España

 

La esperanza deja de ser felicidad cuando

va acompañada de la impaciencia.

John Ruskin

José Fonseca

Hay lecciones en los sucesos de España. La abdicación del rey Juan Carlos ha propiciado manifestaciones para exigir la desaparición de la monarquía.

Hay manipulación de políticos radicales, embozados tras la bandera del republicanismo, pero también hay una genuina desmemoria de la juventud española sobre lo que significó para la España del siglo XXI la figura de Juan Carlos.

Los jóvenes no tienen porqué recordar la transición democrática, les es tan lejana como el descubrimiento de América. Para ellos sólo cuenta que la crisis económica y social de España les despoja de los beneficios que les había acarreado el periodo de mayor prosperidad generalizada en toda su historia como nación.

Su descontento, su desaliento por el desempleo, por la falta de oportunidades de una sociedad en la cual hay muchos islotes de prosperidad que, por ahora, parecen fuera de su alcance, lo personalizan en la figura del rey.

La figura real ha sido fundamental como eje que contuvo las fuerzas centrífugas que a la muerte de Franco amenazaban con hacer pedazos la nación española.

Aun sin poder político concreto, porque al final de cuentas en las monarquías parlamentarias los reyes no lo tienen, Juan Carlos se erigió como símbolo de la unidad nacional en la encrucijada de la historia. Eso es fundamental en una nación donde los regionalismos son tan fuertes hoy como lo fueron en tiempos de Felipe V.

En torno a la figura del rey se unificaron todas las fuerzas políticas, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, para lograr una transición a la democracia, pacífica y civilizada.

La astucia de los gobiernos socialistas logró la incorporación de España a la comunidad europea, con todos los beneficios y subsidios que ello significó para que, como se dijo líneas arriba, España se convirtiera en una sociedad moderna, pero sobre todo, para que la prosperidad económica y los beneficios sociales se generalizaran como nunca en la historia de la nación.

Para los jóvenes del siglo XXI poco importan la dictadura de Franco, la transición democrática, lo que importa es que la prosperidad de toda una generación se disolvió por las draconianas medidas económicas y sociales impuestas por la crisis y por la poderosa Alemania.

Y eso les enoja. Bien pueden marchar y, en lugar de las pancartas contra la monarquía, los jóvenes españoles pueden exigir: “¡denos un futuro!” Nada más, pero nada menos.

Una valiosa lección para nosotros los mexicanos que también ya olvidamos que hace medio siglo éramos una sociedad con oportunidades de educación y empleo, con permeabilidad social.

Lección que debe movernos a recuperar la permeabilidad social y para ofrecerles un futuro a los jóvenes mexicanos.

jfonseca@cafepolitico.com