Sus beneficios no son maná del cielo
Raúl Jiménez Vázquez
En el libro Antropología filosófica de Ernesto Cassirer se explica que la nota distintiva de lo específicamente humano es la capacidad de generar símbolos, en razón de que, como afirma el filósofo existencialista Martín Heidegger, sólo en los seres humanos tienen sentido y consistencia tanto las cosas e ideas como la noción del propio tiempo. Esta última es la raíz misma de la existencia y por ello la vida es una permanente elección de posibilidades, una continua proyección hacia el futuro.
Derivado de su terrible experiencia en el campo de concentración de Auschwitz, Víktor Frankl, fundador de la corriente de la logoterapia, advirtió que los prisioneros que demostraban mayor capacidad para sobrevivir no eran los más aptos físicamente, sino aquéllos que estaban orientados hacia un futuro y contaban con un destino que cumplir. Lo anterior evidencia que la esperanza es la expresión más elocuente de la naturaleza radicalmente simbólica yacente en los seres humanos; vislumbrar el horizonte, apreciar la luz al final del túnel, son dos de las muchas maneras de atribuir significado y aferrarse a la existencia.
Su opuesto, la desesperanza, conduce al vacío existencial y eventualmente desemboca en el suicidio, como se destaca en El mito de Sísifo de Albert Camus; no en balde el pensador danés Soren Kierkegaard la bautizó como la enfermedad mortal. Tal patología es resultado de factores cognitivos, conductuales e incluso neurológicos, aunque puede también ser fruto de una acción deliberada, adoptando entonces la forma de lo que el psicólogo estadounidense Martín Seligman denominó la desesperanza aprendida, quien a través de experimentos de laboratorio probó que la desmoralización y el desánimo pueden ser inoculados con el propósito de debilitar la resistencia frente a los abusos de poder; su cometido es sembrar en el inconsciente colectivo la percepción germinal de que los sucesos que rodean a las personas están fuera de su control, es decir, son insuperables, por lo que únicamente les queda el recurso de la resignación y la pasiva aceptación de sus consecuencias.
La avasalladora campaña mediática emprendida en torno a las supuestas bondades de la reforma energética, utilizando actores que caracterizan a personajes provenientes de las clases medias y bajas, se asemeja a esos operativos propagandísticos, pues a través suyo se quiere dejar en claro que la decisión es irrevocable y que solamente hay que esperar a que los beneficios caigan como el maná del cielo.
Tal certeza está sobrevaluada. No hay que olvidar que el amparo promovido por el senador Manuel Bartlett continúa en proceso de tramitación y que la Corte dio entrada a la solicitud formulada por legisladores del PRD a fin de llevar a cabo una consulta popular. Así pues, tal como dijera Galileo Galilei Eppur si muove (sin embargo se mueve), y por tanto mientras no se haya pronunciado la última palabra sobre la definitividad de la reforma energética es menester suspender este criticable ejercicio de desesperanza aprendida.
