No le hagan caso a los pesimistas

Yazmín Alessandrini

Muchísimos somos los mexicanos que en estos momentos nos encontramos en el mood de que el 11 de agosto de 2014 quedará escrito en los libros de historia próximos a redactarse como una fecha histórica. Y, sinceramente, no me parece que el presidente Enrique Peña Nieto esté exagerando cuando afirma que hemos superado décadas de inmovilidad y que por fin se han dejado atrás enormes barreras que nos han impedido crecer de manera acelerada, sostenida y competitiva como país. Sí, la reforma constitucional en materia energética nos permitira eso y más.

El evento del lunes pasado en Palacio Nacional, el cual congregó a casi todos los gobernadores de país (los prietitos en el arroz fueron Graco Ramírez, de Morelos; Arturo Núñez, de Tabasco, y Marcos Covarrubias, de Baja California Sur… sí, los tres opositores) y al grueso de los integrantes del gabinete legal y ampliado de la administración peñista, en el que se hizo el anuncio de que con esta reforma se preserva y se asegura la propiedad de la nación sobre las paraestatales Pemex, la CFE, los hidrocarburos en el subsuelo y la renta petrolera; patentiza que por primera vez en muchísimos años existió la voluntad política de casi todos los actores trascendentales involucrados para echar a andar una maquinaria que si bien todos sabíamos de su enorme potencial, lamentablemente por un sinfín de circunstancias adversas no se había logrado echar a andar como Dios manda.

Cierto, lo que tenemos enfrente ahora son muchos retos, todos importantes y relevantes. Pero lo bueno es que el jefe del Ejecutivo ya cuenta con enormes certezas de que, ahora sí, los mexicanos podrán contar en el futuro inmediato con varios beneficios que vendrán aparejados con esta reforma que, empero, optimizarán los procesos de explotación, exploración, refinación, petroquímica, transporte y almacenamiento de nuestros hidrocarburos.

La importancia de esta transformación que experimentará el país en materia energética es que se traducirá en beneficios concretos, tangibles y reales para todas las familias: tendremos más gas y a menor costo para generar electricidad; se establecerá un escenario de mayor competencia en el sector eléctrico; eventualmente enfrentaremos una disminución en los precios de la luz y el gas y, por ende, las micro, pequeñas, y medianas empresas también se verán impactadas positivamente por estas acciones, lo que detonará que disminuyan sus costos de producción y que esos ahorros les permitan acrecentar su planta laboral. No le hagan caso a los pesimistas y a los fatalistas, estamos próximos a involucrarnos en sinergias de ganar-ganar.

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