Guillermo Samperio

La brevedad es el alma del ingenio, escribió Shakespeare en Ham­let. Sin embargo, el ingenio por sí solo no es suficiente, sino se emplea bien y con cierto sentido poético. Quizá por ello las ficciones breves tienen alguna familiaridad con el gesto poético, en el que muchas veces se apoya. Tal es el caso de Brújulas (Ficticia, 2012), de Mónica Sánchez Escuer, un libro de ficciones breves, obsesivamente impecables, de una arquitectura narrativa espléndida, trazos bellos y seductores. Sus cuentos sintetizan significados, dándole un toque de ambigüedad, de duda, de incertidumbre, aspecto rico en el espacio brevísimo.
El libro se divide en cuatro partes: “Grietas”, “Brújulas”, “Sino” y “Objetos”. Cada uno podría representar un punto cardinal, donde el primero nos revelaría el interior quebrado de los personajes, la herida donde podemos atisbar. Los cuentos nos transportan, a todo tipo de trayectos, con encrucijadas, direcciones pro­hibidas, intersecciones, limitaciones. “So­mos el contenido y la materia de ese vehículo: pasajeros, comprendidos y transportados por una metáfora”, como nos recuerda Derri­da.
En el segundo caso, en su pluralidad las brújulas señalan caminos distintos, ramificación de posibilidades, necesidad de rumbo, una guía para calcular direcciones que llevan al olvido, a la ausencia, a la libertad.
En el tercer caso, el sino inevitable e ineludible que conduce la vida humana a un fin no escogido de forma fatal. Aunque Papini señala que no reina el destino sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad.
Por último, los objetos que definen el trazo facilitan la de los otros; esas sensaciones recibidas luego de tocar un objeto que perteneció, quizás, a una ausencia. La energía que desprenden y proyectan los objetos les permite interactuar con las emociones.
El libro no sólo es una pléyade de orfebrería prosística; es también un manantial de aforismos, poesía, símbolos, desiertos que punzan el vientre. La rutina de un amor desde la mirada del vacío. A saber: “Las minúsculas olas se desvanecen en la playa blanquísima del pecho”. “Una ráfaga de sueños rotos la despierta”. “No vuelvo a vivir con el corazón tendido sobre el piso”. “La boca de mi sexo busca en el aire algún aliento”. “Él dibuja otro labio con la lengua”.
Otra característica notable de Brújulas es que sus textos tienden a finales abiertos, sorprendentes, poéticos, elusivos. Predominan los que llevan una carga de erotismo, muerte, humor negro; allí, la historia deviene implacable, casi amoral, con tal de conseguir su propósito de relojero: que el mecanismo explosivo de su microtexto funcione a tiempo. Ejemplo de ello sería el texto “Enseñanza”, donde un profesor seduce hábilmente a una jovencita que considera virginal y su pericia casanovera se le revierte.
En cuanto al erotismo, Escuer sigue la máxima de George Perros: “El erotismo es dar al cuerpo los prestigios de la mente”. O bien aquello que apuntaba Bataille en Las lágrimas de Eros: “Hay en la muerte una indecencia, distinta, sin duda alguna, de aquello que la actividad sexual tiene de incongruente. La muerte se asocia con las lágrimas, del mismo modo que en ocasiones el deseo sexual se asocia con la risa; pero la risa no es, en la medida en que parece serlo, lo opuesto a las lágrimas: tanto el objeto de la risa como el de las lágrimas se relacionan siempre con un tipo de violencia que interrumpe el curso regular, el curso habitual de las cosas [….] Es debido a que somos humanos y a que vivimos en la sombría perspectiva de la muerte que conozcamos la violencia exasperada, la violencia desesperada del erotismo”. El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía, apuntó Anais Nin en Incesto.
Mónica Sánchez Escuer es una escritora que apasiona a sus lectores; gracias a la intensidad con la que sus personajes habitan el mundo, al brío con el que sus historias se entretejen y resuelven; los recursos artísticos que utiliza. Y es que la estética de su obra aporta no sólo estas notables cualidades, sino una cualidad que considero aún más seductora: el lenguaje, las palabras justas, medidas, calibradas, limpias, buriladas fino, con pasión, en éxtasis.
Brújulas alberga personajes disfuncionales que desgastan al otro y le quitan su energía vital, lo acaban lentamente, despojados de la culpa, inmersos en el sufrimiento. Mónica Sánchez Escuer nos revela el mundo privado del amor, la pasión, la muerte, el erotismo, las máscaras que se caen y destapan obsesiones, fobias, miedos, ternura. Instantes encapsulados.
La ficción breve de Mónica tiene a su favor su calidad literaria indiscutible y la avidez de un público que se inclina cada vez más por la brevedad y los chispazos de pensamiento, el cuento. En este contexto, tal parece que en los próximos años la ficción breve será un género múltiple que el lector va a buscar y que las editoriales se van a abrir a los textos de los que nos inclinamos por los mundos mínimos, como ya lo estamos viendo.
Los textos de Escuer inician un conflicto desarrollado para tener la oportunidad de manejar tiempos. Da paso a una línea narrativa que no es la determinante; sin embargo, con otros datos, se crea la línea definitoria, una línea oculta en la que hay que saber llevar el nivel de interés adecuado, como ella lo consigue y, a la hora que venga el final, no es el esperado por el lector.
Por último, y parafraseando a Anais Nin: Hay dos modos de llegar a la esencia poética de Escuer, mediante la lectura o la imaginación. Pero existe una jerarquía; la lectura por sí sola no basta.

Mónica Sánchez Escuer, Brújulas. Editorial Ficticia, México, 2012.