Se recrudece el conflicto en toda la región
Mireille Roccatti
En los albores del siglo XXI en el contexto de los nuevos equilibrios de la globalidad, presenciamos cómo era atacada la más grande potencia mundial, que había emergido como vencedora de la guerra fría, con una acción bélica sin precedentes en su propio territorio por el grupo radical islámico al-Qaeda. El derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York y el ataque en contra del Pentágono modificaron los paradigmas, el atacante no era otro país, era una organización sin territorio definido, sin una estructura estadual.
Un poco más de una década después, testimoniamos cómo se reúnen en París una treintena de mandatarios, representando a las naciones más poderosas del orbe, para establecer una alianza político militar para combatir el denominado “Estado islámico”, que es una red de células militares que domina buena parte del territorio iraquí y guarda importante presencia en la incendiada Siria.
En el ajedrez geopolítico del Medio Oriente, el conflicto actual obedece en gran medida a la debilidad del régimen iraquí, impuesto por Estados Unidos al tomar la decisión de abandonar la ocupación militar, la cual había venido manteniendo desde la invasión para derrocar a Saddam Hussein y que obedeció, más que al cumplimiento de la promesa de campaña de retirar las fuerzas estadounidenses, a la imposibilidad de continuar manteniendo el altísimo costo económico del despliegue de tropas y su repercusión en el boquete financiero de las finanzas públicas que los llevara al borde del precipicio fiscal.
En la reunión de París, el gran ausente fue Irán. Los estrategas militares y expertos de inteligencia occidental parece que siguen sin entender el complejo mundo árabe. Es un hecho que Irán está participando en la guerra, armando y protegiendo milicias chiitas como las brigadas de Badr, Mukhtar o el ramal iraní de Hezbollah. El desencuentro entre chiitas y los sunitas sigue sin ser comprendido.
Otro grave error es armar a las milicias kurdas, para realizar acciones militares de protección de flancos débiles como Erbil con apoyo de bombardeos militares estadounidenses, sólo que olvidan que estas milicias buscan restaurar el “Kurdistán histórico”, lo que derivaría en un conflicto con Turquía.
Otro acuerdo adoptado en París consistió en no atacar los bastiones del Estado islámico en Siria, porque en su lógica sería fortalecer el régimen de Bashar Al Assad, sin entender que de continuar financiando y armando los grupos opositores a éste, ese armamento podría volverse en su contra.
El caso es que adicional al conflicto entre Israel y Palestina, y a la guerra civil Siria, hoy se recrudece el conflicto en toda la región, lo cual está desestabilizando otros países, como Jordania y Líbano.