la France! Oh, la, la!
Y, según el director de Consejos, Análisis y Perspectivas, el politólogo Stéphane Rozes, “a los franceses no les interesa o en todo caso les divierte, la vida privada de Hollande, pero éste hizo muy bien no respondiendo (en la primera conferencia de prensa que concedió el presidente después de que la revista Closer develó las relaciones amorosas de François, de 59 años, con la actriz Julie Gayet, de 41, razón por la cual la “primera dama” Valéry Trierweiler, de 49, tuvo que ser hospitalizada el viernes 10 de enero, en la famosa clínica parisiense Pitié-Salpêtrière —la misma en la que falleció la no menos famosa lady Di, hace 16 años, después de su accidente automovilístico— víctima del soponcio que le causó la “infidelidad” de su pareja con quien no ha contraído matrimonio); mantener la separación entre vida privada y vida pública es esencial para que el cargo de presidente esté por encima de quien lo ejerce”.
El hecho es que ahora todo mundo sabe que hay un probable cambio de “primera dama” en el Palacio del Eliseo, aunque una vez que Valérie salió de la lujosa clínica, el sábado 18 por la tarde, se trasladó al palacete de La Lanterne, en Versalles, una de las residencias de recreo del jefe del Estado, construida en 1787 por Luis XV, donde Luis XVI y María Antonieta residían con regularidad. Unos hablan de probable “reconciliación” y otros de los “últimos días” de la “primera pareja”.
Mientras son peras o manzanas, y entretanto François Hollande dice la última palabra respecto a su compañera, el romance con la actriz Julie Gayet— divorciada y madre de dos hijos: Tadeo y Ezequiel, procreados con el escritor francoargentino Santiago Amigorena, cuyo último libro se titula Des jours que je n´ai pas oubliés (Días que no he olvidado)—, ha generado en apenas siete días varios videojuegos, fotomontajes, chistes gráficos y campañas publicitarias que circulan por la Internet y las redes sociales. El videojuego más exitoso ( HYPERLINK “http://www.jeu-hollande.com”www.jeu-hollande.com), pone al presidente francés en una motocicleta amarilla a las puertas del palacio del Eliseo (vehículo en que se transportaba para acudir a las citas amorosas) e invita al jugador a ayudar a Hollande a llegar hasta la actriz, esquivando obstáculos como los “paparazzis”, su pareja oficial, Valérie Trierweiler, o la madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal, con la que, por cierto, nunca se casó.
Por cierto, para completar el chisme, Julie Gayet cuenta en su filmografía, de cierto éxito, con algunos títulos que resultan, en sentido figurado, premonitorios del escandaloso episodio que ahora protagoniza: Caos y deseo, Enamorada, Retratos de amantes, Familia descompuesta y El arte de seducir. También aparece en algunos videoclips del cantante Benjamín Biolay, entre ellos el tema Deja que ladren los perros. Hasta parece de chiste. Pero no.
A punto de ser sexagenario, y con la apariencia de ser la antítesis del seductor, François Hollande ha tenido, en sus etapas de ascenso político —desde la época de estudiante en la famosa e histórica Escuela Nacional de Administración (ENA), que atestigua una interesante fotografía tomada antes de graduarse en la que también aparece la entonces guapísima Ségoléne Royal, entre otros—, una abundante vida sentimental que no ha cesado de enredarse con la política. Quizás por envidia, o vaya usted a saber porqué, el hecho es que le han endilgado apodos ofensivos que aluden a su aparente aspecto físico blandengue y sin carisma: Flanby (como si fuera flan), Memo el conquistador, Gordinflón y otros por el estilo. Con Ségolène Royal, su condiscípula en la ENA en 1979, formó una pareja emblemática de la vida política francesa, juntos escalaron los peldaños del poder, aun cuando ella, nombrada por François Mitterrand mientras que él era diputado, le robó protagonismo, acaparando las luces y las cámaras. Entretanto procrearon cuatro hijos sin casamiento de por medio. El rompimiento se dio en 2007, aunque las malas lenguas aseguran que desde dos años antes ya frecuentaba a Valérie Trierweiler, periodista en la revista Paris Match.
Ahora, descubierto el affaire con Julie Gayet, cae por tierra el deseo de Hollande de no aparecer como su predecesor, Nicolás Sarkozy, quien era considerado como un mandatario con tendencias faranduleras.
Lo peor del caso es que cuando parte de la opinión pública francesa se pregunta si es posible confiar en la palabra de un hombre que en cinco años ha cambiado de compañera en dos ocasiones, los sindicatos y la izquierda gala se interrogan si es posible creer a un jefe de Estado elegido con los votos de una izquierda que se considera traicionada a los escasos veinte meses de concederle sus sufragios.
“Traidor” en el lecho conyugal, a juicio de quienes critican su vida íntima. “Traidor” para toda la izquierda socialista, para el Partido Comunista Francés y para la izquierda de la izquierda, el legendario periódico del PCF, L´Humanité, presentó la nueva política económica de Hollande —que incluyen el anuncio de 65,000 millones de euros de nuevos recortes durante los próximos tres años—, con estos titulares: “Yo, presidente, agente de la patronal”, “Yo, presidente, hago la política de la patronal”. Como candidato, Hollande hizo famosa la frase: Yo, presidente…” A partir de ahí, el abanderado socialista continuaba: “Yo, presidente, haré esto, haré lo otro”…
Como rúbrica, el semanario satírico de mayor venta en Francia, Charlie-Hebdo, dedicó su portada a François y a su frase preferida: Hollande aparece de pie con su sexo al aire, y declara, tan campante: “Yo, presidente, abriré mi bragueta”. Le Monde, por su parte, resume: “La izquierda, cada día más dividida tras los anuncios del jefe del Estado”.
Muchos riesgos ha corrido Hollande tras los pasos de su “nueva pareja”.

