Entrevista a José Antonio González de León/Director del Museo Casa León Trotsky
Jacquelín Ramos
Más de siete décadas han pasado —20 de agosto de 1940— desde su infame asesinato a manos de Ramón Mercader, alias Jacques Mornard, un agente estalinista. Mucho ha cambiado el mundo después de la muerte de Lev Davidovich Bronstein mejor conocido como León Trotsky, el revolucionario soviético que participó en la Revolución de Octubre, la cual permitió a los bolcheviques tomar el poder en noviembre de 1917. Tiempo después, creó el Ejército Rojo y fue quien negoció la salida de Rusia de la Primera Guerra Mundial, mediante la Paz de Brest-Litovsk. También fue el principal opositor de izquierda de José Stalin, lo que lo llevó al exilio, instalándose finalmente en México.
La estancia del líder revolucionario ruso en el país latinoamericano —enero de 1937— constituye una especie de mirador privilegiado sobre la política mexicana. León Trotsky y su esposa Natalia Sedova, en su asilo, fueron testigos del paso más atrevido del gobierno cardenista: la expropiación de las empresas petroleras, que marcaron un antes y un después en la política mexicana del siglo XX.
Trotsky arribó a un país convulsionado por 25 años de revoluciones y contrarrevoluciones. La gigantesca ola de la revolución de 1910-17 continuaba agitando la realidad política y social. Testimonio de ello eran las movilizaciones de masas de 1938, así como el despliegue de las vanguardias en el arte y la cultura —cuya mayor expresión fue el movimiento muralista— nutridas por artistas que llegaron de todo el mundo atraídos por el mítico México revolucionario.
Trotsky, sin embargo, respetó las condiciones que normaban la actuación de un refugiado y no intervino públicamente sobre los asuntos de la política nacional.
Aun así, por su misma presencia se convirtió en un actor político de gran importancia para México, en un principio al generar con su asilo una mayor legitimidad internacional al gobierno de Lázaro Cárdenas, además de consolidar una política exterior mexicana humanista, señaló en entrevista para Siempre! José Antonio González de León, director del Museo Casa León Trotsky, quien asegura que, a pesar de los años, la lucha, la ideología, los estudios, el análisis, la gran obra teórica y política del político soviético, son permanentes y valiosos para cualquier proceso que busque librar a su pueblo del autoritarismo.
Revolucionario de su época
¿Quién era León Trotsky?
León Trotsky tiene un origen ucraniano, miembro de una familia de clase media rural, que debido a ciertas circunstancias se ve obligada a radicar en Odesa. Trotsky se educa en las postrimerías de siglo XIX, época de ebullición, de cambios y donde se originó la idea del socialismo; de una sociedad que fuera más justa, con una calidad de vida mucho más justa. La palabra socialismo que emerge en ese siglo ya es promotora de una serie de transformaciones previas, que fueron revoluciones que conforme avanzaron en el siglo iban definiendo la necesidad de ajustarse a los cambios que las sociedades en Europa iban alcanzando.
Trotsky representa a un revolucionario de su época, una persona con capacidades intelectuales muy evidentes, un gran estudioso que se forma dentro del pensamiento que llamaban marxismo —derivado del pensamiento del filósofo y militante comunista alemán Karl Heinrich Marx— y de los movimientos de liberación, fundamentalmente de los obreros, del proletariado, que establecían las condiciones para una sociedad que implicaba una mejor sociedad que la que se vivía entonces.
Trotsky se liga con el tiempo a lo que son esas circunstancias, en las que participará en diferentes momentos, por ejemplo, en movimientos que fracasan en intentos revolucionarios como el ocurrido en 1906, por lo que tiene que salir hacia Europa occidental y en su momento entra en contacto con lo que acabará siendo la Revolución de 1917, a través del grupo de los bolcheviques. En el interior de este grupo, Trotsky despuntará enormemente por su inteligencia, por su capacidad de organización, y junto con Vladimir Ilich Lenin y el resto del grupo bolchevique tomarán el poder y llevarán a cabo la primera revolución en la historia planeada.
¿Cuáles fueron las circunstancias que lo llevaron a vivir en México? ¿Cómo fue la vida de Trotsky en el país?
Llega como un asilado político después de la Revolución. Después de la muerte de Lenin, hay una serie de pugnas que propician su expulsión de la Unión Soviética, y a partir de ese momento nace el Trotsky exiliado, culminando su viaje del exilio como un asilado político en México durante el gobierno de Lázaro Cárdenas en 1936.
México es el único país que le da asilo, ninguna otra nación del mundo lo hace, Trotsky resultó beneficiado de una disposición del gobierno mexicano de darle asilo a aquellos grupos o personas que estaban siendo reprimidos en sus países, como fue el caso de los republicanos españoles provenientes de la Guerra Civil Española. Él llega a México y es atendido por el propio gobierno mexicano; viaja en el tren presidencial de Tampico a la ciudad de México, e inmediatamente entra en contacto con grupos muy interesantes de la cultura mexicana, pero también no deja de realizar avances en sus escritos.
