En el juego Pumas-León
Humberto Musacchio
Hace unos días, cuando se enfrentaron los equipos Pumas y León, desde la tribuna de los “universitarios” salían insultos, gritos racistas y sonidos como de antropoides contra Franco Arizala y Eisner Loboa, jugadores colombianos y de tez morena del equipo guanajuatense.
El árbitro debe ser sordo, pues en su cédula no reportó las manifestaciones racistas y tampoco lo hizo el comisario del partido. Esa omisión sirvió de pretexto a la Federación Mexicana de Futbol (FMF) para declararse ajena a lo sucedido, pese a que hay varios antecedentes de semejante comportamiento en la tribuna del equipo representativo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Rodrigo Fernández, director deportivo del equipo León anunció que se pediría a la FMF vetar el ingreso al estadio del grupo de porros conocido como “la Rebel”, pero agregó que el Club Universidad y la UNAM “no tienen ninguna responsabilidad en este tema”. Lamentablemente equipo e institución, e incluso la policía del Distrito Federal, sí tienen una enorme y ya vieja responsabilidad en el comportamiento de los porros.
Se trata de pandillas que con alarmante frecuencia se enredan en peleas en las graderías y fuera del estadio, donde también venden bebidas alcohólicas sin problema alguno. Son los mismos que en el campus asaltan y agreden estudiantes a ciencia y paciencia de las autoridades civiles y universitarias. Los porros actúan infundiendo el terror en los planteles escolares y actúan dentro de la más cabal impunidad, pese a que en repetidas ocasiones han sido acusados de causar daños materiales al patrimonio universitario y lesiones serias a los alumnos que son sus víctimas.
Los dirigentes de esas mafias son consentidos por los dirigentes deportivos de la institución, que les regalan entradas al estadio y dinero contante y sonante, así como chamarras, banderines y otros objetos. Esas mismas autoridades alcahuetas alguna vez fletaron un avión para llevar a los porros a Argentina para presenciar un juego de los Pumas y en otra ocasión los llevaron a Madrid con la misma finalidad.
La UNAM debe llamar a cuentas a los funcionarios que patrocinan a esos grupos de delincuentes. Pero quizá sea mucho pedir cuando en el ámbito del futbol hay señores, como Tirso Martínez Sánchez, quien lava dinero del narco en equipos como Querétaro, Irapuato y Celaya (Reforma, 11/II/2014). Los delitos de los porros, dirán, son sólo cosas de esos muchachos que, de seguro, serán los Tirsos del mañana, pero eso sí, doctorados por la UNAM en actividades criminales.