Claudio R. Delgado

En 1967, por vez primera, Rafael Solana edita bajo el sello de Porrúa la Poesía Completa (en dos tomos) de Don Jaime Torres Bodet; poeta perteneciente a la generación de los Contemporáneas, y a la que él mismo le diera nombre, pues es en 1928 cuando publica con idéntico título su primer libro de crítica y con sus amigos y compañeros del Departamento de Salubridad: Bernardo Ortiz de Montellano, Xavier Villaurrutia y Enrique González Rojo, lanzaría un nueva revista que llevaría por título también: Contemporáneos (1928-1932).

Cuarenta y siete años después del primer esfuerzo hecho por Don Rafael, al recopilar en un sólo trabajo, la poética de Torres Bodet, es en la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de su Instituto de Investigaciones Filológicas, donde revive de alguna forma, lo hecho por Solana en ese ya lejano año del 67, y subsana algunos omisiones hechas por el autor de Debiera haber obispas, ya que ahora este nuevo esfuerzo, puntualmente dirigido por María de Lourdes Franco Bagnouls, nos ofrece una Edición Crítica de la poesía de este escritor ingratamente olvidado, y al que no pocos han pretendido escamotear a través de varias décadas, so pretexto de la destacada labor de hombre público que durante varias décadas desempeñó el ilustre educador, diplomático, humanista, hombre de su siglo y aún de nuestro tiempo, su trabajo como poeta e intelectual de muy alto nivel y destacado trabajo literario.

Franco Bagnouls, con su acertada investigación revive y pone de nueva cuenta en la primera línea de los más grandes poetas de México e Hispanoamérica del siglo pasado y del naciente, después de varias décadas, el nombre de Torres Bodet. Es un estudio en el que analiza y replantea el valor de la obra poética de Don Jaime, al señalar de manera certera que: “Jaime Torres Bodet pertenece a una generación de poetas que se distinguen por su alta capacidad de síntesis de propuestas de avanzada en términos de conceptualización del fenómeno poético…”.

Es una generación (permítaseme el término) marcada por el estigma que su propia visión universal e impulsora del cosmopolitismo, aquella que buscó insertar a México dentro del campo de la cultura universal. Leer a Proust y a Joyce en los años veinte, no tiene, sin duda, el sentido que tiene ahora. Pero además, para aquellos escritores, para Don Jaime, la renovación de la escritura debió ser acompañada por una renovación de la lectura, vamos, de la crítica misma a partir del yo cultural, regional, que se suscribe a una tradición a veces, mal entendida y opaca, de ahí la necesidad de que como bien lo decía el mismo autor de Fervor: “…es preciso que cada generación revise los valores adquiridos”, y la generación de Contemporáneos cumplió con ese deber.

De todos los miembros de esta generación, es sin duda Don Jaime, el que posee el don de la ubicuidad. Es un personaje en el que todo surgió temprano, es un escritor de una precocidad deslumbrante y de una cultura renacentista. Dice Carmen Galindo en su prólogo a La Casa de la Santísima y Todos los cuentos de Rafael Solana (FCE, año 2000, Col. Letras Mexicanas): “…Cuando don Jaime se fugó del cáncer con un balazo en el paladar, imaginé con vértigo y estupefacción sus conocimientos hundiéndose en la nada”.

Conocimientos que le permitieron destacarse como uno de los más grandes intelectuales que hemos tenido en México, y que al lado de José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Jorge Cuesta, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, y otros grandes autores del siglo pasado, debemos seguir como guía y ejemplo de intelectualidad y coherencia literaria.

Es menester replantearse de manera más crítica y sin apasionamiento alguno, como bien lo resalta la propia María de Lourdes Franco, aquello que en uno de sus acalorados arrebatos, señalará Octavio Paz, acerca de la madurez poética de nuestro autor: “…la vida pública terminó por devorar al poeta”.

Me parece que esa visión de Paz, carece de sentido real, simplemente porque la poesía es y fue el impulso primario dentro de la vida literaria de Don Jaime. Es decir, la poesía fue la más “alta y la más permanente” de sus vocaciones literarias, pero además no olvidemos que él y otros de su generación, si por algo se distinguieron fue por su alto dominio en el manejo de la versificación y la prosa: Torres Bodet, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia.

