Por la tranquilidad de la entidad
La paz sólo se obtiene cuando es posible imponerla.
Remy de Gourmont
José Fonseca
Desde que el gobierno peñista inició su intervención en el conflictivo Michoacán, se supo que la tarea sería ardua, que el avance para devolver la tranquilidad a la entidad no sería constante, que habría obstáculos, pero que no podía dejarse a la entidad derivar hacia la total ingobernabilidad.
El conflicto que amenaza con deshacer el tejido social de Michoacán se gestó hace varios años y varios gobiernos estatales.
El gobierno del expresidente Felipe Calderón intentó enfrentarlo mediante una intervención de fuerzas policiacas y militares, pero no logró socavar a las bandas criminales que empezaron a rebasar el ámbito de actividades ilegales como el narcotráfico para insertarse en el tejido mismo de la sociedad michoacana.
Lo consiguieron al punto que a la hora que el gobierno del presidente Peña Nieto decidió impedir el derrumbe institucional de Michoacán, se ha encontrado con dificultades para distinguir la línea que separa las actividades de la sociedad productiva de las actividades de las bandas criminales, mimetizadas en el tejido social.
Ese mimetismo tejió una compleja red de relaciones, oficiales y extraoficiales entre la sociedad y los líderes de las bandas criminales, a las cuales inicialmente se aceptó para que combatieran a las bandas del narcotráfico. Sin embargo, pronto los salvadores se convirtieron en los verdugos de los michoacanos.
Acorralados, algunos sectores de la sociedad integraron los grupos de autodefensa, pero también éstos se han empezado a pervertir, como quedó claro en los enfrentamientos entre algunos líderes de las autodefensas. La omnipresente disputa por el poder también ha desvirtuado esos movimientos.
El gobierno de la república ha logrado aislar el conflicto a una zona de la entidad, pero es una zona productiva, lo cual también despierta las ambiciones de los grupos que pretendieron combatir a las bandas criminales.
Ahora la tarea difícil será separar, poco a poco, la paja del trigo, poco a poco neutralizar a las autodefensas, a las cuales agotarán sus confrontaciones internas y la firmeza del gobierno federal para irlas conteniendo.
Paciencia y temple exigirá todavía Michoacán. Mucha paciencia y mucho temple. Pero, sobre todo, exigirá la serenidad de juicio que hasta ahora ha impedido estallidos de violencia.
La paciencia y el temple serán necesarios para quienes, por buenas o malas razones, exigen que el conflicto de Michoacán se resuelva ya. Mientras no se pierda el objetivo: la tranquilidad de Michoacán, el gobierno no debe ceder ni a las provocaciones ni a la impaciencia de propios y adversarios.
jfonseca@cafepolitico.com
