Alejandro Alvarado
En la novela Los pecados de la familia Montejo, de Pedro J. Fernández, se cuenta una historia de la época porfiriana de una familia muy singular porque la matriarca, Beatriz Montejo, mata al marido en la primera línea y a partir de eso se desarrolla toda la trama familiar. El autor en esta obra aborda la época del porfiriato enfocado a lo social más que a lo político. Sobre ello nos cuenta:
—La familia que centra mi narración trata de reflejar parte de la sociedad porfiriana. Retrato a una mujer profundamente religiosa que intenta salvar a sus hijos del pecado y a dar una apariencia de virtud ante esa sociedad, que valora todo lo que es la apariencia y todo lo que es rectitud. Se trata de una familia de clase alta, que se codea con don Porfirio Díaz y con doña Carmelita, su esposa, y con ministros. Al final de la historia, la familia se ve arrastrada por la decadencia del régimen y se ve obligada a padecer las consecuencias del estallamiento de la Revolución Mexicana.
—¿Por qué en su novela aborda los temas del porfiriato de manera social más que política?
—Desde que empecé a escribir el libro comprendí que necesitaba abordar el régimen desde puntos de vista diferentes. Cada personaje suele opinar de manera particular sobre el gobierno. Hay gente que aprueba el régimen incondicionalmente; otros lo consideran un mal necesario, pero reconocen que no cuentan con nadie más que gobierne. Algunos personajes están completamente en contra e, incluso, festejan cuando Porfirio Díaz renuncia. Esta amalgama de opiniones es un reflejo del claroscuro que componen al personaje.
—Háblanos de la parte histórica de la novela.
—Intenté que los personajes opinaran sobre lo que estaba pasando a su alrededor, sin caer en describirlos envueltos en todo acontecimiento histórico, sólo en algunos puntos clave del gobierno. Y describo la transformación en aquella época en la Ciudad de México: la luz eléctrica empieza a iluminarla y se inician a cubrir las calles de asfalto; se comenta que en ese tiempo llega el cine. Hay otros hechos como las huelgas Cananea y de Río Blanco. En las que sí es puntual la presencia de los personajes es en las fiestas del Centenario, en éstas trato de describir el miedo que debieron haber sentido los ciudadanos a causa de la Decena Trágica. Los personajes viven también inestabilidad reinante por el cambio de gobierno. Así, hasta finalizar con el gobierno de Carranza. Sin olvidar que cometemos un error al tratar de entender la historia desde el presente y con la mentalidad actual. Se nos olvida que aquéllos en los que se pensaba diferente México estaba en un contexto internacional, y si pasaba algo en el país era respuesta a lo que ocurría en el mundo. Tratar de entendernos ahorita por lo que fue no es posible porque estamos hablando de dos Méxicos diferentes.
—¿Cuál es su opinión sobre Porfirio Díaz?
—Sus orígenes son muy modestos. A él le correspondió vivir toda la parte de guerra del siglo XIX: el segundo imperio mexicano, la Guerra de Reforma, lo que no se cuenta de Benito Juárez, cómo se eternizó en el poder. Si el Benemérito no hubiera muerto se habría convertido en un dictador. Creo que no había otra forma de poner orden más que por medio de la violencia, y de eso estaba muy consciente Porfirio Díaz. Considero que al final, Díaz no entendió que los tiempos que él habría creado estaban cambiando y que necesitaban sangre nueva; lo que al final fue parte de su caída. Pero eso era lo que estaba viviéndose en todo el mundo. Eran gobiernos muy cerrados que no ofrecían derechos laborales ni derechos humanos a los ciudadanos. Pero esto no era exclusivo de México, por supuesto. Porfirio Díaz es una figura ejemplar de su tiempo, y no debemos sacarlo de su contexto histórico.
—¿Y qué podría opinar de Porfirio Díaz el militar?
—Es un personaje muy importante. De repente, también se nos olvida mucho el 2 de abril, cuando fue él el gran héroe de la Intervención Francesa, qué mejor muestra de ello que las batallas que ganó. Porfirio Díaz fue un actor muy importante de la Batalla del 5 de mayo. Opino que esa parte militar le ayudó a gobernar al principio; después ya se perdió. Al Porfirio Díaz militar que sí hay que rescatar es al que era jefe de Ixtlán, el que también fue gobernador de Oaxaca y tomó la Ciudad de México al final del segundo imperio. Todo esto son méritos que hay que reconocerle; porque México, si no fuera por sus victorias, no estaría aquí.
Y de todos los personajes históricos, la figura que me interesa mucho es la de Benito Juárez, después de que termina el segundo imperio, porque el que regresa es un Juárez diferente, que abandona la defensa de todos estos derechos por los que había luchado antes. Para entonces, don Benito utilizaba gente para presionar al pueblo a que votara por él. Llegó un momento en el que empezó a preocuparse más por el poder que por el pueblo, lo cual, comparativamente, es muy parecido a lo que le sucede a Porfirio Díaz al final de su vida. A mí me gustaría entender qué es lo que pasa con los héroes, la razón por la que se aferran al poder de esa manera. Si nos damos cuenta, Juárez, al final, tuvo que enfrentar una revolución y él se obstinó a la silla; a Díaz cuando le hicieron la Revolución decidió renunciar por el bien del pueblo. Otro personaje que me atrae es Francisco I. Madero porque provenía de una clase alta, que le debía muchísimas cosas a don Porfirio y, en determinado momento, da un cambio que le cuesta la fortuna y los negocios a la familia. Trato de entender en qué momento el gobierno en turno no le está ayudando, no está a su favor.
Mi libro es una novela histórica diferente a las que se encuentran ahorita en los aparadores, porque realmente las novelas históricas te cortan la narrativa para echarte un artículo enciclopédico del tema. Yo quiero contar una historia sin tratar de convencer que don Porfirio es bueno o malo, sólo trato de exponer la historia de la familia Montejo, una familia en picada y llena de pecados y asesinatos.