Esto fue posible no sólo por su capacidad intelectual, sino además por la influencia de su ambiente, pues era cuando el escritor se dividía entre la actividad creadora y la reflexión crítica. Requisito sin el cual el poeta no crece, no evoluciona para alcanzar como lo hizo Torres Bodet la perfección versificadora. El poeta es el crítico más severo de sí mismo. Es así que en Torres Bodet el poeta permanece aún a pesar de “su vida pública”; su realidad intima, incluso la del hombre público, alimentó más vivamente su lírica y le permitió mejores poemas de más sólida y bella manufactura: ¿Ejemplos?:El corazón delirante y Los días; Biombo y Trébol de cuatro hojas.

En su época juvenil, a Torres Bodet le toca vivir una realidad agravada por el romanticismo y que después de las desgracias suscitadas durante las dos primeras décadas del siglo XX, los creadores fueron capaces de disolverla en poética y en “desinterés indolente”. Vivió la época en la que se leía Tenders stocks del francés Paul Morand, libro del que me  atrevería a decir, Torres Bodet tomó lecciones de estilo e indiferencia. Sí, esa indiferencia transportadora, a veces, a una vida que se experimenta en imágenes que transforman la sensación del dolor y del placer también, en paisajes que el alma ilumina a voluntad.

La capacidad de fabulación o mejor dicho de innovación, de Contemporáneos, dio por sí misma un estilo poético, fluido, sin descanso y que siguió los proximidades de la realidad. Pusieron los Contemporáneos en su creación poética todo un íntimo sentir y toda su profunda angustia, la cual al trascurrir del tiempo los hermanaría, en su capacidad creadora y en su visión de la vida ante la evocación de la muerte como tema recurrente en varios de ellos.

A todos sus compañeros de generación Don Jaime se adelantó, y de alguna forma los superaría al lograr incluso,llegar a ser un poeta “popular” (el entrecomillado es mío): “Los poemas contenidos en los libros iniciales de Torres Bodet incendiaron la imaginación de los lectores mexicanos, durante los primeros diez años siguientes a su publicación, en una medida que seguramente su propio autor, que por entonces viajaba, (sic) no conoce. Los estudiantes de los primeros años treinta los sabíamos de memoria, y las recitadoras, especie que desapareció más pronto que la de las cantadoras cuya muerte predijo López Velarde… las incluían en sus programas, y había quienes les pusiese música”, nos dice Rafael Solana.

Situación muy parecida a lo que sucedía con el poeta nayarita, Amado Nervo, que era recitado por la gente del pueblo de memoria, y que incluso en las cantinas sus versos eran declamados por los bohemios al calor de las copas. He ahí a dos auténticos poetas del pueblo. Otro de esa estirpe era Díaz Mirón. Existía entonces la memorización y la gente recitaba versos y se veía reflejada en los poemas como décadas después lo haría en los boleros de Lara, Gonzalo Curiel, Tata Nacho, etc.

Sin duda es de una gran importancia este trabajo que ahora nos ofrece nuestra Universidad Nacional y que la maestra María de Lourdes FrancoBagnouls, da a conocer, en torno al trabajo y la herencia poética de Jaime Torres Bodet. Podríamos decir que es un libro dirigido a un sector especializado, sobre todo a aquellos  interesados en estudiar y conocer la poesía de uno de nuestros más altos representantes del parnaso nacional, sin embargo, me parece que es un libro que debe difundirse entre todo aquel lector aficionado o interesado en la alta poesía (si es que tal termino existe), y en esto tiene que ver con la labor que realice el área de Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, y particularmente la Dirección de Literatura, a cargo de la escritora Rosa Beltrán y al departamento de Actividades Literarias y Difusión, pues  durante la más reciente Feria del Libro de Minería, Poesía de Jaime Torres Bodet, Edición Crítica, permaneció inmóvil. No hubo, hasta dónde me he enterado, una sola reseña o nota periodística en la prensa que diera testimonio de la importancia y presencia de este trascendental trabajo.

Es la primera vez que se realiza una edición crítica de la poesía de Don Jaime, la cual está, además, enmarcada por un lúcido análisis interpretativo de la expresión poética de Torres Bodet, y acompañada de una lectura filológica, todo lo cual  aparece bajo la firma  de la maestra Franco Bagnouls, es importante destacar que esta Edición Crítica de la poesía de Torres Bodet, está basada en el trabajo editado por Rafael Solana en 1967, ya que fue el “último testimonio avalado por el autor”, cuyo título es: Obra poética y que estuvo al cuidado de Don Rafael.

Sin dudad debemos congratularnos por el rescate que se hace de la obra poética de uno de los más importantes representantes de la generación de los Contemporáneos y felicitar a su autora por tan espléndido trabajo. Es menester dar las gracias al Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, y en particular a Aarón Polo López por su apoyo para poder acceder al libro, responsable de Extensión Académica y Difusión del mismo Instituto.