Carlos Olivares Baró
Los lectores mexicanos ya disponen de una antología de las coplas de uno de los grandes poetas españoles contemporáneos. J.M. Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926), hijo de padre cubano y de madre francesa, la escritura (narrativa, ensayo, memoria, crónica y poesía) del autor de la mítica novela Ágata ojo de gato (1974) se sustenta en un neobarroquismo de absorbente, tajante y meticulosa transparencia lingüística que lo ha llevado a obtener importantes premios como Biblioteca Breve (1961), Reina Sofía de Poesía (2004), Nacional Letras Españolas (2005), Nacional de Poesía Española (2006) y Cervantes (2012), entre otros.
Sombras le avisaron (FCE, Biblioteca Premios Cervantes, 2013), conjunto seleccionado por el mismo Caballero Bonald que recopila poemas que abarcan desde su primer libro, Las adivinaciones (1952), hasta el más reciente, Entreguerras o De la naturaleza de las cosas (2012). Sesenta años de trabajo con la palabra: once cuadernos en los que el tiempo se despliega en noches manifiestas y laberintos de “mansa lágrima que es letra del amor,/ contra aquella luz aniquiladora/ que dentro de él ya duele con su nombre: belleza”.
El poema en una devota mudanza que se afinca en los presupuestos del amor, se unta de conjeturas filosóficas y confluye en las sedes de una conducta cívica en las que la vida es celebración resonante. “Comparto con la noche su premura/ de tiempo, ese impaciente tránsito/ circular de la sombra” que se invalida en los plazos y cobra fuerza en la fugacidad.
Viaje por las encrucijadas de una obra poética de tenaz prosodia, enmarcada en una espesura de sosegado clasicismo y cadenciosa impronta bachiana: “Azulada por el nocturno oleaje,/ entre el ocio lunar y la arena indolente,/ la casa está viviendo decorada de cenizas votivas,/ hecha clamor de memorables días dichosos/ o palabras más bien, que ahora escribo en la sombra,/ apoyando mi sueño en sus muros de solícitos brazos”(estrofas de “Casa junto al mar”, de Las adivinaciones, 1952).
Versículos de Las adivinaciones (1952): silencio franqueado por las dársenas del deseo; Memorias de poco tiempo (1954): esperanza palpando resquicios de estaciones en acechos; Anteo (1956): búsqueda de incertidumbres en la hojarasca del sueño; Las horas Muertas (1959): los residuos del tiempo se refugian en la siesta nocturna y fantasmal que cobija los augurios; Pliegos de Cordel (1963): reconstrucción del azoro en el instante de precisar la trama; Descredito del héroe (1977): pasos a tientas sobre el azar; Laberinto de fortuna (1984): silabario de premuras; Diario de Argónida (1997): mito y transcurrencia; Manual de infractores (2005): sombras que se empalman a las presunciones del ansia; La noche no tiene paredes (2009): edad desnuda, tiempo sedentario; Entreguerras o De la naturaleza de las cosas (2012): evocación reivindicada en el ruego. “La sombra que se hacina en el tugurio/ y embadurna los ojos de turbulencia tanta,/ es muy distinta a la que se desploma/ como un caballo extenuado/ en mitad de la calle”.
Destacan los poemas de Laberinto de fortuna, uno de los cuadernos más trascendentes de la lírica castellana del siglo XX. Cantos en prosa en los que un “Coagulo de música” desborda todas las sospechas en treguas y pausas con lo acontecido. Vislumbrar sombras y predecir el deseo: verdad poética bañada de perplejidades y asombros.
Antología edificada en los recodos de un oficio que apuesta por el “sueño a la intemperie”: corazón jadeante entreabriendo puertas y cerrando heridas. Caballero Bonald entrega un diario de reencuentro inscrito en el súbito “zumo de estupor” que todo buen poeta proclama.


