Una novela que quiso ser total
Humberto Guzmán
La novela Ilustrado, del filipino Miguel Syjuco, está hecha a pedazos. Es una pedacería de la misma cosa, lo que a la larga, sin embargo, le da la congruencia narrativa. Dice en la aletilla interior que el autor “es miembro de una acomodada familia comprometida políticamente”. Tal información me predispuso en contra. Un junior metido a escritor. Pero la novela se puede leer. Está armada con oficio, que parece que el autor lo aprendió en un workshop de universidad gringa
—como lo confirma la misma aletilla—, en inglés, no en tagalo, ni en filipino. Se respira en el texto admiración y respeto por lo angloamericano y desprecio por la cultura española, a la que mucho le debe la historia filipina. Los filipinos se adaptaron pronto a la “cultura americana”. Ya olvidaron el español, hablan en inglés, cuando quieren ser universales, y en sus idiomas nativos, cuando se sienten en casa. Esto me lleva al fenómeno del pochismo, que conocemos en México, como el rechazo de nuestro origen español —no tanto al indio, conceptualmente— y la apertura franca hacia el “estilo” estadounidense.
Los casos de Filipinas y Mexico son diferentes, en cuanto a la historia española común. La Nueva España y las Islas Filipinas, así nos reconocíamos. Nosotros hablamos y pensamos en español; aunque lo ignoran algunos, la cultura española es parte de nuestro ser individual y colectivo. Los filipinos, en cambio, han adoptado el pensamiento “americano” sin ambages. En Ilustrado no se hace una sola referencia a México o Nueva España. A pesar de la famosa nao de China que iba de Nueva España, salía de Acapulco, a Manila y a China y viceversa, con mercadería de China y de Nueva España principalmente. Sí, hay una sola mención a México, y es que a un filipino, en “América”, lo confunden con mexicano. Ilustrado deja sentir ese aire pocho. Lo que significa que el pochismo es un fenómeno internacional, no sólo de nuestra frontera norte y de otras partes del país.
Syjuco intentó crear, no obstante, un ambiente filipino utilizando una técnica de recortes de su medio ambiente: incluyó citas de noticias de periódicos, dichos de taxistas, vendedores ambulantes, de locutores de radio, como si fuera una revista semanal que mete noticias, reseñas, etcétera, pero que no profundiza en nada, aunque entretiene con variados temas, asuntos, chismes y chistes malos, qué malos son sus chistes. Esto puede dar una apariencia caótica, o ingeniosa, según se vea. En muchos de los fragmentos no se dice quién habla, a quién se refiere. En los años sesenta, en la novelística hispanoamericana (Cortázar) y mexicana (Fuentes, antes Rulfo, Yáñez, Arreola), se utilizó con eficacia una técnica semejante. Pero Dos Passos y Faulkner hicieron lo propio en las primeras décadas del siglo veinte. En Ilustrado descubro, por otro lado, técnicas de telenovela o esquech de televisión. En fin. Se trató de hacer algo movido, todo cubierto con un filtro de cosmopolitismo “neoyorquino”, que un agente supo vender bien a Tusquets de España. La traducción, de Victoria Alonso Blanco. Supongo que del inglés, no se aclara en los créditos, no creo que Ilustrado haya sido escrita en alguna de las lenguas isleñas. Hay que escribir en inglés y conseguir un agente literario internacional. Sólo así te creen las editoriales españolas y mexicanas, cuando notan ciertas audacias narrativas.
La idea de la novela tampoco es muy novedosa. Aparece muerto un escritor filipino importante, en dónde si no en el río Hudson, en Nueva York; si hubiera sido en las costas filipinas, hubiera bajado su rating. Este escritor aparentemente se suicidó y tenía un manuscrito en donde “debía saldar cuentas con la historia de su país”, dice la contraportada, pero no veo tal cosa en la novela. Hay un investigador, que es el propio Syjuco, que regresa a Manila, para buscar el manuscrito. Pero, ¿no se perdió en Nueva York? Tal vez lo ocultaron. Entra el elemento del suspenso. El narrador husmea en entrevistas impresas, habla con gente, no puede faltar una historia de amor entre aquél y una manileña a la moda occidental. Esta intervención de los amigos del narrador, es ligera, divertida a veces, superficial, como en la televisión. Podría pasar por una crítica a las clases media y alta de Manila. En momentos irónico, por medio de esta investigación de académico y algunos protagonistas que pasan por el escenario, trató de hacer “una galería de personajes memorables, hasta dibujar un fresco de varias generaciones de filipinos”, que no es amplia ni profunda, ni tampoco “desde el pasado colonial y la independencia de España”, que de esto no se ve nada. Sin embargo, hay cierta hechura en la novela, “profesional”, que la sostiene.