En una remota aldea afgana es día de fiesta y los adultos realizan el ritual del cabrito degollado entorno a la víctima del sacrificio: Nasreen, una niña de nueve años de edad que deja a sus espaldas la infancia y se vuelve novia.

Su prometido le dobla la edad y no va a esperar la del crecimiento para hacerla su esposa; los padres son cómplices de ese tipo de matrimonio que parece juego un macabro.

En la ceremonia, los progenitores la entregan como pagaré de una deuda y garantía de un préstamo. Por increíble que parezca, las novias  precoces -como Nasreen- conocen la muerte como única opción de libertad y solo con ese gesto extremo el pacto matrimonial podrá ser invalidado.

Estuvo junto a la familia del esposo en la ciudad de Kunduz durante una década, sufrió vejaciones, golpizas, violaciones sexuales y encierro, y al cumplir los 19 aprovechó la ausencia del marido, tomó el fusil de caza y se quitó la vida.

Las pequeñas esposas pasan buena parte del día frente a las hornillas de kerosene y la mayoría se entregan al fuego como una alternativa para eliminar su pesar, sin pensar que a veces la táctica de quemarse traiciona sus expectativas.

Un reportaje de la cadena BBC mostró cómo en lugar de la muerte, durante un intento por inmolarse, Roxana se autoprovocó graves lesiones que borraron los atributos de quien fuera una bella mujer casada con un hombre mayor antes de llegar a la pubertad.

El marido de Roxana fue mandado a trabajar a Irán y al pasar los años ella lo dio por muerto y se casó con otro hombre.

Cuando el primer esposo regresó de Irán, la encontró nuevamente casada y los jefes de la tribu decidieron regresarla al estatus inicial, ante lo cual Roxana prefirió el fuego.

Otro caso es el de la quinceañera Marzia Bazmohamed, quien prefirió inmolarse también a decirle al esposo abusador que se había roto el televisor.

El intento de suicidio para Marzia fue un fracaso, la cara y el cuerpo están desfigurados, y las patadas y puñetazos fueron la bienvenida a su regreso del hospital.

Según reportes de prensa y criterios de organismos humanitarios, que aumenta por día el número de jóvenes que escogen la muerte para concluir un matrimonio indeseado, sin contar las muchachas fallecidas por desangramientos durante la primera noche nupcial, en el parto, o a causa de golpes y torturas.

También está la fuga como alternativa, y si una niña pasa una sola noche afuera de la casa recibirá el repudio del cónyuge y la comunidad, en tanto que si hay arrepentimiento de las fugitivas, el castigo es encarcelarlas o soportar el costo de la venganza.

Datos de Naciones Unidas certificaron que alrededor de 500 mujeres jóvenes se encuentran recluidas en la cárcel por tratar de escapar del matrimonio.

El medio digital Khaama Press reveló que en Kunduz la niña afgana de 14 años de edad, Gisa, fue decapitada por rehusar un casamiento y algo

similar le ocurrió a otra de 20,  por no prostituirse, según la voluntad y los intereses del marido.

Sahar Gul no ha llegado a la muerte, pero a su corta edad ha vivido un infierno; el esposo también quería obligarla a la prostitución, y cuando ella se opuso, recibió golpes, amenazas y reclusión.

Luego de 15 años de torturas, Sahar escapó, buscó la ayuda de vecinos y de la policía, pero ellos la devolvieron al marido, al poco tiempo repitió la huida y esta vez, fue directo al tribunal.

Convenció al magistrado y consiguió que condenaran a los suegros y a la cuñada a 10 años de prisión, mientras que sobre el marido y el cuñado, prófugos de la justicia, pesa una condena en ausencia.

Con las uñas rotas, los ojos hinchados por los golpes, la oreja quemada por una plancha, y el rostro desecho, la imagen de Sahar Gul constituye

un símbolo de lucha por la defensa de los derechos humanos de quienes merecen la libertad.

La edad legal para casarse en Afganistán es 16 años, pero según Naciones Unidas 57 por ciento de las niñas lo hacen mucho antes en respuesta a tradiciones culturales ancestrales.

En 2009, se aprobó la ley de eliminación de la violencia sobre las mujeres, que prohíbe los matrimonios forzosos y la práctica de regalar una joven mujer para resolver un contencioso y actos de violencia.

Sin embargo, la realidad es mucho más fuerte y se estima que 87 por ciento de las afganas ha sufrido violencia física, sexual o psicológica.