Charla con Silvia Cherem/Periodista

Eve Gil

Silvia Cherem S., más que periodista, es una institución del periodismo. Ha publicado en prácticamente todos los diarios y revistas de prestigio; ha entrevistado a personajes que parecieran inalcanzables y es fundadora de Khálida Editores, misma donde ha publicado su más reciente hazaña, Israel a cuatro voces, que reúne entrevistas con cuatro de los más grandes narradores contemporáneos de aquel país: David Grossman, Amos Oz, A.B. Yehoshúa y Etgar Keret.

En el prólogo a Israel a cuatro voces, señala el escritor José Gordon que la propuesta de Silvia “permite realizar un viaje íntimo al corazón de la cultura israelí. Mediante entrevistas con cuatro de los escritores más destacados de Israel (…) nos asomamos a los rincones más secretos de una cultura milenaria que sigue explorando el laberinto de la identidad y la comunicación.”

A estas alturas, la también Premio Nacional de Periodismo 2005 por su extraordinaria crónica “Yo sobreviví al tsunami”, que se publicó por entregas en Reforma, contempla este producto con orgullo pero también con perplejidad.

Origen del libro

“Llegó un momento en que creí que estaba siendo demasiado inocente, cuando propuse a la embajada de Israel en México realizar este libro, más que nada, incitada por mi deseo de entrevistar a Amos Oz. Le tengo una admiración absoluta y lo tenía en mi lista de pendientes. Escuché al embajador de Israel que iba a tratar que su país fuera el invitado a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y me pareció un excelente pretexto para emprender la aventura. No lo logró para el 2012, pero sí para el 2013”.

Pero mientras que entrevistar al simpatiquísimo Etgar Keret fue pan comido, para llegar hasta Amos Oz, Silvia prácticamente expuso su vida.

“Cuando Keret vino a México —dice—, un año antes de la feria, en una visita relámpago, logré abrirme camino en su agenda de entrevistas, pero solo conceden 30 o cuarenta minutos por medio. Sirvió de cualquier modo para abrir una puerta pues ya tenía planeado un viaje a Israel y sería fácil localizarlo allá”.

“A Amos Oz lo busqué —dice— para decirle que quería ir en abril. Estaba inmersa en la lectura de sus libros, localizando hilos conductores que deseaba retomar, pero cuando le hablé me dijo que «no, en abril no. Te veo en enero… el jueves» (era lunes), pero yo no podía ir porque mi hija estaba por dar a luz, pero él insistió: «el jueves a las 9:00». Ya en el aeropuerto me llamaron de la embajada para decirme que había una nevada terrible en Jerusalén, que el aeropuerto estaba cerrado. Llamé a Oz para señalárselo, pero él insistió: «aquí te espero». Pues llegué a Israel sana y salva, pero cuando finalmente estuve ante Oz, me dijo que solo tenía una hora para concederme, cosa que resultó muy frustrante para mí, después de tanto esfuerzo. Me las ingenié para alargar un poco esa hora. Estuve por allá tres días y vi a Kéret y a Oz en ese momento, y en agosto a Yehoshúa y a Grossman. Acabé de escribir en octubre y el libro estuvo listo en noviembre, para presentarse en la Feria del Libro de Guadalajara dedicada a Israel”.

 

El caso Oz

Pese a la actitud intransigente de Oz, sin duda el más difícil de abordar y por lo mismo el “trofeo” de la periodista, ella lo justifica.

“Oz tiene una historia muy dramática que, creo, no ha superado hasta el día de hoy: el suicidio de su madre cuando contaba apenas 11 años, historia que «exorciza» en Historia de amor y oscuridad, y creo que por eso el argumento de que mi hija estaba por dar a luz no le tocó el corazón. Por fortuna fui y vine a tiempo para el alumbramiento. Él estaba con dolencias muy fuertes de espalda, se iba a operar, y considero que ese era su momento y ningún otro, y yo necesitaba hacerlo. Luego de la entrevista resolvió amablemente algunas de mis dudas vía mail”.

 

Faltó una escritora

De entre los cuatro autores, le comento a Silvia, que siento una personal predilección por David Grossman, y para quienes como yo admiran a este autor, sin duda terminarán amándolo tras leer su entrevista con Silvia, donde, entre otras cosas, se manifiesta contrario a la guerra contra Palestina.

“Adoré —dice— a Grossman. Públicamente dije que qué bueno que estaban su esposa y mi marido para declararle mi amor rotundo. Cuando estuvo en la feria del libro, todos quedaron cautivados por él. Su literatura es tan vasta, que es como redescubrirlo en cada libro. A diferencia de Oz, durante nuestra entrevista, me pidió que le contara mi vida antes de empezar, y nuestra primera charla se prolongó por seis horas. Éramos como viejos amigos”.

¿Y por qué no incluir escritoras?, pregunto a Silvia, extrañada:

“Me hubiera encantado incluir por lo menos a una mujer, incluso hablé con Tsruya Shalev, una autora nacida en 1959, pero me di cuenta que no iba a haber tiempo y que, por desgracia, no tiene tanto prestigio como los demás. Le falta escalar peldaños. Galaxia Gutemberg tiene tres de sus obras, pero ha escrito tres o cuatro libros nada más.

Para finalizar, le pregunto a Silvia si obtuvo algún apoyo económico por parte de la embajada de Israel o cualquier otra institución o entidad cultural para llevar a término su sueño:

“Tuve todo el apoyo moral por parte de la embajada de Israel, pero fue un proyecto personal que finalmente cuajó y salió como yo quería, porque a partir de la literatura se puede esbozar un retrato del Israel cotidiano. Y es que por desgracia conocemos ese país solo a través de las notas sensacionalistas.

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