NUESTRO TIEMPO
Religión y política
José Elías Romero Apis
Estoy convencido de que es muy importante salvar a las almas en el más allá. Pero también estoy convencido de que es igualmente importante salvar a los hombres en el más acá. Y aquí aparece un desafío fundamental de nuestro tiempo. La misión fundamental del hombre de religión es la salvación de las almas. La misión fundamental del hombre de política es la salvación de sus congéneres.
El hombre de religión se aplica a liberar a los seres humanos de las prisiones del mal, de la degradación, la perversión, del sufrimiento, la desesperación, la perdición y la derrota. El hombre de Estado se aplica a liberar a los seres humanos de las prisiones de la pobreza, la ignorancia, la enfermedad, la injusticia, la inseguridad y la desesperanza.
Toda religión que lo sea de verdad tiene una columna vertebral que llamamos promesa. Toda política que lo sea de verdad tiene una columna vertebral que llamamos bienestar.
Esa promesa es la creencia en una recompensa imprescriptible que cada individuo y cada credo la identifica a su modo y preferencia bien sea que se llame paraíso, salvación, redención, perdón, eternidad o gloria. Ese bienestar es la creencia en un estadio inalienable que cada individuo y cada sociedad lo identifica a su modo y preferencia bien sea que se llame independencia, soberanía, libertad, desarrollo, justicia o paz.
Esa promesa y ese bienestar fundamentan, explican y justifican todos los elementos de cada política y de cada religión que sean de verdad. Si la religión no vive alrededor de una promesa será menor y artificial. Si la política no vive alrededor del bienestar será pobre y mentirosa.
Luego aparece con claridad su conjunción. El hombre que confía en la promesa de la gloria en el más allá ¿tiene que renunciar al bienestar de la libertad en el más acá? ¿El hombre que cree en la promesa del perdón en el más allá tiene que sacrificar el bienestar de la justicia en el más acá? ¿O el hombre que ha recibido en el más acá el bienestar de la soberanía y del desarrollo debe pagarlo con la pérdida de su derecho a creer en una vida eterna?
Política y religión son complementarias en el salvamento del hombre. No estoy diciendo, desde luego, que debieran mezclarse en un batidillo como aquéllos que a la humanidad y a muchos pueblos en particular les costó trabajo y sufrimiento superar. No estoy proponiendo que la religión gobierne ni que el gobierno rece. Mal andaría aquella pobre religión que, al no poder salvar a las almas, tuviera que conformarse con gobernar a los hombres, y mal andaría aquel pobre gobierno que, al no poder gobernar a los hombres, tuviera que contentarse con rezar por ellos.
Quienes proclamamos la libertad de creencias, quienes creemos en la libertad de cultos y confiamos en la laicidad pública, también estamos persuadidos de que nadie se basta a sí mismo y de que es igualmente importante salvar a los hombres en ambos mundos.
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