Cínico: un hombre que sabe el
precio de todo y el valor de nada.
Oscar Wilde
José Fonseca
La recaptura de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, el cabecilla del cártel de Sinaloa, cierra un capítulo abierto hace trece años, cuando se fugó del penal de alta seguridad de Puente Grande.
Esa recaptura fue uno de los resultados concretos de la férrea disciplina de coordinación entre las autoridades federales, civiles y militares, y con las entidades de la república impuesta por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto desde su toma de posesión.
También le muestra a las agencias norteamericanas de inteligencia y a los sectores del gobierno de Estados Unidos que la práctica de coordinarse con el gobierno mexicano a través de una sola instancia, la Secretaría de Gobernación, hace más eficaz la colaboración en la lucha contra el crimen organizado.
Ha sido un éxito de la política de seguridad, éxito que sólo a regañadientes han reconocido aquéllos cuyo protagonismo público gira en torno a la imagen de obsesiva crítica, la cual a veces raya en el cinismo.
Siembran la perversa suspicacia, extrapolando errores del pasado para apoyar su argumentación.
A través de las redes sociales cuestionaron la identidad del detenido, lo cual forzó a las autoridades a hacer públicos todos los estudios periciales que la confirmaron.
Alegan que la detención de Guzmán Loera no soluciona el problema del narcotráfico, ni la de la violencia de las bandas criminales dedicadas al secuestro y la extorsión.
Con ligereza se pretende mostrar débil el gobierno de la república, al hacerse eco de los despachos de corresponsales en Estados Unidos que hablan de funcionarios que piden su extradición.
La realidad es que los que hasta ahora solicitan tal extradición son unos pocos fiscales estatales, para quienes procesar a Guzmán Loera sería una medalla que facilitaría el avance de sus personales carreras políticas. Voces menores que aquí se magnifican interesadamente.
La extradición, en opinión de quien esto escribe sería un error político mayor, pues sería el reconocimiento de que en estos años, a pesar de tantos esfuerzos, de tantos recursos humanos y financieros, y a pesar de tanta sangre, nada ha cambiado. Sería el reconocimiento de que el sistema judicial mexicano aún es incapaz de juzgar a un delincuente tan peligroso. Y que es incapaz de mantenerlo preso para que cumpla la condena que determinen los jueces.
Sería una forma de rendición.
jfonseca@cafepolitico.com
