En recuerdo de Leandro Rovirosa Wade, una tarde en el Champs Elysses
Félix Fuentes Medina
Leandro Rovirosa Wade murió el domingo pasado a los 96 años y se le recuerda como constructor de Tabasco y partícipe en aquella comida de Los Pinos, el 10 de junio de 1971, en la cual elucubró Luis Echeverría la caída de Alfonso Martínez Domínguez, jefe entonces del Departamento del Distrito Federal.
Rovirosa es de los pocos gobernadores del viejo PRI reconocido por su eficaz desempeño. Con él se inició Andrés Manuel López Obrador, a quien nombró delegado del Instituto Nacional Indigenista.
A la comida de aquel 10 de junio invitó el presidente Echeverría a Martínez Domínguez, Rovirosa y el gobernador del Estado de México Carlos Hank González.
El pretexto fue analizar la conducción de agua al Distrito Federal, procedente del Estado de México. Rovirosa fue secretario de Recursos Hidráulicos y experto en asuntos de agua del país.
Años después tuve una comida con Rovirosa en el Champs Elysses y quiso platicarme cómo fue el encuentro del 10 de junio. Echeverría se levantó varias veces de la mesa para hacer y recibir llamadas en un teléfono privado.
Nadie de los invitados de Echeverría escuchó las pláticas telefónicas y menos sabían que, mientras hablaban del agua, había una marcha de estudiantes del Casco de Santo Tomas al Zócalo y, al llegar a la Calzada México-Tacuba —cerca del cine Cosmos— fue agredida por el grupo paramilitar Halcones, creado en el régimen del presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Los Halcones fueron adiestrados en San Juan de Aragón por el coronel Manuel Díaz Escobar y les pagaban sus sueldos en la Dirección de Servicios Generales del gobierno del Distrito Federal.
Ninguna intervención tuvo antes ese organismo de 300 jóvenes y la orden de Echeverría fue golpear con toletes a los estudiantes. No llevaban armas los Halcones, pero sí fueron escuchadas algunas detonaciones en la refriega, al parecer hechas por francotiradores. No hubo informe oficial de muertos y algunos medios mencionaron a cuatro.
Los reporteros que cubríamos informaciones del Distrito Federal comíamos ese día en un restaurante del Lago de Chapultepec para celebrar el onomástico de mi compadre Manuel Buendía, quien era director de Comunicación del gobierno capitalino.
Allí nos enteramos de la golpiza a los estudiantes, y tampoco lo sabían Martínez Domínguez, Rovirosa y Hank González, atrapados en el ágape de Los Pinos.
En esa tarde trascendió que el jefe de la policía capitalina, general Rodolfo Flores Curiel, ordenó una valla de policías uniformados en la Calzada México-Tacuba para franquear el paso a los Halcones y que éstos golpearan a los marchistas.
Estalló el escándalo, como lo quiso Echeverría, quien ordenó a Martínez Domínguez una manifestación de apoyo personal. El aún regente llenó de priistas y burócratas el Zócalo capitalino, el 13 de junio de ese año.
Al término del evento, en Palacio Nacional, Echeverría pidió a Martínez Domínguez que lo acompañara a Los Pinos y en el trayecto le dijo: “Alfonso, vaya usted a su hogar, reúna a su esposa y a sus hijos y dígales que va a servir al presidente de la república; dígales que ha renunciado usted al cargo de jefe del Departamento del Distrito Federal. Sirve usted así al presidente y a su amigo”.
Esto lo platicó Martínez Domínguez a Rovirosa y a otros amigos. Tiempo después, sin Echeverría en el poder, don Alfonso fue elegido gobernador de Nuevo León, donde se le recuerda como el mejor de las últimas décadas.
Echeverría pagó el favor a Flores Curiel al nominarlo candidato a gobernador del PRI en Nayarit, pero en las urnas perdió. Le ganó Alejandro Gascón Mercado, del Partido Popular Socialista, y éste fue traicionado por su líder Jorge Cruickshank García, quien entregó esa gubernatura al exjefe de la policía a cambio de una senaduría por Oaxaca.
Así, Cruickshank fue el primer senador de oposición al PRI y se prestó a ese juego Porfirio Muñoz Ledo, quien era presidente del Revolucionario Institucional.