La gran reforma del campo

Mireille Roccatti

Esta semana, por indicaciones del presidente Enrique Peña Nieto se inició un intenso proceso de consulta con los productores del campo, legisladores, académicos y personas interesadas, a fin de recabar sus opiniones, reclamos, requerimientos y peticiones, tendentes a mejorar las condiciones de vida de los campesinos, así como de los pescadores y acuicultores.

La adopción hace ya más de tres décadas del modelo de desarrollo neoliberal, para los productores agroalimentarios, implicó la desaparición de las instituciones que el régimen posrevolucionario había creado para complementar el reparto de la tierra y hacerla productiva. Así, el esquema de crédito, seguro, semillas, fertilizantes, comercialización y apoyos de transformación agroindustrial, junto con toda clase de subsidios al productor, fueron eliminados. Es cierto que dicho esquema adolecía de prácticas corruptas y debía corregirse, pero no eliminarse. Todos los países capitalistas, que adoptaron el neoliberalismo y el libre comercio, mantuvieron los apoyos al sector primario; quizá sólo México, con fe de converso, llevó al extremo el modelo. Los resultados están a la vista.

Hoy presenciamos una desigualdad social inaceptable. Conviven una agricultura con procesos agroindustriales altamente tecnificados, catalogados de primer mundo, con una agricultura de subsistencia. Un reducido grupo de grandes productores exitosísimos, frente al grueso de la población rural que sufren de algún grado de pobreza, entre los cuales se encuentran mayoritariamente los que sufren de pobreza alimentaria, en la miseria, para decirlo sin eufemismos técnicos. Testimoniamos adicionalmente que el campo se ha ido despoblando, sólo se quedan ancianos, mujeres y niños.

Es cierto que también tenemos malos cielos y malas tierras, que buena parte de la tierra que sembramos es de temporal y de mal temporal, que las condiciones topográficas poco ayudan; pero también es cierto que los hombres y mujeres del campo saben trabajar y aman sus tierras; también es cierto que el México actual fue posible debido al sector primario. El llamado milagro mexicano permitió un crecimiento sostenido por décadas del 7% del PIB, y la industrialización se sustentó en los excedentes generados por la producción agropecuaria. Ése es el reto: fortalecer el sector, hacerlo productivo y rentable, pero sobre todo, mejorar las condiciones de vida de nuestros compatriotas que cultivan la tierra y pescan en nuestras aguas. Un desarrollo agroindustrial integral y sustentable.

La reforma del campo consiste en la revisión de las políticas públicas y de la normatividad legal vigente, que resulta difusa, divergente, descoordinada y hasta contradictoria. La consulta, mediante foros, incluyentes y plurales para escuchar todas las voces de productores, académicos, legisladores y servidores públicos, tiene como propósito central, construir un acuerdo nacional.

La consulta se realizará mediante la celebración de 7 foros temáticos, 6 foros regionales, 32 reuniones estatales y finalizará con un foro nacional global. Entre los temas que se abordarán, destacan: reestructurar y adecuar la normatividad; reordenación de mercados y precios justos; financiamiento; uso optimo del agua; producción de fertilizantes; equipamiento tecnológico; extensionismo; productividad del minifundio, asociatividad; sanidad animal, vegetal e inocuidad; presupuestos multianuales y desarrollo social de la comunidad rural.

Los objetivos de este proceso de “Sinergia para la transformación del campo” están muy claros: lograr un mejor desarrollo económico, incrementar la producción; mejor distribución de la riqueza y justicia social con procedimientos legales eficientes y justos.

Asimismo, se busca que los recursos de los programas lleguen a los productores que más lo necesitan;incrementar los ingresos de los habitantes del campo; arraigar a las familias al área rural; estimular la producción de fertilizantes y mejorar sus precios, eliminar los subsidios asistencialistas por incentivos a la productividad; desactivar las nocivas distorsiones del mercado, que sólo favorecen a intermediarios y acopiadores. El reto es transformar el campo mexicano.