Trotsky escribe todo el tiempo, trabaja para sostenerse a través de escritos contratados con editoriales y periódicos nacionales, y se hace cargo también de la organización de la Cuarta Internacional. Durante los años que vive en México como asilado político, habita en la Casa Azul, que era la residencia del padre de Frida Kahlo, que le ceden Frida y Diego Rivera para morar, hasta prácticamente un año y medio antes de morir, luego se traslada a la casa que está actualmente como museo de sitio.
El papel de Costa-Amic
Existe una gran confusión sobre el origen de la petición para el asilo de revolucionario ruso en México. Se asegura que en 1936 el joven Bartomeu Costa-Amic, mejor conocido como “el editor catalán de México”, quien llegó por primera vez al país en los años de la Guerra Civil, fue el responsable de una misión a favor de la República Española, en representación de Andreu Nin, y quien logró algo que se antojaba imposible: el asilo de Trotsky, y no el muralista Diego Rivera, como suele atribuírsele.
Hay una serie de hallazgos recientes sobre Costa-Amic —miembro del Partido Obrero de Unificación Marxista—, incluso hay una publicación reciente sobre esta participación. Le daré otros datos, evidentemente el vínculo con Andreu Nin —uno de los representantes más importantes del marxismo revolucionario español— es fundamental, pero existen también datos que dan una precisión histórica quizá mayor, y que está consignada, como son las placas que aquí conmemoran la presencia de personas importantes para la llegada y estancia de Trotsky en México.
Hay un personaje, Octavio Fernández Vilchis —miembro del Partido Comunista Mexicano— quien durante los años treinta, o la segunda mitad de los años treinta, tiene un contacto muy fuerte con un grupo de Nin en España a lo largo de la Guerra Civil. Fernández estaba al tanto de lo que estaba sucediendo y de la gravedad del caso Trotsky. Originalmente el revolucionario soviético es enviado hacia una pequeña villa en la Rusia oriental; ahí arranca su primer llegada como exiliado.
Finalmente le dan un permiso para vivir en Turquía, y al llegar a Estambul, se da cuenta de que es una ciudad donde están exiliados los rusos blancos, quienes fueron expulsados por la Revolución bolchevique que él encabezó, y ello provoca que busque un nuevo domicilio en una isla en Prinkipo —a orillas del mar Mármara—. Ahí permanece por un tiempo y al terminar el visado le solicita asilo a Francia, que se lo otorga de manera temporal, prohibiéndole ubicarse en París, por lo que habita una casa rural. Viajará posteriormente a Noruega, donde es acogido, pero las presiones que ejerce el gobierno de Stalin provocan una situación límite para el caso Trotsky.
Ya había pasado prácticamente la gran etapa importante de las purgas de José Stalin —que acaba con el grupo original de los bolcheviques— pero las presiones que tenía Noruega eran enormes. Además ya estaba presente la amenaza del radicalismo en Alemania, el surgimiento del nazismo, así como la advertencia de la potencialidad que podía desplegar la Unión Soviética, que era apabullante.
En Noruega, la situación era muy grave para Trotsky, porque ya no tenía para donde ir, todos los países le habían negado la visa, y en ese momento dado que Octavio Fernández estaba en contacto con todo lo que era grupo cercano al pensamiento trotskista —en un mundo que hoy no se entiende— porque era un universo donde había un quiebre al interior de la idea del socialismo; eso era lo que representaba Trotsky, el reto.
Dada la gravedad, Fernández lo que hace es buscar tener contacto con el gobierno mexicano. Él participaba en el movimiento obrero en México de esa época, y busca que se le otorgue a Trotsky el asilo, ya como último recurso.
La historia es una historia accidental, finalmente exitosa, pero representa mucho lo que es la época, por la solidaridad que había en las circunstancias dadas. Fernández logra entrar en contacto con Diego Rivera, y lo que hace —siendo éste un intelectual, un artista muy famoso— es tener una audiencia con el presidente.
“Sí, venga el asilo”
El presidente Cárdenas estaba en ese momento en Coahuila, en La Laguna; de hecho hay una narración publicada del periódico Novedades de los años sesenta, donde narra Fernández lo que estoy comentando. Lo que hacen es que se van en coche sin dormir a Monterrey, de ahí pasan a Torreón —que es donde estaba el mandatario—, se entrevistan con él, Cárdenas dice: “sí, venga el asilo”. Gira instrucciones para que se le dé refugio, se regresan ellos, pero con resistencias por parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores para otorgarle protección. Finalmente se le da acogida a Trotsky y llega a México como asilado político.
¿Las repercusiones de la llegada de Trotsky a México?
