La guerra entre autodefensas
La esperanza de la impunidad es para
muchos hombres una invitación al delito.
Villaume Pierre
Carlos Alberto Pérez Cuevas
Muy duros momentos ha pasado el gobierno federal con la detención de delincuentes de ligas mayores como El Chapo Guzmán, líder de un grupo de la delincuencia, o el aniquilamiento del fundador e ideólogo de uno de los grupos delictivos más poderosos y sanguinarios nacido en Michoacán, y que han puesto en jaque a autoridades locales y federales; desgraciadamente no sólo lo han hecho en esta entidad sino que han expandido la ola de terror y a otros estados del país.
La labor de todo gobierno en materia de seguridad y justicia, indistintamente del signo partidista del que emane, debe ser velar por la paz y tranquilidad de los ciudadanos, el cuidado y protección de sus bienes y patrimonio y, por supuesto, garantizar que la convivencia entre las personas sea en un espacio libre y seguro.
En el tema de la seguridad de los ciudadanos nadie puede excusarse de participar o aportar lo que sea necesario para contribuir, desde la trinchera en la que se encuentre, y los ciudadanos deben colaborar con la autoridad, denunciando y exigiendo justicia; suena muy fácil y sería lo ideal, pero desgraciadamente las personas que denuncian son contadas, la llamada cifra negra del índice delictivo es muy alta.
La encuesta nacional de victimización y percepción sobre la inseguridad publica —ejercicio que realiza el INEGI— año tras año arroja cifras del orden del 90% de los delitos sin denuncia, es decir sólo uno de cada diez ciudadanos afectados por la delincuencia se atreven a denunciarlo ante las instancias de procuración de justicia.
Y esto se debe a múltiples factores, el primero de ellos, la impunidad. Muchos ciudadanos saben que por corrupción o desidia de las autoridades los delitos no se investigarán o quizá muchas veces podrían salir afectados al perder tiempo y dinero para no lograr nada y, por el contrario, podrían volver a ser sujetos de agresiones mayores por parte de los delincuentes; por otra parte, tenemos personal de las procuradurías con poca preparación, un sistema de justicia lento y complicado, un sistema penitenciario que en lugar de readaptar socialmente, termina siendo una escuela de profesionalización delincuencial.
Si a todo ello le sumamos las señales de violación al Estado de derecho, las cosas se ponen mas complicadas; y desafortunadamente es lo que está sucediendo nuevamente en Michoacán, lo que tendría que alertar al gobierno y a los ciudadanos sobre el cumplimiento irrestricto de las leyes, y sus sanciones en caso de no hacerlo.
Fue un error permitir que los ciudadanos hicieran justicia por su propia mano al fundar las autodefensas; que hoy estén peleando entre ellas con mutuas acusaciones y agresiones, más un gobierno que juega de réferi es una mezcla que se convierte en un polvorín que tarde o temprano estallará.
@PerezCuevasMx
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