En Europa se alimentan los sentimientos de indiferencia, odio y racismo contra la migración ilegal, pero el “miedo”  abarca también la circulación de ciudadanos europeos. La vieja Europa retrocede en su prestigio de ser civilizados y avanza peligrosamente en la senda del militarismo y la barbarie.

En octubre del año pasado, la muerte de 368 migrantes en la isla de Lampedusa en Italia, provocó la indignación y el escándalo mundial. Las autoridades emitieron, como siempre, sus crípticos lamentos, prometiendo estudiar nuevamente sus políticas de contención. Cómo olvidar el morboso otorgamiento de la nacionalidad italiana a las víctimas mortales.

Ahora, el pasado seis de febrero, al menos 14 personas murieron ahogadas al intentar ingresar a Europa por la ciudad de Ceuta, en un incidente en el que las autoridades españolas actuaron de dudosa manera, incluso (de acuerdo con testigos y testimonios video grabados) de manera ilegal, reprimiendo y realizando “devoluciones en caliente”, prohibidas por la ley.
Al  cierre de este material, la autoridad española en Ceuta se comprometió a investigar el caso del único inmigrante muerto en territorio español. Las demás víctimas se supone lo harán las autoridades marroquíes. Los videos de los hechos publicados en las redes sociales apuntan a la actuación ilegal de la Guardia Civil, pero, al igual que en cientos de casos anteriores, los procesos de investigación serán largos y quizá queden en el olvido.

Otra cara de la migración en Europa también toma fuerza y es la reversión de los acuerdos migratorios para sus propios ciudadanos. El pasado nueve de febrero, los suizos votaron (por escasa mayoría) el “fin de la migración masiva”, contradiciendo los tratados suscritos por ese país en 1999 con la Unión Europea sobre libre circulación de trabajadores.

Con esta decisión, impulsada por la extrema derecha, se alimenta el sentimiento euro escéptico en un año en el que hay elecciones en el continente. De esta manera, los suizos avalan regresar a la migración por “cuotas” ante el temor de perder su “identidad”. Que pronto se acabó la alabanza a la “libre competencia”.

Ahora la derecha suiza, ya no quiere más inmigrantes, aunque éstos sean de “primera clase”, ahora hay que regresar a las cuotas.

En este contexto, pareciera que Europa avanza sin freno a la militarización de sus fronteras externas para intentar detener la migración ilegal y ahora, con el caso suizo, se alimenta el “nacionalismo”  ramplón que busca generar más fronteras internas. ¿Civilización o barbarie?