Para empezar, un rechazo por parte del movimiento sindical mexicano de izquierda, dado que estaba muy vinculado en sus conceptos de las actividades que el movimiento obrero en México realizaba a las líneas generales que el Partido Comunista Soviético establecía. Este frente de sindicatos evidentemente rechazan el asilo o no lo ven con buenos ojos, pero esto a su vez le permitía al gobierno de Cárdenas poder jugar con mayor amplitud sus vínculos con las posiciones de izquierda en el país, ese será uno de los primeros impactos.
Otra repercusión muy importante es a nivel mundial, ya que siendo México el único país que le da asilo político, le ofrece al gobierno de Cárdenas una mayor legitimidad a nivel internacional. Lo que es un hecho es que llega a México uno de los grandes personajes de la primera revolución triunfante comunista en el mundo. El asilo de Trotsky representa el fortalecimiento de una política de asilo por parte del gobierno mexicano, que consolidará una política exterior mexicana humanista.
La revolución permanente
¿Cuál es el aporte más significativo del pensamiento trotskista a México?
Son respuestas que cambian con el tiempo; la mayor aportación varía con la valoración que en el tiempo se le vaya dando. La importancia de Trotsky hoy en día, desde su asesinato, desde que se realizó la Revolución bolchevique en Rusia, es la gran presencia de Trotsky en el principio del antiautoritarismo. Finalmente el revolucionario soviético, a través de su obra, su posición política y su militancia política, se puede “hoy” expresar. Este principio emerge a partir de lo que es el descubrimiento y el descrédito de lo que va a ser la versión socialista del estalinismo, por lo que se recompone la perspectiva de Trotsky y aparece como el gran luchador del antiautoritarismo en esa época, al oponerse a Stalin.
Está retando la legitimidad de cualquier gobierno revolucionario o de cualquier cambio histórico que se pretenda encontrar en el autoritarismo, es decir, Trotsky propone, en general, una filosofía de la vida antiautoritaria. Evidentemente, un lema como el de “el fin justifica los medios” es una propuesta que se calla automáticamente, porque no entra en el campo de los valores establecidos por el pensamiento político, filosófico o social de León.
Hoy en día, la figura de Trotsky emerge por esta vía y con ella sus postulados, todo lo que es su pensamiento sobre lo que es la idea de una nueva sociedad a partir del reconocimiento de la conciencia, del cambio que vivimos siempre, para no tener que quedarnos estancados. La vida es un cambio permanente, por eso no es una casualidad que una de sus grandes obras sea “la revolución permanente” que refuerza el concepto de no permitir que la burocracia bajo cualquiera de sus expresiones pueda asentarse, porque la burocracia, por definición, es impedir el cambio.
Otra de las grandes ideas de Trotsky es que los cambios no tienen porqué seguir una ruta precisa. Al hablar de conceptos como el de “desarrollo desigual y combinado” lo que hace es plantear que todos los órdenes sociales son capaces de cambiar hacia mejores condiciones, con sus propios medios y bajo sus propias circunstancias, no necesitamos tener que seguir un método para hacer un cambio.
La historia en sí va cambiando la concepción de lo que consideramos, y las circunstancias que vivimos hoy hacen de Trotsky un gran propositor de cambio consciente. Su pensamiento político es uno de los más decantados que se registran en la historia de la literatura, del análisis económico político. Incluso habla de que hay un especie de regreso del pensamiento o consideración del pensamiento marxista y es difícil poder encontrar un pensamiento más pulido como el que se establece.
Conciencia sobre la necesidad del cambio
Sobre el Museo Casa León Trotsky, ¿qué resguarda esta casa?, ¿qué encontramos del gran revolucionario?
La mayor expresión de este espacio es que es un museo de sitio, es el espacio que conformó la casa a la que llegó finalmente Trotsky y en donde culminará su vida. La casa está muy cerca de cómo era, su mobiliario, la distribución de objetos dentro de los espacios de la casa expresan bien el estilo de vida que llevaba, y en ese aspecto, quizá uno de los elementos más impactantes que produce entre los visitantes es constatar cómo un hombre tan importante en México —incluso diría que no se logran ver las dimensiones titánicas que tiene por ejemplo en Europa o en Estados Unidos—, de la estatura de Trotsky, contrasta enormemente con la simpleza de los muebles, donde desarrollaba su vida cotidiana. Es un contraste que van a observar, es la grandiosidad de una persona como Trotsky y la simpleza y sencillez de su vida cotidiana.
¿Por qué los jóvenes deberían acercarse al Museo Trosky?
Hay dos elementos importantes, primero es el valor y el peso que tiene un principio que sostenemos permanentemente que es el derecho al asilo; ofrecer asilo a quien está sufriendo condiciones de vida lamentables. El otro es la presencia de Trotsky como un revolucionario, como una persona que incita a tomar conciencia sobre la necesidad del cambio, para no dejar siempre de intentar vivir mejor de hoy en adelante.