Mentes lúcidas nubladas por prejuicios

 

Con frecuencia, la lógica es sólo un instrumento

usado para reforzar nuestros prejuicios.

                                                                               Hubbard

 

José Fonseca

A veces uno se sorprende de que tantos sigan peleando las batallas de las guerras de Reforma. Sorprende que tantos en las elites mexicanas no consigan superar el pasado, lo ocurrido hace más de 150 años.

Bien lo ha descrito la historiadora mexicana Bertha Hernández. Nada cambió tanto la vida cotidiana de los mexicanos como lo hicieron las Leyes de Reforma. De pronto, lo que eran ceremonias religiosas, se volvieron ceremonias civiles. El registro de los hijos que reemplazó el bautizo, por ejemplo.

Sin embargo, los mexicanos de a pie superaron el shock cultural de las Leyes de Reforma. Y se adaptaron a la nueva realidad.

Es cierto, algunos cristianos siguen en shock, pero son la minoría.

Sorprende que tantas lúcidas inteligencias, cultivadas en la academia, no consigan superar los prejuicios y sus análisis de las canonizaciones de los papas Juan XXII y Juan Pablo II, a pesar del doctoral barniz, no consiguen disimular su embozada hostilidad a la catolicidad de los mexicanos.

Aunque soy mal católico, quiero a mi Iglesia, y respeto a quienes no comparten mi religión, respeto a quienes piensan distinto, a quienes critican con tanta ferocidad las canonizaciones de los dos papas.

Están en su derecho a manifestar sus desacuerdos, pero pienso que igualmente deben respetar las creencias de ocho de cada diez mexicanos.

Pero no, están muy enojados, al punto de la indignación porque las ceremonias fueron difundidas profusamente por los medios de comunicación.

Si los críticos, como dicen, creen en la libertad, deben respetar el derecho de los católicos a participar, como lo hicieron, aunque sea a través de los medios de comunicación, en las ceremonias que son importantes para nuestra religión.

A mí no me van a contar sobre las fallas de mi Iglesia. Sobre las fallas humanas, tan humanas como Pedro el Pescador cuya fe flaqueó cuanto intentó caminar sobre las aguas. Pero creo en la promesa de “Tú eres Pedro”.

Estoy en mi derecho de exigir respeto. Me da pena que tantas mentes lúcidas se nublen por el prejuicio y de alguna manera parece que sus corazones arden con la pasión de las guerras fratricidas de hace siglo y medio, una pasión que a veces casi parece irracional odio.

jfonseca@cafepolitico.com