Vicente Francisco Torres
(Segunda y última parte)
Juan Facundo Quiroga, El Tigre, fue un hijo de la pampa y uno de sus representantes más acabados: cruel, salaz, abusivo, colérico (le abrió a su hijo la cabeza con un hacha porque no podía hacerlo callar), golpeador de mujeres, arbitrario (impuso a la gente una cinta colorada y, si no la llevaban, recibían una tanda de latigazos; a las mujeres rejegas les pegaban un moño rojo en el pelo, con brea), jugador empedernido, valiente y necio hasta para encontrar la muerte a manos de Santos Pérez, tan salvaje y sanguinario como él; el fin de Facundo es la crónica de una muerte anunciada.
Atrás de este gaucho que asoló las ciudades vino Juan Manuel Rosas, otro sanguinario que anunciaba su carácter con la investidura encarnada. La crueldad era su mejor recurso para persuadir: “Por último, de entre estas fiestas se desprende al final la terrible Mazorca, cuerpo de policía entusiasta, federal, que tiene por encargo y oficio echar lavativas de ají y aguarrás a los descontentos y, después, no bastando este tratamiento flogístico, degollar a aquéllos que se les indique”. Su odio a los civilizados y extranjeros lo llevó a buscar un conflicto con Francia para aparecer como defensor de la independencia y atizar un americanismo.
Cuando Sarmiento publicó su Facundo con el que denostaba al gaucho, nos dice su biógrafo Enrique Anderson Imbert (Genio y figura de Sarmiento), ¡oh paradoja!, todavía no conocía la pampa (la vería siete años después, en 1852), pero confiaba en que la emigración europea remontaría los daños causados por la barbarie de Facundo y de Rosas.
Sarmiento, escribidor incansable, encendido y prolífico, que tiene páginas artísticas memorables, no logró un libro redondo, pero el comienzo de Civilización y barbarie es uno de los arranques clásicos de nuestras letras. José Eustasio Rivera escribió: “Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia…”. A Sarmiento lo recordaremos siempre por líneas como éstas: “Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo”.
Facundo. Civilización y barbarie, libro que tantas polémicas ha desatado en nuestra literatura, fue descalificado en su tiempo por otro pensador notable. Escribió Alberdi: “La lucha entre campo y ciudad sólo existe en la cabeza de Sarmiento; el poder de los caudillos nace del modo de ser de todo el país; Sarmiento mismo es un Facundo de la prensa”. Pero el novelista Manuel Gálvez escribió, en 1945: “Si Sarmiento no hubiera existido, la Argentina no sería lo que es”.